01 Feb Teoría del paleto 7
Jacob de Chamber
¿Así que… decoro cultural?
¿Qué será eso?, te estarás preguntando al leerlo. Pues sucede que es en el fondo lo que define a alguien como paleto o no paleto. Hasta tal punto que, pese a quien pese, moleste a los diccionarios a los que moleste, incomode a quien incomode, estamos a punto de proponer la calificación de decoroso como antónima de paleto. Iremos viéndolo, quizá.
El respeto o el cultivo del decoro cultural es en el fondo lo que caracteriza a alguien como más o menos paleto. Se entiende que el que menos respete este decoro, menos lo ponga en práctica y menos se exprese en él será el más paleto, si es que en esto caben cuantificaciones, que mucho nos tememos que sí caben. A propósito, hay grandes dictámenes, habitualmente proferidos mediante la técnica vocal del rugido, que condenan a cierto individuo a la calificación de paleto quizá sólo por un cierto elemento de su conducta, una sola cosa, una sola acción o un solo gusto o una sola expresión que, o cultiva asiduamente porque es de su gusto, o le viene de familia, o porque en una única ocasión le salió así, del mismo modo que los profesores de lengua y literatura (o los profesores de cualquier cosa, en general) suelen ser los ciudadanos con más problemas en su ortografía a causa de la exposición exagerada a la que se ven sometidos a las vejaciones gramaticales y las sevicias ortográficas que cometen sus alumnos y ellos se ven obligados a corregir: acaban contagiados de algo, como es inevitable. Pero con llamarles cariñosamente la atención se corrigen inmediatamente, por supuesto, porque conocen lo que hay que conocer y eso ha sido sólo un lapsus de los de verdad, un despiste, algo causado por la mera fatiga.
Los que faltan al decoro cultural no conocen lo que hay que conocer. De modo que no tienen lugar al que regresar una vez cometida su fechoría. Y por eso siguen adelante y adelante, y las hacen cada vez más gordas.
Por decirlo algo más claro: no existe el estado de paleto. Sólo existe la progresión del paleto. Un paleto nunca va a ser así de paleto ya para siempre. ¿Has visto a Arturo? ¿Sigue siendo un paleto de grado 18? No tiene sentido esa pregunta: si la última vez que lo viste era de grado 18, ahora será de grado 19 o de grado 20; o, si el arcángel Miguel, o cargo alguno en el que este haya delegado para la ocasión, se decide a hacerse presente entre nosotros, puede que haya emprendido el camino inverso y ahora nos lo encontremos siendo de grado 17 o 16 o puede que hasta 15. Pero obsérvese que seguimos en territorios indecorosos: si se es paleto, de ahí no se sale. No existe el paleto que yendo para atrás (Miguel, Rafael y Gabriel juntos y apretando, es de suponer) llegue al 0, y salte fuera, y comience una nueva vida de decoro y ciudadanía y decencia. Ya hemos explicado más arriba que de rústico se sale, si se quiere salir (que no hay por qué querer; algunos quieren y otros no); pero de paleto no se sale, porque este es como el campesino desarraigado del huerto a medio crecer de Wenceslao Fernández Flórez: cojito para toda la vida. Al querer salir de rústico antes de tiempo, y funcionar tanto con un pie en cada nación (la nación rústica y la nación ciudadana: ambas igual de dignas, pero ya sabemos que no así su hibridación), el paleto se ha quedado como desgajado, medio abierto como una tela rasgada irregularmente por su trama. Y eso no se zurce.
Pero no debemos olvidar que aquí lo primero es empezar a ver más claro qué es eso del decoro cultural, que tan importante parece que es en la definición de un paleto.
Veamos: ¿os habéis parado a recordar que uno de los primeros signos que os han hecho pensar de alguien que es un paleto es su afición y su insistencia en hablar de personajes famosos como si fueran conocidos, amigos, íntimos y veteranos en su vida, siendo por otro lado conocido de todos que ese famoso ni le conoce ni le recuerda ni probablemente le aceptaría más que un saludo en caso de cruzarse? Esto nos ayuda a comprender que el decoro cultural es una noción que tiene que ser conocida a través de las condiciones de su expresión en la práctica vital, a diferencia de la de, pongamos, Dios. Es decir, el decoro cultural va a resultar que consiste en el cumplimiento de una colección de medidas o normas o leyes o mandatos, como cada cual quiera enfocarlo, que es muy posible que la mera observación nos vaya ofreciendo. Ya tenemos el comienzo:
PRIMERA LEY DEL DECORO CULTURAL:
No digas que conoces a quien no conoces, ni que te conoce quien no te conoce.
No es tan difícil extraer la ley, a poco que nos detengamos a contemplar y reflexionar. Me parece que es inevitable que más adelante saquemos punta al rico universo de resbalones, bochornos y gilipolleces que se construye a partir del incumplimiento de esta ley. Pero seguro que muchos ya estáis sacando por vuestra cuenta la segunda ley, que sale de la primera con tanta suavidad como una tostada cae al suelo por el lado de la mantequilla:
SEGUNDA LEY DEL DECORO CULTURAL:
No digas que sabes de lo que no sabes, y que no sabes de lo que sabes,
que a algunos les parece algo más compleja por su segundo miembro, que no es exactamente traslado del segundo miembro de la primera ley, como es evidente: pero no es tan complicado, cosa que quedará clara con una ilustración que tenemos todos muy a mano: tú canturrea y con su música propia lo siguiente: «Buscando en el baúl de los recuerdos, uuuh», y alguien por las cercanías empezará a arrancarse con «cualquier tiempo pasado nos parece mejooor»; y si a continuación ese alguien sigue cantándolo o se ríe o te aplaude, es que es una persona decente y culturalmente decorosa; pero si muestra de golpe los gestos convencionales de aflicción semipolitizada y se lanza a una perorata sobre la necesidad de estudiar y conocer a los enemigos del progreso y a participar de las luchas antifranquistas encarnadas en esas canciones medio pop de los años setenta españoles y encima añade su lista de pruebas sobre cómo a él (¡o a ella!) sólo le gusta Frank Zapa o más todavía Joaquín Sabina… Ahí puedes darle al botón y congelar la escena. Estás ante un verdadero ejemplar de Paleto.
Pero hay más leyes, por supuesto. Estamos empezando a comprender que el Paleto es sencillamente un indecoroso. Y eso merece su inspección.