Teoría del progre (9)

Teoria del progre-9

Jacob de Chamber

4- El progre que no lo es pero quiere serlo

Que es en el que por fin confluye todo, como ya estáis empezando a adivinar. Un drama, una tragedia, una esclavitud, un llanto.

Porque nuestro/a pobre/a amigo/a no ha tenido mucho donde elegir: probablemente desde su más tierna infancia, pero dejémoslo en su más tierna juventud, sólo ha conocido progres y semi-progres; sólo se ha movido por lugares diseñados por y para la cosa progre, aunque esto… ya nos adelanta el terrible final de todo y de nuestras pesquisas; pero no nos adelantemos, como hacemos siempre. Nuestro/a etcétera/o no ha visto a su alrededor más que cierta colección de conductas y de objetos y de acciones y de juicios, y sólo cierta colección, y ninguna otra, de aprobados y de suspensos, de calabacificaciones (o divinizaciones, según Séneca) y de condenas a personas, obras, sucesos, actividades, imágenes, sonidos y todo lo que a uno se le pueda ocurrir: desde plantas de interior (elegir estas es progre, pero aquellas otras no, salían el otro día en un reportaje de la casa de la Preysler -por ejemplo-) hasta sujetadores con o sin aros (algo parecido a lo anterior), y no digamos ya cuestiones como haberse comprado unas Wambas de las modernas, que no hacen rozaduras, para ir a la playa, o más bien unas Victorias, más o menos iguales, pero muy, muy distantes en calificación progre, no diremos ahora a favor o en contra de cuáles de las dos. Todo, todo, y nos quedamos cortos: TODO es progre o no lo es para el mundo progre cuando está bien tonificado e hidratado y la luna está acercándose a la fase de llena.

Pero.

A nuestro/a ciudadano/a X/Y, criado y educado rodeado de juicios progres (que lo eran en su momento, porque estos también cambian, ¡vaya si cambian!), resulta que le gustan las películas en las que salen gentes como Veronica Lake y no digamos Lana Turner sufriendo como locas, aunque a menudo soltando también un guantazo, pero al final rendidas y burbujeantes en los brazos de Rock Hudson o de Alan Ladd o Joel McCrea; le pirra Lana Turner o le pirra Joel McCrea, y no exactamente ni demasiado la Veneno o Willy Toledo. El trap no lo entiende, ni el rap, ni el reguetón, ni el hiphop en general, ni la música latina, y entre toda una fachada de 80 metros de esquina a esquina cubierta de grafitis más o menos espontáneos y un cuadro de Roy Lichtenstein pues qué se le va a hacer, no sólo se queda con Lichtenstein sino que casi cogería un cubo y una esponja y un disolvente y limpiaría las fachadas de tanto ruido visual y tanto Mueeellleeeee. Pero sabe que no tiene que ser así.

Él cree, percibe, intuye, calcula, sabe que peca. ¿Acaso va a acabar convertido en un banquero orondo de monóculo y puro con acciones en la Krupp y vendiendo cañones a quienes todavía no están en guerra pero ya se encargará él de que lo estén?

¿Qué le pasa, que por más que sabe dónde está lo bueno, lo bello, lo verdadero, su cuerpo le traiciona y acaba hundido en el fango del pecado, del mundo, del demonio y de la carne, y regocijándose en los placeres de una Tosca en la tele con un coñac con hielo, ¡o incluso de un documental sobre los Beatles!, cosas que nunca podrá confesar ante quienes él quiere que sean sus amigos, aquellos de los que él quiere ser amigo? ¿Por qué ese Willy Toledo le parece un bocazas e incluso un simulador provocador engañabobos desde que él mismo estuvo con aquella novia ocho días en Cuba y vio… lo que nunca tendría que haber visto si no quería perder la tranquilidad de espíritu? ¿Por qué, oh, gran Dios del Sinaí, tuvo que plantarse ante él esa hembra desnuda (o ante ella ese varón desnudo, o cualquier combinación) y hacerle vivir desde entonces con ese tormento en la imaginación que le quitó para siempre la virtuosa indiferencia hacia esos asuntos? Oh, Víctor Manuel, hazme casto, pero todavía no. Ah, que ahora Víctor Manuel…

