El profesor y los camaradas – 4

Obra dramática en un acto

de Rafael Rodríguez Tapia

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(Continuación)

ORTEGA.- Veamos: explicamos el Fedón, o por lo menos algunas de sus partes que en la actualidad nos interesan. Una parte de estas, y muy importante, es esa en la que Sócrates afirma que, contra lo que muchos creen, la verdad no está protegida por un argumento o un razonamiento único que elimina a todos los demás. Que no es tan fácil de encontrar. Que de todo puedes encontrar argumentos a favor o argumentos en contra, y que no van a ser estos argumentos, o razonamientos; o, dicho de otro modo, que no va a ser la lógica la que te lleve hacia el conocimiento. Pero, y esta es la clave, que no por descubrir esto tenemos que rechazar la reflexión.

SOLEDAD.- Se da la idea equivocada, pero muy extendida, de que es la reflexión o el razonamiento el que lleva al conocimiento; pero luego se encuentra uno con que hay argumentos para todo; y eso lleva a una especie de reacción en contra de todo lo que sea reflexión, vida intelectual.

ORTEGA.- ¡Ese es el misólogo! El que se pone a construir argumentos sin la preparación suficiente, y en consecuencia acaba enredado en ellos, y como reacción rechaza todo lo que sea intelectual. Dime tú si hoy tenemos o no tenemos de esto aquí en el zoológico en el que nos hemos convertido.

SOLEDAD.- Pero es que todo el mundo se cree preparado para construir argumentos y para la reflexión como si se naciera ya con esa técnica. Como si el solo hecho de hablar lo permitiera.

ORTEGA.- Igual que se cree dotado para las relaciones sociales sólo porque puede caminar entre personas. Pero, ¿ves una diferencia importante? El misántropo tiende a ser solitario, huidizo, pasivo. Sólo en casos muy extremos es agresivo o propone acabar con esa sociedad que no entiende, y entonces se le da otro nombre: psicópata, por ejemplo. Pero el misólogo no; el misólogo es gracioso, es simpático, se lleva todas las risas y los palmoteos del bar cuando propone que se fusile a los que reflexionan, o que se les ponga a picar piedra, que es lo que suelen decir. Les irrita el uso de la inteligencia, desprecian la existencia de las ideas, odian sin saber por qué al que pone las ideas por delante de la acción. Pero esto no son cosas nuestras, de los ablandados hombrecitos modernos. ¿Sabes que ya el libro de los Vedas dice que los hombres dependen de sus ideas, porque la acción sigue al pensamiento como la rueda del carro sigue a la pezuña del buey?

SOLEDAD.- Algunos damos importancia a las ideas y otros no se la dan. ¿Todavía te vas a enfadar por eso?

Del exterior llega de nuevo un estruendo como de tiroteo festivo y entusiasta y automóviles y  fragmentos de himnos que se acercan y luego se alejan velozmente. Por último, un automóvil parece no alejarse y oímos el chirrido de sus frenos.

ORTEGA.- Sí. Cómo no me voy a enfadar.

Ahora el estruendo se produce en la misma Residencia, fuera de escena. Golpes en las puertas, estrépito de mobiliario caído, carreras. En su alarma, SOLEDAD se apresura a encender la iluminación general, con lo cual el salón adopta su aspecto “real”.

ESCENA 2

ORTEGA, SOLEDAD, PETRA, EULOGIO, JUAN

ORTEGA se pone en pie, alarmado y torpe, al irrumpir en escena, por el pasillo de la izquierda, PETRA, JUAN y EULOGIO, con indumentarias irregulares y desiguales pero casi militares, PETRA con un mosquetón, y EULOGIO con un revólver bien visible enganchado en el cinturón. Este último cruza el salón, agresivo, hasta encararse con ORTEGA. 

EULOGIO.- ¡Viva la república de los trabajadores!

SOLEDAD ha corrido a interponerse entre EULOGIO y ORTEGA, pero no ha llegado a tiempo.

(Continúa)