15 Mar Teoría del paleto y 10
Jacob de Chamber
Tercera y Última Regla:
Dedícate a disfrutar de la vida, y evita dedicarte a lo que les hace a otros disfrutar de la vida salvo si coincide con lo que a ti te hace disfrutar de la vida. Y con esto probablemente se dice todo. Vale lo mismo que pedir: evita por todos los medios hacer esa modalidad de gilipollas que consiste en suponer qué aprueban los demás, especialmente los que se cree, sin confesarlo, que son algo así como superiores a uno, o mejores, o más algo indefinible que está siempre acechando, que es a lo que aspira el Paleto.
Os habréis dado cuenta ya de que el Paleto es, en realidad, un ser muy desprendido de sí mismo. Muy rara vez o nunca tiene en cuenta sus propios gustos, sus propias opiniones y sus propios placeres, porque todo lo hace según lo que cree que define el gusto, el placer o la opinión de aquel No Paleto que aspira a ser, que está siempre encarnado en seres reales y carnales a los que conoce más cercanamente o más lejanamente, de varias ocasiones o de sólo una ocasión, pero que, en su cortedad y su miedo, él ha recubierto de todos los oros de lo deseable.
Creo que hemos descrito adecuadamente, aunque nunca es posible hacerlo completamente, las curvas y los baches y las piedras de un camino que es aquel por el que el Paleto camina. Y no sobra volver sobre ello, en la imaginación de cada uno, una y otra vez, para hacer buena gimnasia mental que nos ayude a no ser ese Paleto, ensayando posibilidades y escenarios diversos, situaciones y variantes, para que, si se presentan en la vida, no nos pillen sin entrenar.
Sin entrenar, ¿para qué? Para dos cosas, ambas fundamentales para la supervivencia:
- Reconocer al Paleto al instante, en la circunstancia que sea, antes de que su canturreo haya conseguido engañarnos o engañar a las buenas gentes que nos acompañan y nos veamos o las veamos siendo llevados a un huerto, o comulgando con ruedas de molino, o tragando sapos que no habría por qué. Puede que os extrañe esto dicho así, de pronto, porque qué es eso de que tengamos que entrenar el reconocimiento del Paleto, si se ve a simple vista, y nunca caeríamos en sus redes. Pero os extrañará menos si simplemente menciono lo que sé que os ha sucedido, y eso que no os conozco personalmente, miles de veces: que habéis asentido por cortesía y por buena educación a las palabras o los actos de un individuo pensando que hablaba o hacía de buena fe y con buen fin, y sólo al final de la secuencia o de la escena, como con una nubecilla de azufre de escenario, puf, os habéis descubierto formando grupo con quienes desaprueban que se critique al gobierno porque si es gobierno por algo será, con los enemigos de la energía nuclear porque todo lo radiactivo es malo-chungo que ya lo sabemos todos hombre hasta Einstein lo dijo, o con los que proponen que se prohíban los mercados y los consumos y se vuelva al puesto artesanal del mismo labriego (él dirá, probablemente, «trabajador del sector primario/agrario») al estilo de las fantasías que todo Paleto tiene hecha sobre la España del Cid, o quizá la Alemania de Lutero.Porque eso de volver atrás en el tiempo a un mundo de alegres campesinos que cantan motetes mientras caminan felices con el azadón al hombro hacia el deslome diario (siempre W. Fdez. Flórez) es, apúntalo bien, querido lector, universal en el mundo Paleto. No hay un paleto que no albergue en su estercoloso interior una ternura especial hacia las carencias alimenticias, unos por la vía del grasiento guiso del pasado, otros por la del crudiveganismo todavía más del pasado, sí, de aquellos tiempos, ¿te acuerdas?, en que todavía no habíamos aprendido a cazar (y con eso de no comer carne todavía no se nos había desarrollado el cerebro, pero quizá eso es lo de menos para algunos). ¿Habíamos dicho ya, o sólo lo habíamos pensado, que una de las principales características del Paleto es que se trata de un tío extremadamente reaccionario? Ah, pero es que no es a lo que algunos llaman reaccionario, sino reaccionario de verdad. Eso de meterse a carlista o a antinuclear o a neoapostólico o a sindicalista o a rezador ante cines son bagatelas comparadas con las muestras de reacción que el Paleto no sólo es capaz de dar, sino que no es capaz de evitar. Por ejemplo, eso de rezar ante cines: antes sólo se ponían ahí las cofradías pías archiconocidas en cuanto la película tenía una versión algo heterodoxa de la vida de Jesús, por ejemplo, o el embarazo de la Virgen María trasladado al presente, o con cosas todavía más tontas; hoy, el Paleto acude, e incluso convoca esas reuniones de expiación o de protesta o de lo que sea en cuanto esas películas muestran una acción violenta no adjetivada peyorativamente por la misma película (?), y no digamos ya si tiene un elemento sexual, porque «sexualiza» al género femenino (??) o, oye, qué más da, porque se trata de algo que sus Dioses Imitables han decidido que hay que apoyar o execrar o insultar o calificar o, por qué no, echar a una hoguera junto a los Astérix.
