15 Mar Dos o tres cosas acerca de una entrevista a Gregorio Luri en El Mundo
Hemos leído hace unas semanas una entrevista que Luis Alemany, de El Mundo, le ha hecho al filósofo navarro Gregorio Luri. Y nos ha parecido una entrevista de las buenas, con un periodista que sabe de qué habla y un entrevistado que no tiene miedo a decir lo que le parece. Y dice algunas cosas que, él lo sabe muy bien, le ganan un buen saco de puntos negativos en la clasificación que hacen Los Inmortales; pero eso no parece importarle y, por lo que nosotros sabemos, suele ser signo más bien de estar en lo cierto o por lo menos en lo decente.
Son muchos los aspectos que nos han parecido reseñables de esta entrevista; son muchos los asuntos que toca o por lo menos menciona Luri. Para empezar, quizá el titular no es el más acertado en un periódico generalista: «La vida está para ser vivida, no para ser pensada». Salta a la vista que un rústico podría sacar, y seguro que unos cuantos han sacado, que han triunfado sus tradicionales tesis (las del rústico) en relación con la idiotez y la inutilidad de la filosofía, y que de qué servirá tanto pensar, que, total, para 300 que lo leen, etcétera. Bueno, el mismo hecho de que se trate de «prensa general» pide y a un tiempo hace peligroso ese tipo de titulares. Da lo mismo. Como decimos, a cada intercambio entre Alemany y Luri se toca un tema de los densos y, dado el espacio de página y media (que ya es mucho en estos casos, pero es poco), la mayoría apenas quedan enunciados. Pero nos gusta que se enuncien, porque entre shakiras y tamaras no está mal que pasen por delante de los ojos, interrumpiendo, algunas cosillas de estas.
Por ejemplo, al final y muy brevemente se hace mención a Benedicto XVI, y por fin podemos leer en un medio confeccionado para el público cosas como «Cómo no iba a verlo con buenos ojos, si fue el primer papa que se puso a dialogar con Nietzsche. No para llevarlo a un índice de libros prohibidos, sino para decir que el cristianismo se fundó en tensión con la filosofía». Cualquiera que se haya leído por pura decencia intelectual tres o sólo dos, o puede que sólo un libro del recién fallecido Benedicto XVI sabe que con eso Luri está expresando la opinión de muchos, sobre todo no creyentes ni religiosos pero sí de medianamente informados para arriba, opinión que ha sido silenciada desde que ese papa subió a la silla y hasta el día de hoy, cuando ni siquiera a su muerte se ha aflojado el dogal de las ortodoxias periodísticas o algo así sobre lo que es opinión de obligado cumplimiento: Benedicto venía del tribunal heredero del heredero de la Inquisición, y eso ya le hacía malote, y desde luego no progre. Y esos progres que no se sabe por qué lo son o por qué se dicen tales, salvo porque en su día se sacaron el carnet y con eso basta para serlo siempre, andaban muy atribulados examinando si este o aquel papa, que es un cargo, una función y un personaje se diría que tan lejanos a sus intereses como pudiera estarlo el de subsecretario de abastos de Vladivostok entre 1860 y 1872, eran o no unos papas guays y unos tíos algo así como de los nuestros. Un día habrá que estudiar la obsesión del Mundo Progre Cañí (MPC) con eso de si este papa mola o aquel otro papa no mola. Pero, colocándonos ahora con franqueza entre los que no tenemos ni demasiado ni poco de creyentes e incluso ni de religiosos, aplaudimos que por fin alguien como Luri haya tenido la sencillez, o quizá a estas alturas es desfachatez, de decir algo así, que en realidad es nuestra opinión y la de muchos que conocemos: pedazo de intelectual Benedicto XVI, y muy otro gallo hubiera cantado en esa Iglesia y en occidente en general si los de MPC (y también el no cañí) se hubieran dejado de gilipolleces partidistas y se hubieran dedicado a leerlo. Hombre, convertirnos no nos habríamos convertido ni siquiera los que no somos de ese MPC, pero es que ni andamos buscando eso ni Benedicto XVI, mira por dónde, tampoco. Pero sí, siempre andamos a la caza de nuevos interlocutores con inteligencia y cultura suficientes para que no nos suelten bobadas de catequesis, sea esta del signo que sea.
