01 May Aquel pozo sigue produciendo pus impunemente
Varo Expolio
Una periodista catalana llamada Jùlia Bacardit ha prohibido por contrato que traduzcan sus libros al castellano. Ha añadido, al ser interrogada por ello, que su anterior cosa, algo de autoayuda o cosa parecida, sí que se tradujo y hasta se vendió más en castellano que en catalán, pero que ya no más. Que el catalán está «en franco retroceso» y no quiere colaborar; así que autoriza a que la traduzcan a cualquier otro idioma, pero que ya no al castellano.
Este caso puede que llame la atención por los tonitos bordes y algo así como, se diría, vengativos (aunque, como siempre en estos casos, cuesta localizar de qué sería la venganza); pero notemos sin complicarnos que pertenece a una colección de informaciones de las que en los últimos años vamos estando saturados.
Resulta que en nosedónde, probablemente en Moscú y a propósito de oponerse a la guerra contra Ucrania, algunos se manifiestan. A continuación van los antidisturbios y los hacen picadillo. Y entonces va ese Junqueras y en una rueda de prensa lo comenta y añade que en Cataluña tienen «tres cuartos de lo mismo». Algo así sólo lo puede comentar alguien que toma al resto de la humanidad por idiota, o que es idiota él mismo. No vamos a aburrir al lector con una relación caso por caso de todos los casos que podrían venir a cuento aquí, porque probablemente la conoce y tampoco serviría de mucho. Nos interesa que en la actualidad parece que ya nadie reacciona oportuna y proporcionadamente a estas agresiones a la inteligencia, a la convivencia y al respeto entre personas. A menudo, y cada vez más, se tiene la impresión de que una especie de Diosa Impunidad ha caído sobre nosotros, pero una Diosa Impunidad en todo caso sesgada, maniática y partidista. Como ya se ha comentado por aquí en diversas ocasiones, se puede llamar con total soltura «asesino» y hasta «fascista» a cualquiera que no sea de tu agrado, siempre que ese no sea de izquierdas; a uno de izquierdas no le puedes llamar ni tontolaba, qué digo, ni siquiera tonto, sin que te caiga un huracán de amenazas de querellas y una catarata de prosa calificativa que se diría quizá sólo justificable si hubieran descubierto que eres un landrú; y, aun así, con reparos.
Pero esto de la impunidad es verdad que ya lleva años cocinándose. En realidad, décadas, pasito a pasito, caso a caso, agresión a agresión. Así que quizá no es que sea este un momento especial en el que tengamos que asombrarnos. Lo que sí sucede ahora es que en España esta aberración se ha ido concentrando alrededor de dos o tres núcleos, y lleva trabajándose ahí ya desde hace tiempo. Y lo que al principio fueron pequeñas avispas que molestaban al pasar, hoy son un enorme avispero inmanejable, infeccioso y vampirizante.
Y, en el fondo, ese poder político que procede una y otra vez a esa vampirización, no hace otra cosa, queriendo quedar como amiguete, que quedar como el clásico imbécil ibérico que algunos de esos abusones han venido desde siempre diciendo que somos los españoles. Nos sacan las tripas y encima les pagamos. ¿O cómo entender que haya turbas -admitamos tal denominación tan querida de, digamos, la prensa catalana- clamando por declarar fascista y asesina oficialmente a la presidenta de la comunidad de Madrid por el 1% de ITP, pero que se quedan mudas, y más que mudas hasta asienten comprensivas cuando los caraduras del PNV sacan al gobierno central la excepción para su territorio de ese llamado «impuesto a los ricos»? Y aquí no ha pasado nada. ¿Y qué hacer con las pensiones vascas, las más altas de España, pagadas íntegramente por los impuestos -sí, impuestos- de los ciudadanos del resto de España, y aun así tener que oír irrintzis y bertsos contra el ladrón español? Y aquí siguen las turbas esas sin decir esta boca es mía; boca que, en un momento cercano, emplean para empezar a gritar en contra, una vez más, del gobierno autonómico madrileño cuando se produce uno más de los habituales mogollones en los trenes de cercanías… hasta que algún valiente les recuerda que esos trenes dependen del gobierno central. Pero de momento ya han soltado bilis, que a lo mejor era de lo que se trataba. Los asuntos NO catalán y vasco sino DE LOS POLÍTICOS CATALANES Y VASCOS son núcleos muy importantes de esa actividad infecciosa e impune, que no se explican solamente acudiendo a las necesidades congresivas del actual presidente del gobierno y su obligación de ceder y ceder en todo lo que le planteen, a cambio de votos en los plenos o en las comisiones. No: todos los gobiernos, más o menos, dada la deficiente delineación del sistema electoral español, han tenido que dejar que grandes zonas de la legislación española fueran dictadas por esas pandillas de políticos malhechores y paletos, sin el más mínimo sentido de lo público, ni de su responsabilidad como cargo, ni de la sociedad, y atentos sólo a contar el número de veces que su región o ciudad o comarca o barrio salía en los telediarios, y especialmente cuántas veces salía y se mencionaba más que lo que salía mencionada esa cosa rara que llaman «Madrit» o «Madril», y que la verdad es que nadie sabe muy bien qué es, porque desde luego no se corresponde con la realidad.
