Diarrea del legislador, suma y sigue

Micaela Esgueva

¿Prohibido quemar rastrojos? ¿Sí? ¿No es una broma? Si hasta yo, que soy más urbanita que los adoquines de la Cibeles, sé qué es eso de quemar rastrojos y desde cuándo y por qué y para qué se hace. ¿Es que no hay un filtro de cordura en algún lugar de la legiopoiesis que nos abruma? Ah, ya oigo: es que soy tonta, y además no lo suficientemente recién llegada como para saber (acabo de emplear una retorcida figura retórica) que algunos de los incendios forestales o más o menos forestales comienzan en esta quema de rastrojos. Si llevamos viéndolo toda la vida: a alguno (hay que subrayarlo: a alguno) se le escapa la movida, o le cambia el viento a media faena, o simplemente es un dejao, y se le van las brasas volanderas hacia el pinar de ahí al lado, y ya se ha se ha montado el follón. Pero atentos los legispoetas: ¿a cuántos no les sucede esto?

De todos los adelantamientos que se hacen diariamente en las carreteras españolas de segundo y tercer orden, que probablemente algún majara tendrá contados, pero que no hace falta llegar a ser tan majara como para suponer que serán varios miles, ¿cuántos acaban en accidente y tragedia a causa de que el adelantador apriete un pelín más para reducir el tiempo de adelantamiento a 20 segundos o la distancia del adelantamiento a no más de 200 metros? Que conste que lo mencionamos de memoria: estas medidas de 20 segundos o 200 metros son las que estudiamos en su día, allá por la Edad Media, pero creo que las cosas venían siendo más o menos así, segundo arriba, segundo abajo, ¿no? Los que viven en los centros de las ciudades, o aunque sea en las periferias, pero vean el mundo desde sus «mullidas oficinas» de la administración, puede que no se hagan idea de la galaxia de vehículos (más o menos un tercio camionetas y furgos varias, y como dos tercios de turismos) que se lanzan a los caminos, por ejemplo, en los alrededores de Murcia y Alcantarilla y Cartagena; o de Elche y Alicante y Alcoy; o del Maresme en general, que ya es todo uno; o no digamos en la Galicia sureña, en la que cada curva es una huerta y cada barrio un polígono industrial; ¿y habéis visto las ciudades andaluzas y sus periferias? ¿Y las vascas? Y cualquier lugar: para bien y para mal, la actividad económica del país número 12 o 14 del mundo por PIB tiene una de sus patas en el transporte menor y cotidiano por carretera (y en los demás más o menos igual, pero hablamos del legislado por nuestros legisladores). ¿De verdad los que no conducen pueden imponer sus ocurrencias de mesa y moqueta a los que conducen todos los días cientos de kilómetros, y cambiarles de pronto una de las normas más razonables de la conducción, la posibilidad de sobrepasar un poco el límite de velocidad general durante un adelantamiento, para hacer este más corto? De momento, lo han impuesto.

 

– No os veo hoy muy ganándoos el puesto; no sé si va a haber que pensar que ya no estáis aquí a gusto; oye, que os doy salida en un momento, ¿eh?

– No, jefe, es que ya no se nos ocurre nada más…

– Pues eso digo: aquí estamos para que se nos ocurran cosas. Y si no, puerta.

– No, espere, jefe, ¡ya lo tengo! ¡El abrigo!

– ¿El abrigo? ¿Cómo que el abrigo? ¿Te vas ya? ¿Llamo a personal para tu baja?

– No, que ya se me ha ocurrido la de hoy: el abrigo. ¡El abrigo seguro que molesta para conducir. Y a poco que lo estudiemos podríamos establecer una correlación de Rossby entre esa molestia y el número de accidentes con abolladuras!

– Hummm… No está mal, no está mal. ¿Escucháis, los demás? ¡Eso es lo que quiero! Así que correlación de Rossby, ¿eh? Sueltas eso en la rueda de prensa y se cagan la pata abajo. Desarrolle más eso, cuéntenos.

 

Y así, de pronto, tras unos cien años de conducción de los más variados tipos de vehículos, y tras los últimos veinte o treinta del actual tipo y formato de vehículos, sin que nadie haya podido observar ni establecer conexión alguna entre conducir con abrigo y el número de accidentes… se decreta que a partir de la medianoche de hoy, cuando la luna entre en conjunción con el planeta Kripton y los vampiros hayan vuelto a sus castillos, estará prohibido y multado que el conductor de un vehículo conduzca con el abrigo puesto. Sí, por si algún lector no conduce o conduce pero es normal y no se ha enterado de esto, no es una broma. Es una norma secretada por la Dirección General de Tráfico hace pocos meses. No aclara la norma qué es eso de «abrigo», y si un jersey gordo abotonado por delante lo es tanto como un abrigón de lana hasta los tobillos estilo años cuarenta, o si un pequeño anorak de esos que no pesan es lo mismo que un dos cuartos militar o un chaleco plumífero, o qué: simplemente, abrigo.

 

– Buenos días, caballero, deme su documentación, ¿sabe por qué le hemos parado?

– Pues buenos días, pero… no. Yo diría que he hecho aquel stop, y que no he pisado la raya continua, y que no he pasado de la tercera velocidad…

– Nada de eso caballero, todo eso está bien. Es que hemos observado desde la lejanía, y ahora lo comprobamos más de cerca, que está usted conduciendo con abrigo.

– ¿Con abrigo? Pero si esto es una camiseta de star wars que me regalaron mis hijas en mi cumpleaños.

– Lo es, desde luego, y así constará en el atestado. Pero camiseta o no camiseta, le está abrigando a usted, y usted está conduciendo, y eso infringe los artículos 87.043 al 96.214 del nuevo código de circulación.

– ¿Qué me dice?

– Lo que oye. Así que lo siento, caballero, pero le tenemos que poner una multa de varios cientos de avemarías y una contribución de sueldo y medio a la caja de los altos funcionarios de la DGT para las cestas de Navidad.

– ¡Pero si soy autónomo y no tengo sueldo!

 

Es como una manía de loco imaginativo el legislar sobre realidades que no se conocen. Es como una merma intelectual de muchos legisladores el suponer que una realidad humana vital es el esquema que uno imagina que es, y no una trama siempre compleja e indescifrable en su conjunto de variables, unas pocas controladas y la mayoría descontroladas.

Pues no te digo ya lo que han hecho con la enseñanza. Pero para eso está nuestra compañera Isabel del Val. Que quede constancia de que algunos la oímos y la escuchamos y la leemos y sabemos bien que, para legislar sin conocer, los legisladores sobre la enseñanza.

No vamos a repasar más granjas, porque tendríamos que recorrerlas todas: ¿así que prohibido quemar rastrojos? Aparte de la primera pregunta, que es «¿y ahora qué proponéis que se haga con esos rastrojos?», se nos ocurren muchas más. ¿Sabéis cuántas toneladas de rastrojos se producen en las siegas o cosechas así de cereal como de frutales y otros al año en España, ahora no recuerdo si segundo o tercer país europeo en producción, por ejemplo, de ese cereal?

Mejor: ¿alguien ha estudiado algo el tema antes de ponerse a cagar leyes para regularlo?