15 Jun El principio de confianza-16
El principio de confianza-16
Rafael Rodríguez Tapia
Capítulo 7
Modalidades de confianza: el origen de las instituciones (Cont.)
El traslado de escala de las modalidades de confianza, en todo caso, obliga a realizar ciertas precisiones que parecen ricas en consecuencias para reflexiones futuras.
En cuanto a la confianza de la seguridad, partimos de la simple y neta protección del progenitor hacia su cría, que libra a esta de agresores o depredadores, y de ciertos accidentes. En la escala social, inmediatamente encontramos la que probablemente es la mayor distancia de las cuatro funciones respecto de su versión individual. La función de seguridad es tan compleja y extensa como la que abarca desde los reglamentos de tráfico hasta los tribunales de justicia de lo contencioso, por poner un ejemplo.
Pero esa distancia no es mucho menor entre la confianza material inicial, cuyo contenido es la provisión y organización de medios materiales, y la función de infraestructuras en nuestras sociedades, si bien es perfectamente clara la línea que une ambos extremos (el último, por supuesto, siempre inacabado): el recién nacido necesita que alguien le haya construido un techo y unas paredes, una cama, y posteriormente el niño necesitará que alguien antes que él haya abierto trochas, senderos, caminos o carreteras, y entre eso y una organización compleja que se encargue a costa de todos de fabricar autovías y ferrocarriles y traídas de agua y electricidad sólo hay una diferencia de tamaño.
La confianza de la salud puede resultar a primera vista igualmente una mera cuestión de tamaños, aunque eso, que quizá se acercaba más a ser cierto hasta hace ciento cincuenta años, se ha complicado indescriptiblemente con el desarrollo de los sistemas de seguridad social a cargo de los estados. Estos sistemas han ido incluyendo dentro de sí no sólo la atención médica primaria y la inmediata, sino la más compleja, costosa y avanzada tecnológicamente, además de todo tipo de innovaciones conceptuales relacionadas, como la medicina preventiva, los programas de calidad de vida en los pacientes crónicos, etcétera.
La confianza de la información tiene que remontar, por su parte, un fenómeno que es particular y exclusivo de ella: esa misma información o educación que se proporciona y se recibe tiene que incluir dentro de sí sus propios elementos de autocorrección, de propia negación por así decirlo, para poder superar las primeras etapas infantiles, pero también en las sucesivas. En las primeras etapas se da el fenómeno conocido de la fe ciega en la información que se recibe procedente de los propios padres. Naturalmente (pero no muy visiblemente), esta información no será completa ni siempre acertada; y si no incluye, de cualquiera de los múltiples modos posibles, la preparación para recibir informaciones procedentes de otras fuentes que resulten contradictorias con las primeras, la confianza de la información se estará boicoteando a sí misma, porque estará fabricando, sencillamente, una persona patológicamente apegada a sus nociones infantiles. Esta confianza (y en definitiva la función educativa) es inevitablemente problemática; pero no es un problema que esto sea así, sino que es su propio ser. Precisamente, uno de los fenómenos que tradicionalmente han provocado su fracaso ha sido la pretensión de haber encontrado una «información definitiva», al modo en que, por ejemplo, en ocasiones se puede haber encontrado el mejor lugar para construir un túnel para el ferrocarril de camino a cierto destino. La cara psicológica de este poliedro, por no hablar de la filosófica, invitaría a percibir con facilidad su cualidad inevitablemente dinámica, pero parece que hay algo que oculta esto a ojos de muchos en tantas ocasiones históricas. Sea como fuere, entre las primeras informaciones que los padres transmiten al hijo y los doctorados más avanzados que una sociedad ofrece a sus ciudadanos hay una línea continua que no es recta, ni en muchas ocasiones única sino ramificada, pero de la misma materia: conocimiento del mundo, a veces menos sistemático, a veces muy sistemático, científico o no científico, o intuitivo, o artístico, o sensual, meramente intelectual, o experimental, profesional y laboralmente reconocido o no reconocido a través de certificados y titulaciones que la institución educativa ofrece o no ofrece. Conocimiento en todo caso, y en sus últimas y más complejas modalidades proporcionado por las instituciones educativas a un alto coste soportado entre todos.
Las cuatro modalidades de confianza señaladas son, en su conjunto, una fórmula entre otras posibles de reunir en formas manejables las necesidades de cada persona en su lucha individual por sobrevivir y desarrollarse; con la particularidad de que explica por qué esas cuatro instituciones y no otras son las imprescindibles de nuestras sociedades.