01 Jul Burundanga. Qué lío.
Paca Maroto
Como continuando mi quincena pasada, hete aquí que sale la información de que los laboratorios de Majadahonda han analizado hasta el neutrón los casos de atraco, abusos y hasta violaciones en los que se ha hecho referencia a dominio de la víctima por medio de la burundanga y, para pasmo de todos, o por lo menos de una, resulta que en sólo 1 de cada 300 casos se contó con esa droga para someter a las agredidas. Ahora que lo pienso, no consta por ningún lado si todas las víctimas son del mismo sexo. Si no consta, no lo digo. Pero suponemos que más bien sí, aunque quedamos vigilantes del asunto.
Sólo 1 de cada 300 víctimas que afirmaron haber sido intoxicadas y sometidas con burundanga lo habían sido realmente. Yo a los laboratorios de Majadahonda me los creo, qué quieres que te diga. No es cosa de liarse ahora a hacer la lista de sus grandes éxitos en materia de análisis bioquímicos y afines, pero anda por ahí en mil webs y se puede consultar; algunas son cosas espectaculares a nivel mundial, desde luego, como las orgías de EPO y el ciclismo y todo eso. Ahora nos sale con estas de 299 denuncias falsas de burundanga de cada 300, y yo me lo creo.
Pero hay que darle un rato de reflexión, que no es tan sencilla como parece. El ruido general ha llegado hasta tal punto acerca de estos asuntos que ya está todo desordenado, y se ha puesto en cuestión incluso muy recientemente la existencia misma de la droga. Así que paso a paso:
1- La burundanga existe, circula por ahí y se utiliza. Películas aparte, lo que sabemos es que se utiliza para anular la voluntad de la víctima que hasta ahora lo es más que de otra cosa de abusos sexuales, aunque empezó más bien con aquellos robos durante citas improvisadas.
2- Parece que, por otro lado, no es de tan fácil acceso como se venía suponiendo.
3- Pero se ha difundido su existencia por todos los canales posibles, de modo que no hace falta ser un bioquímico para conocerla; es más: da la impresión de que cuanto más viva alguien del ruido, y no de la información científica, más fácil ha tenido conocerla.
4- Ha pasado a formar parte del arsenal verbal y emocional cotidiano de los que planean fiestas y juergas, y desde luego de los temores más mencionados y recordados por las que se suponen posibles víctimas.
5- Pero el personal en general desconoce el detalle de la acción de esta droga, y da la impresión, después de los datos de Majadahonda, de que no es infrecuente el caso de quienes confunden sus efectos con los de medio litro de vodka o de ron o de combinaciones alcohólicas creativas, o simplemente con el de la embriaguez de la fiesta y el frenesí.
6- Por pura compasión, debemos suponer más bien lo afirmado en el punto anterior que su alternativa: que algunas víctimas han sabido que no estaban siendo objeto de intoxicación por burundanga, pero por algún motivo más difícil de suponer de lo que parece a primera vista, después de los hechos han decidido afirmar que estaban sometidas por la droga. Quiero decir, mintiendo.
7- ¿Y por qué acude la víctima a mentir acerca de la burundanga cuando podría haber mil otros instrumentos de anulación de la voluntad, como el vodka mencionado? ¿Quizá por un simple pudor de no resultar «borracha»? Parece insuficiente, cuando lo más claro acerca de estas intoxicaciones es que va a haber análisis de todo lo analizable, como se está viendo, y eso de que no tenías burundanga en tu sangre se va a saber antes o después.
En conjunto, se tiene la impresión de un cuadro de conductas no demasiado novedoso respecto de lo que se hablaba y probablemente se hacía treinta y cuarenta y cincuenta años atrás. ¿Y el «divino champagne» de hace ochenta y cien años y más, o sea el champán, tan sacralizado como una comunión para las fiestas nocturnas, y las resmas de papel que han aguantado prosa cursi sobre sus efectos «deliciosamente deletéreos» y expresiones parecidas, y todo ello tomado como muy de buen tono, cosas de la buena sociedad. Emborrachar a base de champán a la condesita para conseguir comprometerla con un buen bombo y obligarla a someterse a un braguetazo era el extremo, no bien visto por todos, desde luego, de una conducta que sin llegar a tanto era bien considerada. Y no hay mucha diferencia con estas burundangas de hoy.
Y tenemos la otra vertiente de este valle de Josafat: la pésima enseñanza que el caso da a la sociedad acerca de estos delitos, y la situación en que pone a las otras mujeres que, víctimas reales de intoxicaciones esclavizantes, ahora van a temer no ser creídas y hasta puede que vayan a sufrir la clásica doble victimización.
Al margen queda, nos tememos que para otras secciones de esta web, otras víctimas de muy diferentes grados (que incluyen hasta el grado de la inocencia total), que son los varones acusados falsamente. Unos, acusados falsamente de haber usado esa burundanga, pero autores y delincuentes reales de abusos y violaciones; otros, simples ligones o incluso ligados que acaban de pareja circunstancial de noche loca de la que luego una arrepentida decide hacer astillas para cubrir su sentimiento de culpa o su embarazosa situación.
Es todo confusión y daño alrededor de esta simulación de uso de burundanga. Por eso nos encanta que, como continuando nuestra quincena anterior, la ciencia haya ido en ayuda de la búsqueda policial de la verdad. No es algo que se deba olvidar.