Siempre pensó que la ópera era cosa de derechistas, más que nada porque lo oyó a otros que, como él, ni habían oído ni habían visto una ópera. ¿Y lo de irse a la playa una semana en plena canícula a aliviar un poco los calores? ¡Pequeña burguesía de mierda, manipulada por los fondos buitre propietarios de casi todos de los apartamentos de la costa!, se dice a sí mismo mientras termina por fin de deshacer el equipaje, ponerse el bañador y salir pitando a la playa de enfrente tras cinco horas de viaje en coche y localización del apartamento alquilado por Airbnb.

¡Naturalmente que es partidario de la escuela y la sanidad públicas! Ah, pero los programas de enseñanza…; en fin, es que los ha leído y no son precisamente algo que se pueda apoyar…; o sea, vaya, que entre eso y el prospecto de una locomotora de juguete no hay más diferencia que «la atención a la diversidad», y ni aun así es mucha… ¡Pero no! ¡Un momento! ¡Esto es desviacionismo!

¿Cómo desviacionismo? ¿Pero es que alguien dicta cuál es El Camino, y por tanto cuáles son Las Desviaciones?

Parece que sí. Pero la verdad es que nadie sabe muy bien quién. Hay una especie de movida tipo El hombre que fue jueves. Resulta que en este mundo progre todos, ya lo hemos visto, están muy preocupados por ganarse el favor de alguien progre; pero el origen de verdad, el origen del origen, el oráculo, la caverna con sulfurosos vapores, la zarza ardiendo… nadie sabe dónde está o en qué persona se manifiesta o quién es. ¿Cuál es la fuente de la que mana el diktat acerca de todo lo que hay que obedecer a cada segundo?

Nuestro/a pobre/a X/Y ya querría saberlo, pero no lo sabe, como no lo sabe nadie. Vaga por la oscuridad a tientas, como ese del Eclesiastés, y se tiene que conformar con los semigurús o subgurús más cercanos, pero ni aun así. Su vida es un permanente sinvivir, porque ya tiene añitos y ha comprobado que de natural de natural, lo que se dice de natural, no le sale mucho eso de ser progre. Pero, a ver: ¿dónde está escrito que sólo se pueda ser lo que a uno le sale de natural? Porque no es él/lla/llo un diktator, como esos que hubo en el pasado: echando el gurú M pestes, por ejemplo, del fútbol (opio de las masas, tal y tal) se descubrió un día una foto al azar de la presencia de ese M en la grada del Bernabéu (lo del Camp Nou era otro cantar, claro), y entre toses y ejems consiguió por fin poner esa sonrisa que pone un delegado sindical cuando le descubren el Audi Quattro y, tras ella, consiguió decir algo como «lo que les gusta a los obreros me gusta a mí», o frase parecida de dificultosa audición: (música triunfal) ¡Y desde ese momento ya se pudo ser progre y ver partidos de fútbol! Es decir: ya pudieron decir todos los progres eso de que venían viendo partidos de fútbol desde muchos años atrás; aunque en muchos casos añadían que solamente a partir de ese momento les había empezado a interesar el fútbol, por problemas de congruencia con otros juicios del pasado que ahora habría que encerrarse a estudiar a ver cómo casar. M diktator, pues: pero, ¿por qué? ¿Por haber sacado muchos años antes -muchos- un éxito más o menos rockero? Misterio.

Mejor agarrarse a lo cercano y tangible.

Pero un momento.

Eso del fútbol es que le salía a M de natural; que le gustaba y punto; que le divertía ver un partido de fútbol y no hay más que hablar.

O sea: lo que había pasado era que M había sabido convertir lo que le molaba personalmente en… Mundo Progre.

Ahí está la clave. Pero nuestro/a X/Y no sabe cómo hacerlo. Ahí está el pestillo. Y la mentira y la ocultación lejos de ser un arma para él se van a convertir en su escudo, en su protección, en su vida.