Ya que estamos acabando no podemos andarnos con paños calientes: eso de compra local, desdeñando entonces los problemas de las gentes que no tienen esa posibilidad en su localidad; eso del rechazo a las traducciones al inglés «para luchar contra la globalización»; eso del «a vosotros, que no sois como nosotros, os pagamos nosotros hasta la luz y el agua»; o eso de «yo no he viajado a ningún otro país pero no me interesa porque el mío es el mejor» (o su versión compensatoria de ilustrados: «yo, que he viajado a los países importantes, afirmo y sostengo que el nuestro es el peor»); o eso de «en este país es que no se puede, es que no es como otros», o «en el Museo del Prado no se me ha perdido nada», o «la ciencia es un camelo», o «las vacunas son mentira», o «de un presidente de gobierno no se pueden hacer cierto tipo de chistes»; eso, todo eso, a poco que lo mires con calma y buen humor, ya sabes que es fruto de un mal echar a volar, de un despegar sólo con un ala, de un topo que presume de vista: propio de alguien que reniega de lo que es y que no hace lo apropiado para ser otra cosa que querría ser, y en ese estado intermedio en el que se queda nos hace culpables a todos, porque en su ignorancia ha perdido la dignidad de su origen y no alcanza la dignidad de un nuevo ser, y por eso nunca va a aceptar la soledad de la opinión formada individualmente, la escucha ecuánime de la opinión contraria, el estudio del conocimiento que aún le falta, las costumbres y los gustos diferentes a los suyos de esa temporada, que resulta que ni siquiera son suyos porque son, simplemente, los prescritos por los prescriptores. Todo eso es lo que caracteriza a ese personaje nocivo, infeccioso y temible que es el Paleto. Y hay que entrenarse para saber decirle que no, que diría un libro de autoayuda. Título del libro: «Aprende a decir NO (a un paleto)». Hay que entrenarse para dejar de ser cortés con un Paleto. El Paleto rompe todo, estropea, ensucia, degrada todo lo que toca, y hay que saber apartarse de él, diciéndole ese no, y para eso hay que entrenarse. ¡Pero recuerda! ¡Jamás confundas un rústico con un paleto!
- Y hay que entrenarse, por último, para hacer lo único que se puede hacer en presencia de un Paleto que, como hemos visto, siempre querrá ser el centro de todo y el único orador: hay que adiestrarse para ignorarle, para relacionarse con los demás y que él lo vea, para que no le quede más remedio que escuchar lo que otros dicen, aunque no se lo digan a él, para que se exponga, como el que se expone a la luz del sol, como mínimo, al modo de proceder y comportarse de los que no son paletos, porque sólo eso proporciona posibilidad de vivir a los que no lo son, y esperanza, es cierto que muy pequeña, vaga, floja, débil y coja, pero alguna, de que un día la simple contemplación de los humanos que viven con dignidad y decoro, rústicos o urbanos, le ilumine de pronto como un relámpago y comprenda súbitamente que tiene que hacer algo para salir de ahí y sobre todo para dejar de tocar los cojones a los demás.Y si eso se da, el mundo habrá ganado en Bien, Verdad y Belleza.