QUEENS OF THE STONE AGE O IRON BUTTERFLY

QUEENS OF THE STONE AGE O IRON BUTTERFLY

 

El grupo californiano que abandera en la actualidad la modalidad stoner del rock presenta una imagen en concierto que no coincide con la que regala en sus videos. Puede que esté funcionando por ahí la inacabable ambigüedad con la que juega en su propio nombre. Probablemente no hay que explicarla; mencionaremos como recuerdo que además de «edad de piedra», ese stone hace referencia a lo que algunos consideran único heredero legítimo del heavy o de sus cercanos. Menos cantable que las cosas de Metallica, menos sucio que la mayoría de cosas del hard AC/DC, más contaminado para un purista que la producción de Deep Purple, pero bastante sucio de todos modos, este stone tiene tantas traducciones y tantas de estas son tan irritantes para los suspicaces que mejor no entrar en ello. Nos gusta, en todo caso, experimentar en ocasiones algunas de sus músicas como auténticas pedradas (de las que caen cerca, no de las que nos aciertan en la cabeza) algo al estilo de The Smashing Pumpkins, pero más puestas al día.

Hablamos de la ambigüedad de su imagen, o de su disparidad. Todo es ambiguo en Queens of the Stone Age, y nadie lo dice. Sale El Jefazo, Josh Homme, al escenario, como si fuera un Doug Ingle, el de la voz cavernosa, el de Iron Butterfly del 68, y llega hasta el borde del escenario comiéndose el mundo, el sistema solar y la galaxia si hace falta; de vez en cuando suenan durante esa salida las variaciones electrónicas de Wendy Carlos de Música para el funeral de la reina Mary, de Purcell, las que compuso para La Naranja Mecánica, quizá queriendo Homme dejar claro desde antes del principio que son tan malotes tan malotes como Álex y sus drugos. Hay que cuidarse, por supuesto: si son ex-heavy, ex-hard, algunos del grupo incluso son ex-punk (y de todo eso siempre queda algo, naturalmente) y ahora son nada menos que los máximos profetas del stoner, que nadie se vaya a pensar que tienen piedad alguna hacia nadie, o que les afecta esa escayola de la pierna con la que corren de un lado a otro, o incluso esos dos años de condena del mismo Homme por partirle una botella en la cara a un rival. Cómo podía desarrollar un currículum musical un stoner musician sin una buena historia de violencia y condena. Tienen stones los tíos. Por decirlo rápidamente, son unos machotes, duros, recios, malhablados, que a veces te sacan una composición que mola (salvo para los más acelerados, parece mayoritaria la opinión de que sus mejores composiciones son las menos escombrogénicas, pero por supuesto hay gustos para todo).

Esas salidas al escenario, y luego alguna oquedad vocal y algún rasgueo o algún punteo brutal (no queremos escribir riff) nos hace recordar a veces a las de aquel (prepárense los menores de 50 años, se desvela ahora el enigma del título) vintage-vintage-viejuno-demodé-arqueológico Iron Butterfly, del que podríamos traer aquí diez o doce musicazas, pero para facilitar un poco las cosas al lector nos limitaremos a silbar, por supuesto, cuál iba a ser si no, In-A-Gadda-Da-Vida. Habéis leído bien. Seguro que muchos menores de edad (es decir, de 50 años) lo conocéis, y no os vamos a menospreciar  suponiendo que no. Pero sabéis que a muchos de vuestros coetáneos ese grupo y ese título les suena a cantonés antiguo.

Nos lo recuerda, pero.

