Kant: Comienzo presunto de la historia humana

Kant: Comienzo presunto de la historia humana. En Eugenio Ímaz: Emmanuel Kant filosofía de la Historia. FCE, 1953. Trad. de Eugenio Ímaz. Págs. 84-86.

 

El hombre que piensa siente un resquemos que puede ser corruptor y del que está libre el hombre frívolo: a saber, el descontento, cuando considera los males que pesan sobre la humanidad y, a lo que parece, sin remedio, con la Providencia que gobierna la marcha del mundo. Pero tiene la mayor importancia hallarse contento con la Providencia (aunque nos haya señalado un camino tan penoso sobre la tierra), en parte, para que en medio de nuestras pesadumbres conservemos el ánimo, en parte, para que, con esto de echar la culpa al destino, no alejemos de nuestra vida nuestra propia culpa, que acaso sea la única causa de todos esos males, perdiendo así la ayuda que supondría el propio mejoramiento.

Hay que confesar que los mayores que pesan sobre los pueblos civilizados se derivan de la guerra y no tanto de la que transcurre o transcurrió, cuanto de ese rearme incesante y siempre creciente para la próxima. A esto se aplican todas las fuerzas del Estado, todos los frutos de su cultura, que podrían emplearse mejor para procurar una cultura mayor; en muchos lugares se hace ruda violencia a la libertad y el cuidado material del Estado por cada miembro se mudaen una despiadada dureza de exigencias, mientras se justifica todo ello por los cuidados del peligro exterior. Pero ¿encontraríamos esa misma cultura, esa estrecha unión de las clases de la comunidad para el fomento recíproco de su bienestar, esa población, ese grado de libertad que todavía queda, a pesar de leyes muy limitadoras, encontraríamos, digo, todo esto, si no fuera porque la tan temida guerra impone a los jefes de Estado este respeto por la humanidad? Piénsese en el caso de China que, por su situación, si bien puede ser víctima de un ataque inesperado, no tiene que temer a ningún enemigo poderoso, y en la que ha desaparecido toda huella de libertad. Por lo tanto, al nivel de la cultura en que se halla todavía la humanidad, la guerra sigue siendo un medio ineludible para hacer avanzar aquella; y sólo -Dios sabe cuándo-  después de haber logrado una cultura completa podría ser saludable, y hasta posible, una paz perpetua.