Arthur Schopenhauer: Schopenhauer. Notas sobre Oriente

Arthur Schopenhauer: Schopenhauer. Notas sobre Oriente. Edición de Giovanni Gurisatti. Trad. al español de Adela Muñoz Fernández y Paula Caballero Sánchez. Alianza, Madrid, 2011. (Págs. 17-18).

Que una cierta dosis de estoicismo puede ofrecer consuelo frente al destino no es algo raro, pero surge, la mayoría de las veces, de la carencia de sentimientos: a quienes se sirven de esta pequeña dosis les falta fuerza y sensibilidad ante los intensos sufrimientos del alma. Este estoicismo, sea obra de la razón o de la insensibilidad, puede ofrecer una buena coraza frente a los sufrimientos de la vida y procurarnos un presente más soportable, pero obstaculiza, sin embargo, la verdadera salvación, ya que endurece el corazón. Pues ¿cómo podría el corazón ser mejorado mediante el dolor si se halla rodeado de una pétrea corteza que le impide sentir la profundidad del sufrimiento? Y, sin embargo, es este tipo de mejora, de redención, de conversión de la voluntad, el más frecuente, al que he denominado δεύτερος πλοûς: es la senda de los pecadores, como lo somos todos. La otra senda, la del puro conocimiento, es aquella de los santos y representa la más rara de las excepciones.

Esta senda constituye el sendero angosto de los elegidos y, de no existir la senda de los pecadores, para la mayoría de la gente no habría salvación. Nos revolvemos con todas nuestras fuerzas contra esta segunda senda: nuestro objetivo es llevar durante nuestro breve periodo de tiempo aquí una soportable vida de jauja, la cual, incluso en el mejor de los casos, sólo podría ser muy mediocre, pero que nos resultará, en cualquier caso, preferible a la salvación eterna. Pero el poder misterioso, cuyas raíces se hallan en nuestro interior -un interior que nunca nos es conocido- y que dirige el destino del individuo, cuida mejor de nosotros en tanto deja crecer espinas sobre nuestro camino y nos manifiesta por doquier el sufrimiento redentor, la panacea del dolor, sea hacia donde sea que nos dirijamos. Por ello la vida, como un todo o como la de un individuo, consiste en una tragedia: el héroe sufre hasta que, purificado y radiante, aparta su voluntad del mundo.

El único estado de ánimo adecuado verdaderamente al ser humano de todos los tiempos es aquel cuya base fundamental es esta: me pesa de haber nacido. Sólo mediante este estado de ánimo se hallará en sintonía con el mundo que lo rodea y con el destino: al contrario del sapiens beatus estoico.