El clásico 18

Tomás de Maquiavelo: El príncipe. Cap. VI: Sobre los principados nuevos que se conquistan con armas propias y con honor. Booket, 1998. Traducción de Mercedes López Suárez

 

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  1. Téngase en cuenta que no hay cosa más difícil de tratar, ni de más incierto éxito, ni más peligrosa de manejar, que ser el responsable de las innovaciones políticas.

 

Porque el innovador político tiene por enemigos a todos aquellos que sacaban provecho de las viejas instituciones, y tiene por débiles defensores a todos aquellos que podrían sacarlo de las nuevas. Dicha debilidad nace, en parte, del miedo a los adversarios que tienen la ley de su lado, y en parte también de la propia incredulidad de los hombres que no tienen fe en las cosas nuevas hasta que la experiencia no se lo demuestra. Ocurre entonces que los enemigos, en cuanto tienen ocasión, se organizan en partidos y se sublevan, mientras que la defensa de los demás es demasiado débil, de modo que siempre corre peligro. Por tanto, es necesario, si se quiere analizar bien este aspecto, ver si estos príncipes pueden llevar a cabo las innovaciones por sí mismos o dependen de otros; es decir, que si para ejecutar sus proyectos necesitan del consentimiento ajeno o los imponen con la fuerza. En caso de necesitar ayuda, acaban siempre mal y no logran nada, sin embargo cuando sólo dependen de sí mismos y los pueden imponer con la fuerza, no suelen correr ningún peligro.

 

  1. De aquí ocurrió que todos los profetas armados vencieron mientras los desarmados sucumbieron.

 

Porque, además de todo lo dicho, la naturaleza de los pueblos es muy variable, pues si es fácil convencerlos de algo, es difícil lograr que sigan en esa convicción. Por ello conviene estar atento para que, cuando hayan dejado de creer, se les obligue a creer por la fuerza. Moisés, Ciro, Teseo y Rómulo no hubieran conseguido que se siguieran cumpliendo durante tanto tiempo sus constituciones si no hubieran estado armados.

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