Hace poco, los que escribimos esta sección hemos comentado que casi todo lo que hoy suena nació en esta o en aquella cancioncilla «sin importancia» de los Beatles, y desde luego el heavy, el hard y todos sus sucesores tienen Evas Primordiales bien reconocibles entre Revolver el LP de los Beatles, ojo), el Disco Blanco y algún otro. Pero (los comics antiguos lo decían así) «Mientras tanto, no muy lejos de allí…», algunos talentos naturales contemporáneos, y en general admiradores de los británicos, cazaban al instante, al vuelo, en una sola escucha, una de esas sugerencias de McCartney o de Harrison que luego estos no desarrollaron mucho más (sucedió con las teclas y con el abandono del esquema de rondó, abandono que The Beach Boys desarrolló al instante, y con tantos más que hoy sorprenderían a muchos si conocieran su origen). Bueno: Iron Butterfly no cogió de los Beatles, casi con toda seguridad, el sonido roto y los dientes de sierra guitarrísticos, aunque vaya usted a saber. Había otros caminos que recorrían algunos que estaban llegando a ese mismo lugar. Pero tampoco muchos. Los sabios del asunto siguen discutiendo hoy en día si Iron Butterfly fue el primero o lo fue más bien Cream o quién leches fue el origen; aunque el Helter Skelter de los Beatles no se menciona mucho, pero cuando alguien lo hace nadie lo discute. ¿Qué más da? Ese sonido guitarrero de metales rozando, de dentaduras royendo, que algunos de sus autores reivindicaron muy pronto con frases parecidas a «la guerra, con otros medios» estalló entonces, y esa cosa llamada In-A-Gadda-Da-Vida la dio a conocer a muchos por primera vez.

Cabe preguntarse, que es a lo que vamos, si esos sonidos (¡clusters incluidos!) y esos compases y esas baterías necesitan forzosamente de esas actitudes de ogro malote. Más de una vez hemos recibido abucheos y escarnios cuando lo hemos preguntado ante fieles creyentes; pero seguimos preguntándolo. Quizá en los 60, cuando todo esto estaba rompiendo, sólo podría poner una guitarra a serrar huesos en el escenario alguien que tuviera un talante decididamente contracultural (si es que esto significa algo), o por lo menos algo rabioso, o delincuente, o algo de esa familia, porque lo que es romper estaba rompiendo de verdad. No está muy claro esto: los que lo hicieron, o por lo menos muchos de ellos (empezando por los Beatles) tenían éxitos de ventas instantáneos, y aparte de beber mucha cerveza y colocarse con cualquier planta que pareciera venir de México o de India, o alguna vez romper alguna habitación de hotel, no es que hicieran una carrera paralela a la de Unabomber o Josu Ternera. Así que de contraculturales poco. Pero así lo entienden algunos. Admitamos que había que ser más recio para sacar esos sonidos en un entorno, el de los años 60, hasta el momento acostumbrado a escuchar el rock and roll de pañuelo rojo anudado al cuello y a calificar de «límites» los caderazos deElvis. Pero ¿el 2020?

Está muy bien lo que hace Queens of the Stone Age. Pero en uno de esos vídeos se les han colado algunos planos en los que se descubre es que son muchachotes de pueblo del desierto, rubiales, algunos con sus mofletes y todo, desde luego con sus patalones vaqueros y sus camisas azules (el más avanzado lleva una camiseta desastrada, el colmo), y recuerdan algo a los jóvenes inmejorablemente dibujados por Bogdanovich en The Last Picture Show: buenos tíos, absolutamente aplastados por el tedio del que sólo se puede salir con ese empleo de camarero de motel (concretamente, en la realidad, el padre de Josh Homme: aquí no hay camelos de clase alta ni media), que intentan que vivir sea algo más que sobrevivir y miran pasmados hacia cualquier novedad que pase por la carretera, aunque inmediatamente disimulan su pasmo y sacan su voz de cantante stoner. Está bien todo esto: resulta que lo más duro de lo duro no sale del estereotipo del mundo urbano y su juventud ignorada y atropellada por tranvías y por abusos policiales, sino de la ciudad limpia del desierto y de sus jóvenes inocentes, ya crecidos y soleados. No tan malotes. Pero qué bien suenan cuando quieren.