Otra cosa que nos ha sorprendido encontrar en esta entrevista ha sido la noción de la que parece surgir ese titular algo resbaloso: «Hoy vivimos en una constante problematización de todo, en una problematización que consideramos noble porque parece que expresa un supuesto pensamiento crítico». Acaba de comentar el filósofo las diferencias que hay entre aquel ser humano de hace décadas que, con el título de madre, soltaba un zapatillazo en el culo de sus hijos, y a otra cosa mariposa, y los padres de hoy que se reúnen en asamblea culpable sólo por haberles elevado un poco la voz. «La realidad es que esa problematización nos aliena de la experiencia de la vida, de lo concreto y de lo inmediato. (…) Por eso defiendo en mi libro que la principal labor de la filosofía es hoy recuperar el mundo de la vida (…).» Y aquí hemos llegado «por la invasión de ideologías que han considerado que el mundo de la vida era una realidad alienante para la que abrirían salidas.» Es claro que en esas dos o tres líneas se compactan años y años de lecturas, y se podría decir que también años y años de reflexión sobre esas lecturas y también sobre las experiencias. Por ejemplo, la experiencia de contemplar qué hacen tantos, cómo usan tantos su tiempo tras las lecturas. Puede que, a la postre, ese titular no sea tan resbaladizo, porque en definitiva expresa lo que vamos a considerar «una legítima queja» de la población semiculta (cuidado: RAE dixit; no nosotros) ante el espectáculo que suelen dar los personajes esdrújulos, en general de ese MPC pero no solamente. A este respecto, la responsabilidad del desprestigio de la filosofía y de la reflexión no tiene cuartel donde guarecerse, porque frente a ese MPC no se pueden poner muy chulitos los del otro extremo, que para entendernos llamaremos de momento Mundo Meapilas Cañí, o sea MMC. Oh, ahora que nos damos cuenta, resulta que casi siempre es difícil de distinguir el MPC del MMC: lloriquean igual, desconocen igual, simplifican igual, y se arrogan similar contacto con una cosa que suelen llamar La Verdad y, sobre todo, regañan igual a quien no se conduce como para ellos es correcto conducirse. Y estos regaños, en ambos casos, vienen por lo mismo: eso de «problematizar todo y a todas horas» da esa especie de prestigio de tener un pensamiento crítico (sí, lo que dice Luri). Estamos hablando, por supuesto, de las famosas y tan didactizadas «filosofías de la sospecha», esas tres (hay alguna más, pero ahora no nos vamos a liar con eso), que parece que son las que nos enseñaron a todos a eso, a «sospechar» que lo que se ve NO es lo que hay, porque la verdad de verdad, te lo digo yo que soy más listo, es otra cosa que tú no ves y que va por debajo. Pero «esas tres», con ser a estas alturas un auténtico coñazo cuando las enfocan así (por sí solas ni lo son ni lo dejan de ser; anda que no hay tela que cortar, y de la buena, en todas ellas) suelen ser las que pagan los platos rotos; cuando mira que no hay antecedentes de arrogancia y «sospecha», por poner un ejemplo así como al azar, desde el primer jesuitismo de las conjeturas pecadogénicas, o incluso antes. Cómo hacen echar de menos aquella fundación del gran cinismo moderno con su «Señor, hazme casto, pero todavía no». Muy del MMC; quizá es al contrario en el MPC: Señor, hazme odiar los automóviles, porque contaminan, porque son signo de la ambición pequeñoburguesa, porque son capitalismo, pero luego, cuando sea más viejo, ponme un Peugeot 709 o aunque sea un Hyunday Tucson a mi mando. Mira, esta entrevista nos ha hecho acabar descubriendo el cinismo inverso, ¿no?
Bonita iniciativa la de esta entrevista, que se sale de los carriles que de tan tópicos se diría exclusivos cuando se trata de «un filósofo» (Savater, Sádaba, Marina, Valcárcel), y que además incluye y expone algunos atisbos de ideas que no suelen exponerse en prensa: «yo me considero conservador, no de derechas», por ejemplo. «Que la universidad sea un lugar con problemas de libertad de expresión…», también. Al final, todo gira alrededor de esas «cosas» que reclamaba Ortega para la filosofía. Esas «cosas» no son otras cosas que la vida, o viceversa, la «vida» no más que esas cosas. Ahora, a buscar todos cuánto de la reflexión es también «una de las cosas de la vida», y desde qué punto es simplemente metafísica recreativa (o sea partidista). Un pasatiempo, entre sudoku y sudoku.