Aquí hay una cosa al fondo que parece que sólo los más eruditos (pero parece equivocadamente) o, en ocasiones, los de simplemente una buena cultura, conocen y pronuncian (en general ayudados por un buen alcohol y tras haber comprobado la lejanía de cuñados de provincias): el carlismo. Pero cómo nos vamos a enrollar ahora con el carlismo; aunque haría falta arrancar esa costra de una vez y limpiar lo que hay por debajo y echar agua oxigenada y airear y dejar que por fin cierre bien. Pero no, cómo nos vamos a enrollar ahora con eso del carlismo. Dejémonos de palabras más o menos extravagantes, y miremos simplemente a la realidad de ahora mismo: la santurronería meapilas clavó sus garras de rapaz hace ya mucho en este país de trocitos, viendo en él una buena presa de la que alimentarse. Y por más que ocasionalmente ha habido buenos momentos en los que parecía florecer por fin el fin de ese dominio, el conjunto dibuja un panorama, y la actualidad lo confirma, de matonismo y desvergüenza y manipulación para perjuicio de todos menos de ellos, precisamente las regioncitas más reaccionarias del país de trocitos, que, eso sí, han sabido apreciar que la mejor venta la realizas si te presentas con las otras palabras, las del «progresismo».
Lo peor, posiblemente, es que pasa como con el MinIgual: que cada vez que abre la boca o se mueve un milímetro, lo hace tan rematadamente mal que sólo consigue que se afilien más y más multitudes a la causa contraria. Estas regioncitas reaccionarias que tanta ilusión crean en quienes alucinan con la posibilidad de crear Vaticanos Cantábricos o Vaticanos del Besós lo hacen tan mal tan mal tan mal, desprecian tantísimo la inteligencia de sus abusados, esos a los que a menudo llaman «ibéricos» (como si ellos fueran uigures, no te digo, o manchúes), es decir, españoles, que creen que somos tontos y no les vemos las jugadas y los ases en las mangas y los triles con los vasitos. Y, en consecuencia, lo que consiguen, a base de exagerar (lo de pedir legislación penal especial y sobrevenida para sus delincuentes una vez condenados debería estar siendo un escándalo monográfico en la ONU, por ejemplo) sus «progresistas» peticiones «diferenciales», es que las gentes estén empezando a apuntarse ya en grandes números a las filas de los que creen que toda esa sinvergonzonada no es más que consecuencia del régimen autonómico español, y que más nos valdría, si queremos volver a la decencia, echar abajo todo ese cuento de las autonomías que no ha valido más que para aumentar las burocracias, en general, y para que les paguemos las pensiones a los de ciertas regiones que no colaboran con el resto ni para la compra de lapiceros para los preescolares.
A lo mejor se puede decir así: están rompiendo el juguete, nadie les está frenando, y que nadie se extrañe en un futuro cercano si crece el cabreo. Hay mucho pus ahí, y nadie está explicando suficientemente por qué no se limpia.