01 Nov Teoría del boomer- 1
Jacob de Chamber
Cómo íbamos a desaparecer, una vez concluidas las anteriores tareas, de esta actividad y este espacio que incluso hasta da de comer a nuestros ahijados. Además es que tenemos todavía mucho por decir; anda que no hay comentarios que hacer a la cosa. Ahora nos piden que ayudemos a entender a los boomers. Esto exige, para empezar, un cuidado: los gramáticos están para su noble labor de gramáticos, pero nosotros escribimos cada uno según sus maneras, sus disciplinas o sus anarquías; y mientras nos hagamos entender, entonces todo va bien, ¿no? Podríamos haber rechazado eso de boomer, o lo podríamos haber sustituido por cosas castellanas más castellanas (e incluso inglesas, o francesas, u otras), y seguramente largas y enrevesadas. Habrá también quien, en plan tocapelotas testimonial, se ponga a decir, leído en castellano con vocales castellanas, bo-o-mer, porque qué es eso de mezclar idiomas, ¡y menos sin la preceptiva cursiva! Bueno, acabaremos aquí, para no perder más espacio-tiempo, con un automanifiesto a favor de la tranquilidad y la buena voluntad, que todos sabemos que eso se pronuncia «búmer», y que es apócope de «babyboomer», y que se refiere a lo que se refiere, y que si bien algunos nunca conocieron idioma alguno diferente del castellano, la mayoría hoy se ha educado, mal que bien, en el aprendizaje de otro idioma más, que en las últimas décadas ha sido preferentemente el inglés, y que a casi todo el mundo se le hace natural decir «premierlig» cuando lee premier league, y aquí no pasa nada, y no te digo ya lo normal que es decir «o-jai-o» cuando lee Ohio. ¿O nos ponemos todos del lado del que dice en voz alta «O-i-o»?
Así que boomers: la madre que los parió, vaya asuntillo tan complicado. ¿Qué es eso de los boomers? Así, a ojo de buen cubero, los boomers o babyboomers (españoles) son los humanos (españoles) nacidos más o menos entre 1955 y 1970. Sí, has leído bien: los numerosos, los pesados, los rivales, qué digo rivales: ¡los enemigos! ¿Pues no nos están jodiendo ahora mismito todo todo, desde la política hasta las cuentas, con su pretensión de jubilarse, y no nos han jodido antes con su manía de seguir trabajando? Y todo así. Un follón.
Nada es tranquilo alrededor de los boomers.
Pongamos, en primer lugar, que estamos hacia el año 1978. Lo que tenemos enfrente es un grupito de boomers, digamos cuatro o cinco amigos, que en ese momento tienen 19, 20 o 21 años. Y que vienen porque quieren alquilar el piso tutelado por la agencia inmobiliaria en la que yo trabajo (es un decir, vaya siestas me he pegado hasta ahora) desde hace 20 años. Ah, pero… detrás de ellos hay una cola de treinta o cuarenta, la mayoría también agrupados de tres en tres o de cuatro en cuatro, que parecen venir aquí a lo mismo: quieren ver mi piso (en la agencia hablamos así, aunque los propietarios sean otros) y, si les gusta al primer vistazo, paf, aquí mismo me van a firmar el contrato. O eso creen ellos. A ver cómo andan de avales, los muertos de hambre. Pero… ¡un momento! ¿30 o 40 en cola para alquilar un piso? ¡Y lo he dicho como si tal cosa! ¡Si estaré despistado! ¿Cuándo he tenido yo 30 tíos en una cola para alquilar un piso? La vez que más tuve fueron dos grupos de suegras-viudas con hija y yerno reciente peleándose entre ellas por mostrar más recomendaciones de parientes funcionarios. Esto de hoy es nuevo, ni me puedo imaginar cómo se puede manejar. ¿Y si El Alcázar tuviera razón y no fueran más que un grupo de militantes marxistas que vienen a expropiar? Vayamos paso a paso. Este primer grupo no me gusta; hay dos sin afeitar desde hace tres días, y eso de ir con vaqueros… Pues nada; fuera. Esto es fácil; el inquilino que se acaba de ir ha estado pagando veintidós mil pesetas al mes, pero a estos les digo. «el alquiler es de cuarenta mil pesetas, pero ojo, que hay que dar de entrada dos meses de garantía, uno de fianza, y una mensualidad más para la agencia». ¡Estudiantes a mí! ¡Mira cómo han volado! ¿Y a mí qué? Mira la cola que tengo de sus iguales; se lo daré a los que me gusten, no te digo.
Y así comienza, queridos amigos, la historia verdadera de los boomers (españoles). Cantidad, multitudes, masas, muchedumbres. Desde el nido del hospital hasta las colas para un piso o un trabajo, pasando por los colegios, las vacunaciones y las entradas para el circo: multitudes, muchedumbres, masas. ¡Pobre don José Ortega y Gasset, que escribía allá por 1925 eso de «la diferencia de las épocas anteriores con la nuestra es que hoy en día el mundo está lleno»! A cualquier minucia le llamaba lleno. Esta llenazón de baby boomers sí que era, por fin, estar lleno.
Así que en sucesivas páginas habrá que entenderlo todo sobre la base de que, como desde aquel 1955 más o menos, todo estuvo lleno, para empezar, de niños; luego, de jóvenes (y durante unos cuantos años siguieron llegando niños como si la máquina productora se hubiera estropeado y siguiera produciendo cuando ya no se le pedía); y, poco después, de adultos que comenzaban a serlo y se encontraban con un mundo absolutamente diferente al que les habían anunciado que iban a encontrar. ¡Toda una infancia de bofetadas y sermones, así en casa como en el colegio, y todo un recorrido de enseñanzas, así en el colegio como en casa, acerca de la hombría o la feminidad, de la autoridad o la anarquía, de la mamarrachez de unos o la dignidad de otros, para que, cuando llega el momento de poner en práctica todo aquello, resulte que prácticamente todo era perfectamente al revés!
Señalemos, por no ser malinterpretados, que, por supuesto, los boomers españoles fueron un pelín más tardíos que los de otros países; aquí no hubo plan Marshall y eso afectó también a la babyboomedad, como es natural. Y que aunque luego hemos tenido que corregir a la baja muchos de los supuestos que dábamos como tales acerca de la cosa española, y fuimos conociendo que en todas partes cocían más o menos las mismas habas, la boomedad española parecía y pareció siempre, en directo, afectada por esas que se creían peculiaridades españolas (en general negativas, claro).
No fue tan así. Pero algo hubo, como veremos.
(Continúa)