El clásico 12

Kenko Yoshida: Tsurezuregusa (Ocurrencias de un ocioso) (ca. 1344). Traducción de Justino  Rodríguez. Libros Hiperión, 1996.

 

(74)

Van en grupos, como hormigas, unos caminando alocadamente hacia el este y otros hacia el oeste; algunos corren hacia el norte, otros hacia el sur; los hay poderosos, los hay humildes; los hay ancianos y los hay jóvenes; tienen a dónde ir y un hogar al que regresar; al llegar la noche se acuestan, por la mañana se levantan.

Pero ¿por qué toda esta actividad?

Anhelan vivir muchos años y almacenar muchas riquezas. Sus deseos no conocen límite. ¿Qué buscarán cuidando tanto de su salud?

Lo que les espera es la vejez y la muerte, que viene con paso ligero sin detenerse ni un solo instante.

¿Qué nos podrá contentar mientras la esperamos?

El que vive pensando en las cosas del mundo, no la teme. El que vive ofuscado por los bienes temporales, no se imagina lo próxima que está.

El hombre insensato se apena al pensar que no puede vivir eternamente en este mundo. Desconoce la ley universal de que todo es efímero y perecedero.

 

(91)

Si contamos los planes que, puestos en marcha en días de buen augurio, nos han resultado fallidos, vendrán a ser tantos como los emprendidos en los días [de mal agüero].

Y la razón es que en este mundo las cosas son tan inconsistentes, y cambian tanto, que lo que vemos con nuestros ojos no se mantiene en su ser; lo que comienza no sabemos si llegará a su madurez; no podemos conseguir lo que nos proponemos; los deseos de nuestro corazón se van sucediendo unos a otros, y todo lo que nos rodea está integrado por fenómenos de momentánea existencia. Nada se mantiene sin cambiar en su existencia un solo instante.

(…)

Los buenos o malos augurios vienen determinados por los actos del hombre, no por los días.