El apagón, y el pecaminoso modo de evitarlo

El apagón, y el pecaminoso modo de evitarlo

Paca Maroto

 

Merecería ser un título de Buero o de Blasco Ibáñez. Pero nos quedamos en la cosa más prosaica y casera de lo que desde hace como un mes algunos vienen temiendo. A lo mejor ha sido una de esas técnicas de ventas que tan a menudo nos sorprenden, porque lo primero que ha sucedido con la difusión del temor al apagón ha sido que se han agotado en las tiendas ciertos objetos más relacionados con los miedos del personal que con el apagón mismo, como linternas, por supuesto, pero también velas, cerillas, hornillos de cocinar con bombonas de butano estilo camping, mantas y cosas así. Agotados, sí.

Todo viene… pues no se sabe muy bien de dónde. Cuando se dice esto en un problema técnico general que afecta o se teme que pueda afectar al conjunto de Europa, las miradas se vuelven como por reflejo, por supuesto, hacia Putin. Pero vaya usted a saber. Por supuesto que hay follón con los gasoductos rusos, con las fronteras, con Bielorrusia (este follón en particular que venga un traductor de klingon a descifrarlo) y con todo ese flanco. A propósito, quizá no haga falta ser un viejo para recordar o simplemente saber que Rusia puede promover la conciencia de la maldad de las centrales de carbón y de las nucleares siempre que estas sean occidentales, pero que en lo que respecta a su consumo interno (ruso) toda esa maldad se le da una higa, y vaya si las usa; de modo que ahora casi ni le hace falta insistir en esas maldades, que ya quedaron muy  claramente claveteadas en las bondadosas conciencias disneyanas occidentales europeas allá por los setenta y los ochenta. Así que aquí seguimos dando por acabadas las centrales de carbón, que quizá, de todo este follón, es el acabamiento defendible porque la polución que producían era insoportable, pero vamos poco a poco minando las nociones partidarias o favorables a otras energías, que empezaron como indiscutibles y alternativas triunfales, como la eólica: pero, oh, Deméter, resulta que algunos pajarillos se estampan de vez en cuando contra las aspas de los molinos; o también, oh, Hefesto, la forja de las células solares de las centrales solares requieren una cantidad de agua herética; y así sucesivamente.

Solución propuesta: compra mi gas ruso.

A eso unimos los (también) indescifrables manejos de la política exterior española, sección magreb, en plena bronca argelino-marroquí, que nos ha cortado uno de los dos gasoductos argelinos de los que nos nutríamos; concretamente, no el que viene directo por el fondo del mar hasta Almería, sino el que (hay que ser miope) viene a través de Marruecos, que el mismo Marruecos ha decidido cortar.

Problemas si no compras mi gas (ruso): que te den, ahí te quedas, y allá tú con tus apagones.

Pero en estas sale Macron.

Se ha puesto de moda hablar mal de Macron, como siempre se acaba poniendo de moda hablar mal de cualquier político con poder que no es de la izquierda europea delicada. Allá cada uno con las impurezas minerales en su sangre. Porque lo que en esta ocasión ha dicho el presidente francés no es no de izquierdas, ni de derechas, y ni siquiera francés ni español: Francia reanima el programa de centrales nucleares como fuente de energía prácticamente inagotable, independiente y, adivinad qué, con cero emisiones de gases de efecto invernadero.

Así no hay apagones en lontananza. Una pena para los fabricantes de hornillos, pero oye.

Y si además se trata, como en efecto se trata, de construcción de mini-reactores, eso nos deja todas las variables en juego, incluida la antigua queja de la «centralización», controladas.

A ver cuando se dan cuenta esos: las cosas no son pecados porque algunos digan que son pecados.