01 May Las «casas de P.Tinto», los antiguos apeaderos
Ramón Nogués
Hay un montón de casas especiales todavía en pie, y sólidas, pero deterioradas en sus elementos menores, y yo diría que por toda la península. Seguro que conocéis muchas, pero hace falta ser algo rarito para pararse a tomar nota de ellas: se trata de las antiguas casas de los apeaderos del tren, o en algunas ocasiones las contiguas a los apeaderos, la mayoría en líneas que ya no se usan, o que han cambiado su uso a algunas ofertas turísticas de pasar una vez a la semana. Estos edificios ya no cumplen su función, y están dejados de todas las manos, y suelen estar despojados de ventanas y puertas. Y por lo mismo nadie se ha decidido a derribarlos, de modo que siguen ahí, como orgullosos pero mancos héroes de guerras antiguas.
Algunos se refieren a estos edificios como «casas de P.Tinto», porque se parecen a aquella casa loca de la película de Fesser; pero la mayoría no tiene ya a su lado, como decimos, el paso de trenes, salvo excepciones. Hemos conocido de todo, desde abandonos ignominiosos y vertedéricos hasta regeneraciones se diría que milagrosas, con anuncio en fotocasa y todo como caserón de 8 habitaciones en alquiler con decoración y servicios sanitarios puestos a la última, por ejemplo en el pueblo más cercano a Guardo, en Palencia, pero ocultando en el anuncio lo que luego se puede comprobar (y no sólo en el lugar, sino sin salir de casa, en el Google Earth): que está, en efecto, a unos siete metros de las vías del tren, que en este caso sí utiliza de verdad un tren actual, el que hace el recorrido turístico Bilbao-La Robla, antiguamente minero. Muy mal hábito el de los inmobiliarios, ese de ocultar elementos fundamentales para la elección de un inmueble para comprar o alquilar, claro.
Hay casetones de apenas cinco por cinco metros, pero de tres pisos de alto, un poco a imitación de la Torre de Hércules coruñesa, y hay mansiones con huerto adjunto de 10.000 metros cuadrados, lo juro porque los he visto y me he recorrido sus cien pasos de lado. Por supuesto, esos huertos hoy son rastrojales, pero ahí siguen sus verjas, sus caballones, una zona emparrada y hasta unos canalillos para el riego. ¿Quién los ocuparía en el pasado? ¿Un empleado que entre banderín y banderín dando paso a los trenes se ponía a escardar coles? Si pensamos en cómo pagaban a menudo a los maestros de los pueblos (el dinero del ministerio se lo quedaba el alcalde, que daba casa municipal y especies al pobre pringado del maestro), puede que algunos lo vieran similar para el pago de estos vigilantes de pasos a nivel, o quizá directores (a saber cómo se llamarían oficialmente) de apeaderos, cuando lo fueran: y que a lo mejor algún listo de por las zonas intermedias de los mandos consideraba que ya era suficiente pago dejarles la casa y las lechugas que sacaran. También los hay urbanos: recordamos algunas construcciones similares a estas pero muy incrustadas en playas de vías y prácticamente entre edificios de viviendas por Venta de Baños, por Albacete y otras. Hay que andar buscándolas con ojo, porque parecen simplemente una construcción más del gran nudo ferroviario de la zona, una de esas numerosas casamatas se diría que de refugio de las lluvias para los maquinistas y para el personal de vías y vagones en las que siempre hay un montón de tíos conversando y tomando café entre cambio de agujas y cambio de agujas. Hay muchas de estas que no se usan en absoluto, y están tan abandonadas a su suerte meteorológica como las que más nos gustan, esas que se levantan en mitad de la llanura como presidiéndola y diciendo en todas direcciones «cuidado, que os veo».
Se nos ha ocurrido muchas veces que se podría hacer un buen catálogo de estas construcciones. Es comprobación directa por nuestra parte que la mayoría se podrían rehabilitar, porque su deterioro es del estilo de la que traemos en la foto: los sillares, la estructura y casi todo lo que no es mampostería (o tuberías) está utilizable. A lo mejor serían una red alternativa de hotelitos rurales (no sé yo), o más bien, simplemente, casas en alquiler para el que quiera huir del ruido urbano, o quizá de la contaminación radiactiva de las ciudades, que quién sabe. Como era de esperar, hay adefesios, hay otros casos que son meras construcciones de fortuna, y también hay construcciones pensadas y hechas con cuidado y con atención a lo agradable, siempre, por supuesto, en la línea de una arquitectura funcional-con-adornos. En algunos casos (más bien levantinos, y algún andaluz) estos adornos son mampostería casi churrigueresca, eso sí, con materiales muy «mudéjares», ladrillos de colorines y eso. En general, lo que hay es edificios con enfoscado y estuco y, por algún misterio que nadie nos ha sabido resolver, en colores tierra y vainilla, como si se tratara de construcciones sevillanas.
La mayoría, como digo, apetecen como proyecto de reforma para hacerse en ellas una buena vivienda rodeada de viento y de puestas de sol. Están ahí esperándonos.