15 Jun Una propuesta léxica (manchega, por supuesto)
Andamos siempre a la caza de curiosidades y lecturas raras, aparte de las de siempre. Y ya sabe nuestro lector que aquí somos tan raros como para tener diccionarios como lectura habitual: las esperas de los médicos o de las miles de burocracias que nos tiranizan son buen lugar para ello, pero también ese rato perdido que otros dedican a zapear en la tele.
Y lo que resulta es que te encuentras de pronto con un montón de cosas por traer a este Leedor para comentario y regocijo, y te lías, y te tropiezas a ti mismo, que no es uno sino varios, y al final no se sabe qué sacar. Pero hoy vamos a ser breves porque la cosa, en nuestra opinión, lo merece. Primero, porque es una joya léxica a medio camino de la antigüedad de anticuario y de la actualidad expresionista cruda. Segundo, porque abre campos de significado que hay que compartir, por ejemplo con vosotros lectores, para usarla y usarla y pulir y añadir y abrillantar y ampliar sus contenidos. A lo mejor, conociéndonos, ya sabéis que vamos a tirar una vez más, tal como prometimos hace tiempo, del nunca suficientemente alabado Cómo habla La Mancha, de José S. Serna, de 1974.
próspero, ra. adj. //2 Aplícase por el vulgo a quien, sintiéndose importante, reacciona violentamente cuando alguien se le opone. «Don Damián chilló, poniéndose muy próspero.» (Cfr. DRAE (…): «Se le aplica al hombre que súbitamente y sin grandes motivos se enfada».)
¿De qué estamos hablando? ¿De un tío con eso que se llama trastorno límite de personalidad? ¿De ese ricacho de la comarca que cree que por serlo tiene más derecho que otros a gritar? Parece que la cosa va por ahí. «Ponerse muy próspero» parece emparentado con esa región del idioma en la que habitan los que se dan pisto, los que se dan humos, el ringorrango y otros primos carnales y segundos como subírsele el humo a uno, vender humo y tantas otras.
Se puede tirar de los sembrados de esos campos semánticos y llegaríamos a cubrir hectáreas. Pero nos interesan, como siempre, la mirada y la voz directa que se imponen al final en esta región manchega que es una región como salida de una novela, si tenemos que explicarnos el uso tan peculiar y original, pero tan transparente, que hacen del idioma. No agotaremos ahora eso, por supuesto. Pero es que es fascinante cómo la misma región que no tiene remilgos en denominar pollo pistero o pollo de pisto al pobre niño muerto de menos de un año, con crudeza y puntería y sin llantinas, usa mientras tanto expresiones que casi rozan el cultismo, y desde luego son conceptistas a más no poder, como este próspero.
«No te pongas próspero»: no te sulfures. Ya se sabe que sólo puede gritar a sus iguales, o los que se pensaban iguales antes de los gritos, el que tiene más poderío, porque si grita uno que no lo tiene va a acabar pagando caros sus gritos. Pero próspero es más cosas que adinerado, y muchas más que el descarnado esqueleto que registra la RAE.
Y, sobre todo, si hasta ahora no hubiera sido todas esas cosas más que decimos, lo tendrían que ser a partir de ahora: ¿o es que no estamos en la época de la floración de prósperos por miles y hasta por decenas de miles, que en cuanto alguien les contradice en un pequeño detalle, o incluso simplemente les informa de algo que evidentemente no sabían, se ponen a chillar desaforados y desde luego como ofendidos, o como representantes de poblaciones enteras de ofendidos, que él supone que existen pero que en realidad no sabe si existen? ¿Y quiénes son estos prósperos que florecen en la actualidad como amapolas en un trigal, como estornudos bajo el polen, como bacterias en el estiércol?
Lo has adivinado: ese ganado heterogéneo que ha conseguido ganarse la vida gritándose en público, «sintiéndose importante», y «sin grandes motivos»: tertulianos televiseros, especialistas de cualquier cosa, enfadados porque sí. Y a la cabeza de ellos, los candidatos a puestito político, o los ya confirmados en algún carguito, aunque no sea público sino solamente de interioridades cutres de los partidos y sindicatos: los herederos sin saberlo (algunos sí lo saben, claro) de los fray Gerundios de antaño, ahora sin sotana iracunda a la vista, o casi sin sotana.
Así que a lo mejor podríamos resumir todas estas descripciones, y enterarnos bien cuando tengamos que hablar sobre ellos, llamándolos los prósperos. Una tertulia de prósperos. Un programa de prósperos. Un debate, un mitin, un coloquio de prósperos.
Concejales, temblad. Tenemos una nueva palabra para seguir mofándonos de vosotros.