01 Jun José Luis Pardo: La Metafísica
José Luis Pardo: La Metafísica. Preguntas sin respuesta y problemas sin solución. Pre-textos, 2006. Págs. 39-40
El nacimiento de la metafísica en Occidente se confunde históricamente con el nacimiento de la razón, y acaso ello explique por qué esta doctrina ha sido casi siempre definida como una aspiración profunda -y profundamente legítima- de la razón, como un impulso natural. Y, como toda cosa que adviene al ser, la razón ha menester, para nacer, de un otro del que diferenciarse y frente al cual brillar. Según la tradición historiográfica, ese otro-de-la-razón es el mito.
Esta idea debe ser convenientemente puntualizada: siguiendo una inspiración nietzscheana, Francis M. Cornford inauguró a principios del siglo XX una línea de investigaciones sobre los orígenes de la filosofía griega que ha mostrado sin lugar a dudas cómo esta hunde sus raíces en las fuentes del pensamiento mítico-religioso que precedió en el orden cronológico al nacimiento de la tradición metafísica. Esta valiosa conexión genealógica nos ha liberado de la sospechosa tesis según la cual la razón habría nacido merced a un golpe de genio de unos pocos griegos ilustrados; pero, al mismo tiempo, ha puesto en el orden del día la labor de señalar -una vez restablecida la continuidad- las diferencias: explicar cómo se produce la secularización, la urbanización y la politización del mito hasta dar lugar al sistema conceptual que caracteriza a la filosofia.
El mito es la expresión cultural de una sociedad predominantemente oral, sin tradición escrita. Como tal, es una historia que relata la fundación de la sociedad y la fundación del mundo, y mediante el cual el grupo humano se reúne consigo mismo, se comunica con su ser y con el ser. Al relatar el mito, la sociedad revela a sus iniciados la ley, es decir, las «razones» de la conducta social establecida, expresadas no como respuestas a posibles preguntas -inimaginables e inefables- de los agentes, sino como respuestas dadas de antemano para cerrar el paso a cualquier pregunta, para impedir a priori, con soluciones de las que no es políticamente lícito (ni quizá psicológicamente posible) dudar, la aparición del vacío creado por un problema que se presentase separado de su solución.