01 Abr Teoría del progre (2)
Teoría del progre (2)
Jacob de Chamber
Complicada cuestión, amigos: progresista y progre no son sinónimos.
Fijaos que tenemos que enfrentarnos a este lío: un progre sólo admite que otro progre le llame progre si lo hace en tono evidente de broma, y además da signos claros de que está dispuesto a recibir como respuesta el mismo insulto; pero un progre no admite de ninguna de las maneras que un progresista no progre le llame progre, porque en ese caso eso es como insultarlo de no progresista; estos progresistas, a su vez, se dividen en varias categorías, que no sólo admiten sino que exigen que se les llame progresistas, pero nunca nunca de todos los jamases admitirán que se les llame progre, y ni siquiera que se diga que fueron progres en el pasado, porque lo que fueron en el pasado, incluso todavía en los capuchinos con nueve años, era progresistas. Además, el progre de verdad sí que admitirá que le llame progre un carca (que es como se decía antes, y de momento lo vamos a utilizar: es que esas cosas de facha porque sí, de pepero porque también aunque no se sea, y no digamos ya esas basuras de franquista y afines no funcionan, no son verdaderas y además son pura pereza mental), porque cuando le llama progre un carca siente como si le estuvieran insultando por progresista, y suele responder con la lista de sus convicciones progresistas como con la intención de epatar al carca con sus ideas (que en la mayoría de los casos el carca comparte desde hace tiempo, pero esto el progre no lo sabe, ya veremos por qué), pero suelen añadir una cosa rara como «y no se crea, que me ducho todos los días»; por último, de momento, el progre no llama a nadie progre salvo en broma a un colega progre, porque siente que esa palabra, progre, sólo la usan los que él llama fachas o peperos o todo eso, es decir, los carcas (algo parecido a lo que les pasa a los carcas o algunos no tan carcas aunque simplemente conservadores, que se libran mucho de llamar facha a nadie, porque parece que el que insulta así a alguien es que es progre).
¿Es un lío o no es un lío? Definitivamente, qué valor tiene el que se propone descifrar este galimatías. Y ahí es donde entramos nosotros.
¿Qué es un progre?
Un progre es varias cosas, simultánea o sucesivamente. Pero en primer lugar, antes que cualquier otra, hay una condición común y general:
1- Progre es todo aquel que hace esfuerzos por ser progre.
Lo cual es importante y grave, porque ya veremos que casi corresponde con cierta subcategoría de la progridad.
Y que no es algo tan tonto como a algunos les parece. Porque, a ver, ¿a quién le puede interesar hacer esos esfuerzos más que a aquel a quien le parece que el resultado de los mismos es algo deseable, algo placentero y además (o principalmente) algo por lo que le van a aplaudir? Pues, en efecto, a alguien que de antemano ya tiene en sí, y manifiesta en una medida u otra, una tendencia al gusto por ciertas actitudes y ciertos objetos y, sobre todo, el deseo de que cierto sector de la sociedad, cierto grupo de personas, le manifieste su aprobación.
Esto nos lleva inevitablemente a desenrollar dos complicados tapetes sin los cuales no avanzaríamos: primero, qué son esas actitudes y esos objetos; segundo, cuál es ese sector de la sociedad, ese cierto grupo de personas cuya aprobación se busca.
Aunque vamos a ver inmediatamente que las cosas son más sencillas: porque un objeto muy principal de la adoración del progre es precisamente ese grupo de personas cuya aprobación busca. Es decir, que se muerde la cola gloriosamente y sobre todo nos simplifica un montón las explicaciones. Así que, tras la condición común y general que acabamos de enunciar, ya podemos exponer algún detalle más:
1 (corregido)- Progre es todo aquel que hace esfuerzos por conseguir la aprobación de cierto grupo de la sociedad tenido por modelo de lo progre.
Lo cual es importante y grave, como ya veremos al tener que detenernos en el concepto de sanedrín, o de gurú, o del más chulo.
Además resulta muy interesante, cuando te acercas con la lupa y el cazamariposas, comprobar que no siempre ni, de hecho, frecuentemente, ese grupo cuyo favor se desea es conocido por el progre. Quiero decir, conocido personalmente. El grupo domina cierto sector de los medios de comunicación, es ampliamente conocido y reconocido por la calle, y los telediarios, incluso los de las televisiones públicas, no dudan en saltarse a la torera todas las leyes de la competencia y del mercado para publicitar, como si fuera una simple información, sus últimas obras discográficas o literarias o pictóricas o alguna otra cosa. Es decir: es un grupo con poder, desde luego con posibles, y sobre todo con peligro (pero esto ya lo veremos dentro de unos capítulos). Puede que nuestro progre modelo no se haya cruzado con alguno de sus miembros ni una vez, pero da igual: actúa casi en todo momento como si el grupo le estuviera observando, o en el más leve de los casos como si luego tuviera que presentarse ante el grupo a dar cuenta y razón de su conducta y de sus palabras.
¿Dar cuenta de qué?
El lector habrá notado que estamos desde hace muchos párrafos a punto de entrar en lo que en cine llamaban una «panorámica descriptiva» estilo qué sé yo, Chávarri, o quizá Trueba-2, e ir mostrando uno por uno todos los objetos de la habitación mental del progre. Supondrá también el lector que no lo hemos hecho todavía porque de qué habría valido si no se ha reflexionado adecuada y agotadoramente sobre el Principio1 y el Principio 1 (corregido) que hemos expuesto. En resumen, el progre se debe al expediente que está presentando en todo momento o que fantasea que luego presentará a un sanedrín progre, ante el cual hay que presentarse muy seguro de no haber cometido ciertas faltas y al tiempo de haber producido ciertas virtudes. Ya iremos a ello.
¿A qué viene esto del sanedrín y del juicio y todo eso?
A la tradición que hereda el mundo progre, a sus ancestros y creadores, a sus marionetistas ocultos y a su oscura finalidad.
A que el mundo progre es antes que otra cosa un casino de moral y buenas costumbres.