15 Ene Teoría del boomer -6
Jacob de Chamber
Tercera pista para el reconocimiento de un boomer
La convicción que manifiestan de que antes o después, pero inevitablemente, alguien les birlará su pareja.
Recapitulemos: primera pista, los reflejos replicatorios invencibles ante la percepción de una música, un verso o un estribillo de canción de una cierta colección muy cualificada; segunda pista, la disposición de ese sujeto (o esa sujeta) a aceptar las aglomeraciones y los tumultos concupiscentes y la tendencia a, ya que hay que aguantarlos, organizarlos en colas.
Y con todo eso en la mollera, y probablemente distraído por ello y por el recuerdo de la musiquilla de la serie de Star Trek, esa tocada al theremin (uuuuuuuuui-uuiiiiiiiii, ui-ui-ui-ui-uiiiiiiii), va el boomer, se vuelve hacia la novia o pretendida como tal con la que se había instalado tan confortablemente en esa cola (sin saber muy bien para qué era esa cola, pero por si acaso se sacaba algo bueno de ella), y resulta que la novia se ha largado, y la ve ya en el horizonte, caminando hacia el sol poniente, dejando descansar su cabeza sobre el hombro de un argentino que (desde esta distancia se le oye) no deja de repetir el parrafito en el cual se proclama héroe de la lucha contra Videla, pero exiliado ahora que ya acabó esa dictadura (?),y además ginecólogo y psicoanalista todo a la vez; y es natural, entonces, que el boomer de Getafe o de Jerez o de Vigo se resigne a su destino: cómo voy a competir yo con eso, que sólo soy licenciado en Físicas y buceador y restauro libros antiguos, es lógico que se vaya con él, y además con ese acento, y yo, que sólo tengo el de Getafe o el de Jerez o el de Vigo, cómo me va a preferir a mí.
[ÚLTIMA HORA. El ministerio de igualdad ha detectado la confección del anterior texto y ha alertado a su red de vigilant(a)s para que eviten la reproducción del mismo o su difusión por medios electrónicos o cualquier otro, y al ser tal texto ofensivo y sexualizante de la mujer, insta y conmina a Jacob de Chamber a retirarlo y a escribir en su lugar uno que haga justicia al ser menstruante y compense de tantas ofensas vertidas contra este ser desde que hay historia escrita.]
Y eso se puede detectar incluso hoy en día, con los cincuenta años muy pasaditos, e incluso los sesenta. Quizá ya no están tan entregados a su lunfardo destino, y quizá muchos de ellos van cumpliendo treinta años y más de feliz matrimonio sin averías bonaerenses (que se sepa, pero lo que se sabe es lo que vale); aun así, esa inseguridad de «siempre hay ahí alguien que vendrá y hará que me desaparezca la tranquilidad» ha seguido viva y, por lo que parece, seguirá hasta el final. Los boomers son tantos que, inevitablemente, hay entre ellos todos los caracteres y todas las personalidades posibles, de modo que el enfoque que le dan a esta inseguridad es tan variado como inabarcable; aunque mirados en conjunto y desde la lejanía, da la impresión de que predomina la tendencia antirromántica, o quizá habría que decir levemente escéptica, o puede que hubiera que llamarla cínica desapegada. Ojo, decimos que predomina, pero repetimos que hay muchas otras posibilidades. Pero es que por encima de enfoques y peripecias, lo que es verdaderamente difícil de encontrar en el mundo boomer es romanticismo. De hecho, se puede encontrar en cantidades homeopáticas, es decir, como en una persona de cada 13 millones de personas. ¿Y sabéis qué? Que la mayoría de los boomers, a esa persona romántica la consideran tonta.
Y esta es la clave de la traducción a sexo femenino de esta tercera característica. Las boomers más bien mujeres han tenido su propia versión de esta convicción de rioplatense robanovias que es propia de los más bien varones: para las chicas boomers, eso del romanticismo en las relaciones era, desde la más tierna juventud en adelante, y salvo esas excepciones homeopáticas, una soberana idiotez. Y ahora, a esas mismas edades que decimos de los varones, claro, lo sigue siendo. Y no es poca cosa este antirromanticismo de la mujer boomer: como mínimo, porque ha sido la que ha ido educando al hombre boomer precisamente en el abandono de las herencias y pegajosidades románticas que muchos habían traído pegadas como un chicle al zapato hasta su edad adulta. Sí, eran más bien los jóvenes boomers los que se enamoraban de las chicas (oiga, o de otros chicos), mientras que las chicas boomers, que quizá habían conocido también eso de enamorarse, resulta que dejaban el suceso a un lado y pasaban de él, y no lo situaban en el puesto de control de decisión alguna que tomaran. Por ejemplo, en la elección de pareja. Las chicas boomers no elegían pareja «por estar enamoradas» sino por muy otras causas. Y no, no forzosamente por eso de la fortuna y la pasta y el nivel. Aunque, después de la severa y rigurosa encuesta que hemos hecho, no termina de estar claro por qué. Y no termina de estar claro porque, preguntadas adecuadamente sobre el particular, las boomers de hoy adoptan una de tres posturas: a, se hacen las suecas totales y dicen que no saben de qué se les está hablando; b, dicen que en efecto era así, que eso de enamorarse era una cursilada de las viejas, pero que en cuanto a ellas y su elección de pareja no saben decir por qué motivos la elegían, pero es que no saben, no saben, te lo juro; c, preguntan por la predicción meteorológica para los próximos días.
No deja de ser congruente: la convicción de perder cualquier pareja en la que te líes, o sea la convicción que tenían y tienen los boomers varones, tiene su correspondencia en la indiferencia de las boomers mujeres hacia las causas por las cuales una se lía en una pareja, pero que se descarta absolutamente que fuera o sea o vaya a ser por motivos románticos.
Uf. Se ve que no les dieron una vida demasiado muelle a los boomers.
(Continúa)