PERO CÓMO ES POSIBLE, PENDERECKI

PERO CÓMO ES POSIBLE, PENDERECKI

¡Vamos! Mira que morirse el marzo pasado, ¡marzo de 2020!, una mierda de año para morirse. Que se lo pregunten a nuestros amigos muertos, a nuestros familiares muertos, a los muertos. ¿Él, que nació en uno de los años más de mierda para nacer, nada menos que en 1933 y en Polonia, y ha pasado por todo lo que ha pasado, y va y palma en marzo del año de mierda de 2020? Hemos tardado todo este tiempo en superar la ira y la indignación y por fin no nos cargamos las teclas de puro aporreo cuando empezamos con él, y vamos a ver si esta vez conseguimos llegar al final.

No sabemos mucho de ortografía polaca, así que escribiremos su nombre simplemente como Krzyzstof, que parece que es algo así. ¿Sabría al morir la cantidad de cosas que hemos aprendido oyéndole? ¿Sabría cuántas cosas sabía de nosotros y ha sabido, mejor que nosotros mismos, expresar?

Los más sesudos «musicólogos» han tratado siempre de enemistar su obra con la de Ligeti o con la de Kachaturian o, por irnos (irse ellos) muy al pasado, con la de Schönberg. Eso nos ha dado tanta risa (y a veces, hay que reconocerlo, tanto enfado) como cuando los tratadistas de cine usan expresiones del estilo de «un duelo interpretativo en la cumbre», «una batalla actoral de la que sin duda sale derrotado Fulanito», cuando hablan de una película en la que hay dos actores (no importa el sexo) se supone que muy de las alturas ambos, y por lo visto uno u otro tiene que ganar al otro o al uno. Y así manifiestan perfectamente su desconocimiento de lo que hablan, de cómo se rueda, cómo preparan los actores su trabajo, cómo se monta una película…, y, la mayoría de las veces, lo amigos que son los actores (no importa el sexo) y lo que se ayudan unos a otros a dar lo mejor en cada plano. ¿Llegó a ser amigo de Ligeti?

Veréis que somos eso, oidores, que lo que nos gusta es oír, y que erudición no mucha: ni de la buena ni de la mala. Solfeo, algún cotilleo, y poco más. Porque lo que nos gusta de todo esto es oír. Y oír en cualquier circunstancia Treno para las Víctimas de Hiroshima es algo que te conecta con esas cosas que (cuidado, puristas), fijaos, hasta los cineastas más tensos o intensos entendieron y usaron. ¿No hizo con toda su intención el padre Schönberg todo un experimento titulado Música para cine? Ya hemos vuelto a la intransitividad y a esas zarandajas. Pues no. Gracias a tíos como Penderecki algunos camelistas, por un lado, se fueron a paseo; y otros compositores denostados por Los Del Cedazo Cultural fueron siendo reivindicados.

¿Os habéis fijado qué a menudo rechazan la música simplemente dodecafónica tantas personas que simultáneamente adoran el cine? ¿Habéis mirado a la cara a los aficionados mientras escuchan cosas mucho más suaves que ese Hiroshima, por ejemplo, y que se pronuncian contra el experimentalismo del siglo XX si todo lo que tienen ante su mirada es una orquesta interpretando, y a continuación van como locos de contentos al cine a ver Psicosis o Taxi Driver, películas de las que alaban hasta sus músicas? (Bueno, han salido dos de Bernard Herrmann por pura casualidad, pero ya nos entendéis.)

Hay mil caminos por los que se podría recorrer el beneficio que nos ha hecho a todos Penderecki con su música. Nos viene de pronto la comprensión (o el comienzo de comprensión) de las músicas japonesas; ¡hasta nos ha dejado los oídos entrenados para recibir el samisen! Y no sólo por esas enseñanzas, sino por todas los demás, pudimos negarnos a considerar que eran ese horror que algunos nos decían que eran las disonancias y no digamos los clústeres. ¿Por qué la gran expresión de la música europea de 1500 a 1900 tuvo que acabar presentándose como excluyente? Cuando tantos aficionados a ella eran a la vez receptivos a otras músicas, otras escalas y otros timbres, es que eso, compartir el gozo de unas y otras, era posible, para decirlo brevemente, y no era esa «abominación» que en tantas ocasiones parecía ser para tantos obsesivos de lo tonal o de la tónica y la dominante. No fue Penderecki el único, desde luego, pero si ha sido uno de los que más han hecho por abrir nuestros oídos lo más posible a la mayor cantidad posible de bellezas. Así que hemos votado y el dictamen ha sido unánime: está en el Cielo.