Cave, espinosa (8)

Cave, espinosa (8)

(No introducimos resumen de entregas anteriores por la facilidad de acceso a las mismas desde el Home)

(Cont. cap 2). 

-No se me habría ocurrido expresarlo de ese modo, pero la verdad es que es una forma muy acertada de decirlo. «Infinitos atributos» es una expresión que excluye, por definición, la posibilidad de que haya «otros» atributos que no se cuenten entre ellos. Por eso suelo decir también que Dios es un ser sumamente perfecto y absolutamente infinito. 9  No puede darse lo anterior sin esto, desde luego.

-Desde luego –mascullé como pude con la boca llena de col; yo me había señalado un rumbo y no quería que él se me fuera por otro-; pero lo que no entiendo es que si no quedan atributos para los otros, ¿cómo pueden ser esos otros? –eso era sacar el alfil.

-Ya sabía yo que usted tenía estudios: naturalmente, en la naturaleza no pueden existir dos sustancias, a menos que difieran en toda su esencia. Además, es necesario tener en cuenta que la sustancia no puede ser producida, sino que pertenece a su misma esencia el existir. Cuidado, por último, porque toda sustancia debe ser infinitamente perfecta en su género. ¿Ve adónde me encamino? Y lo que es más importante: ¿ve como no nos podemos encaminar a ningún otro lugar? 10 

¿Ves tú, querido amigo Alonso, hacia dónde estamos yendo? Sólo una sustancia. Si lo entendía yo, ajeno a estas materias durante tanto tiempo, mucho más lo entenderás tú sin necesidad de que reproduzca yo aquí el resto de las explicaciones de don Benito. Naturalmente: una sola sustancia. El que no lo vea es que está ciego. 

-Entonces –yo no quería agotarlo ahí-, ¿qué ha causado esa sustancia, si no hay otra?

-La respuesta es exactamente esa en la que está usted pensando: ella es su misma causa.

-¿Y las cosas? Porque hay cosas en el mundo. 

-Las cosas particulares no son sino afecciones de los atributos de Dios, o sea, modos por los cuales los atributos de Dios se expresan de cierta y determinada manera. 11  Eso es natura naturata; no pensemos en un Dios que echa a andar el mundo y lo abandona. Eso obligaría a pensar en un Dios y un mundo así de diferentes y de separados, como uno de los hijos de mis caseros que jugara con la pelota… Eso es una idea muy pobre y, sobre todo, no resiste el más mínimo análisis lógico. ¿Una sustancia? ¿Causa sui? Forzosamente, causa eficiente, nunca concluida e inmanente… ¿Cómo evitar lo que viene a continuación? Eso es, inevitablemente, natura naturans… Aunque no sé si ya estoy diciendo demasiado, y si a fray Tomás le interesa meterse en estas honduras… Ya me gustaría a mí no tener que aceptar esto que yo mismo digo, pero mi libertad de pensarlo es lo mismo que mi necesidad de aceptarlo. Una desgracia, capitán. Es una desgracia que, teniendo en su mano todos los triunfos de la baraja de este juego, los cristianos se distingan de los demás no por la fe ni por la caridad, ni por los demás frutos del Espíritu Santo, sino únicamente por la opinión; pues como se defienden, como todos los demás, con los milagros, o lo que es lo mismo, con la ignorancia, que es la fuente de toda malicia, convierten la fe, incluso verdadera, en superstición. Pero yo dudo mucho que los reyes permitan que se ponga jamás remedio a este mal. 12  Y como piden estas opiniones a los teólogos, antes que a otra cosa, temo que los teólogos de nuestra época se ofendan y me ataquen con el odio y la vehemencia que les es habitual, a mí que siento verdadero horror por las disputas… 13 

Súbitamente, el agudo don Benito, casi festivo mientras comía y explicaba sus ideas, había sumergido su mirada en un estanque de tristeza, y unos breves resoplidos parecían querer ahuyentar ratas o perros que aparecían amenazantes en las ventanas de su memoria. 

Apenas llego al meollo de la preocupación, y mira que ya hay suficiente para preocuparse. ¿Qué cara pondrán mis superiores cuando oigan lo que te acabo de escribir? ¿Qué puedo hacer para suavizar sus teológicas iras? Eso por no hablar de que nos hemos metido a repúblicas… En esas las tendremos tenebrosas. En la próxima espero concluir mi abuso de tu sabiduría. Debo poner esta camino de tu casa inmediatamente. Debo mudarme urgentemente. Noto no sé qué resoplidos en mi cogote que no me gustan nada. Te haré llegar mi nuevo paradero. 

Madrid, junio de 1678.

Del mismo licenciado

Al mismo capitán

Mi atribulado amigo:

Quizá tu intensa dedicación a oficios armados o a esas llamadas «misiones de información», que viene a ser lo mismo, te ha hecho alejarte de la práctica de la discusión lógica, retórica, metafísica y teológica; no veo yo de momento nada que justifique tus temores, y que no se practique a diario en esta universidad complutense y seguro que en mil otras. ¡A buenas horas no vamos a poder discutir libremente de los asuntos políticos como nos venga en gana! Ya está más que sabido adónde iría a parar la reputación de España, porque las naciones extranjeras y las enemigas dirían que poca fe puede darse de la palabra de nuestros gobernantes si a sus súbditos no se les permite hablar libremente. Rezongar es prueba de que hay libertad en el estado. 14 

Por lo demás, que don Benito piense esto o aquello acerca de su conocido Deus sive substantia sive natura… Pues que le aproveche, y que le aproveche también a quien piense lo contrario. No te van a hacer a ti reo de herejía ni te van a perseguir por nada que piense otro. En cuanto a las políticas, además, da la casualidad de que la única obra que conocemos de don Benito de Espinosa afirma con toda claridad que si un hombre sostiene que cierta ley es palmariamente irracional y, por tanto, defiende su revocación, pero mientras tanto no hace nada contrario a lo que manda esa ley, se merece la aprobación del estado, porque está actuando como debe hacerlo un buen ciudadano. 15 

No pierdas letra de lo que te escribo a continuación: en Dios vivimos, nos movemos y existimos. ¿Recuerdas quien escribe así? ¿De Espinosa, algún hereje? No: el mismo San Pablo, en esa obrita suya llamada Hechos de los Apóstoles, capítulo 17, versículo 28, que digo yo que te podrá servir como abogado si alguno de esos teólogos te incomoda. Ya venía yo diciendo que eso de las cartas se usaba de antiguo, ¿verdad? Esos Hechos de los Apóstoles son precisamente obra de un gran aficionado.

De modo que por ambas bordas tienes la nave defendida, de modo que suelta las velas, caza buen viento y llégate al final de la narración, que se nos va a venir el otoño encima como sigamos así.

Alcalá, agosto de 1678

(Continúa)