01 Abr LA CULPA, EL COLECTIVO Y LA MENTIRA: OBJETO A BAUMAN (3)
Micaela Esgueva
En el final del franquismo, y muy cerca de aquel tiempo, en la dictadura de Videla en Argentina, se impuso entre los ciudadanos acomodados, apoltronados y tranquilos, ante la noticia de alguien conocido o cercano que súbitamente había desaparecido a manos de la policía, que «algo habría hecho». También recuerda la actitud que hoy conocemos que era extendida en cierto momento y en cierto lugar. Por eso he utilizado antes esa frase hecha. No creo que se trate de un fenómeno tan baladí como parece a primera vista. Yo veo en él el signo de la comodidad, desde luego; pero también el de la aceptación de la propia ignorancia. Y esto me parece más grave. «Algo pasará en la capa de ozono» cuando tanta preocupación causa (a los periodistas); «algo pasará con los transgénicos, cuando tan mal hablan de ellos» (los periodistas); «algo maligno tendrá el nuevo colisionador de hadrones de Ginebra cuando tanto temen de él» (los periodistas); «alguna razón tendrán aquellos para que su protesta nos la muestren tanto» (los periodistas); algo se les estará haciendo cuando… aquellos otros, que por esta vez no son periodistas (aunque alguno sí), se dedican a apalear, a exiliar, a humillar, a expropiar, a matar a otros al grito de «maketo». Sí, la palabra maldita es «divulgación».
No podemos admitir esto. Podríamos evitar pronunciarnos, escudados en que no hemos acabado de dilucidar si la verdad es alcanzable o no, o si hay algo que pueda ser considerado verdad, y si es el Espíritu Absoluto el que se manifiesta en ella, o quizá otra cosa. Yo propondría que el filósofo de mañana, a ser posible empezando hoy, acudiera a los físicos y a los observatorios y se informara de primera mano acerca del ozono; se acercara personalmente a los biólogos y estudiara el asunto de los productos transgénicos; que cogiera un libro o dos, a ser posible, y quizá a un amigo que le ayudara, y empezara a entender algo de física cuántica y de quarks; y que se acercara a la gente que protesta y también a la que no protesta, y que intentara vivir un año, o siquiera un mes en La casa de Aizgorri. Las protestas quizá dejaran de ser en la calle, o quizá tendrían otro contenido; me parece muy probable que el imperio de las mentiras iba a reducir su extensión, y con ellas el de la culpa que por mal atribuida no ha estado haciendo hasta ahora más que proporcionar combustible a los verdaderos culpables. Aquellos ilustrados de principios del siglo XX recibieron y admitieron lo que unos quizá también ilustrados pero evidentemente brutos decían sobre «las razas» humanas, y no sólo sobre la judía. Si alguien tiene interés en el asunto, puede comparar aquellos discursos con otros de hoy mismo y de mucho más cerca. Aquellos son rechazados por todos en la actualidad; casi por los mismos que escuchan con comprensión los que hoy se pronuncian casi con igual contenido, pero con publicitariamente sabia introducción de palabras tótem, fórmulas sagradas de venta segura que garantizan la adhesión de los bienintencionados. ¿Por qué no hay filosofía que analice este engaño en el que están cayendo tantos? ¿Qué Ser y Tiempo se está componiendo hoy que hace que todos apartemos nuestra vista de fenómenos que los filósofos del futuro no se explicarán que no fueran objeto de disección filosófica?
Sucede que hoy no hay modo de caracterizar de un plumazo la sociedad en la que tendríamos que hacer filosofía. Naturalmente que hay muchos a los que habría que advertir que la confianza ingenua en la Ilustración llevó a lo que llevó; pero al mismo tiempo hay muchos otros que hace tiempo que lo saben (y no me refiero sólo a los filósofos) y lo tienen en cuenta en su actividad: y es a estos a los que habría que construir una pista de despegue para que salgamos por fin de esta especie de atolladero post-Holocausto. Pero también sucede que, en cierto discurso, todos somos uno, y no sólo uno con nuestros contemporáneos, sino con nuestros antepasados. Así es más económico todo: el acarreo hacia las cámaras de gas, el desfile hacia las trincheras, y la atribución de culpa no general sino universal, y además trans-temporal: de modo que si la bomba te afecta o afecta a tus hijos, no está mal porque perteneces a un colectivo que con toda seguridad es culpable de algo, y así se ha hecho justicia.
Si evitamos examinar la culpa real de un individuo, pero hay crímenes por atribuir, inevitablemente estaremos cayendo en un crimen nuevo, que es la atribución de culpa a un colectivo. Alzarse contra ello no es escurrir el bulto: es intentar no hacer exactamente lo que hizo el nazismo, que fue por encima de todo una muy ilustrada y científica y organizada atribución de culpa a un colectivo.
(Continúa)