01 Nov El principio de confianza-21
El principio de confianza-21
Rafael Rodríguez Tapia
Capítulo 9
La lealtad (y la traición)
De ello depende, precisamente, la devastación que produce la pérdida de confianza personal: si era «amigo de verdad», ¿cómo ha llegado a ser posible que se comportara de modo que se hizo imposible seguir confiando en él?¿O es que no era tal «amigo de verdad»? ¿Desde cuándo no lo venía siendo? Todo ello atormenta al sujeto de la confianza ahora perdida. El drama y la novela nos han enseñado desde hace muchos siglos que los amantes tienden a poner en el amado cualidades que este no tiene. Pero se diría que nada de ello es válido como enseñanza, porque se sigue repitiendo una y otra vez en cada individuo, y en una generación tras otra.
Es claro que todo ello encierra un elemento de desamparo y desprotección y soledad que alimentan ese sufrimiento. La confianza es, como vamos viendo, nada más que la compensación de la propia precariedad, de la conciencia de individuo aislado e incompetente para sobrevivir en soledad. Casi cualquier cosa que atenúe esa precariedad, o quizá solamente la conciencia de esa precariedad, aunque sea una mentira, será bienvenida. Más aún si los hechos venían confirmando esa esperanza, y la amistad o el amor venían siendo reales y eficaces, y conseguían que el sujeto sintiera superada en alguna medida su soledad precaria o, como mínimo, que no se le apareciera ante la vista en todo momento. Ser traicionado o mentido o desplazado o ignorado o defraudado sin explicación racional convincente por un amigo, devuelve al sujeto con un movimiento violento al estado infantil de soledad y vulnerabilidad al que nadie quiere volver: se podría leer la vida, cualquier vida de cualquier persona, como la lucha continua por alejarse de aquella situación inicial, construyéndose unas habilidades, unos conocimientos, unas capacidades operativas y sobre todo unas relaciones personales que, como mínimo, se constituyen en protección frente a aquella precariedad infantil. No explicar a un amigo o a un amante por qué eso que esperaba de uno ahora no se le podrá dar, y sin embargo dejar de dárselo, es probablemente la conducta más destructiva que una persona puede tener hacia otras, salvo la destrucción material de la misma vida. Es faltar a la lealtad, que es lo mismo que traición, porque convierte en inútiles los años anteriores vividos para construir esa relación, los convierte en algo parecido a no vividos, y desde luego no útiles para lo sucesivo. Es algo así como un incendio que destruye todo lo conseguido y acariciado anteriormente, y obliga a comenzar desde el punto de partida, cuando, probablemente, por la misma marcha de la vida, ya no se puede comenzar otra vez.
La pérdida de confianza en lo personal parece, pues, un fenómeno que hace casi imposible su reflexión si esta no se hace desde las categorías o los intereses de una escuela psicológica en particular; y, sin embargo, lo necesita. Porque esa precariedad personal que las relaciones personales atenúan se traslada de escala hacia lo público. Y en realidad se traslada de escala llevando consigo todas sus cargas racionales, irracionales y afectivas. La pérdida de confianza por desprecio de la lealtad es igualmente destructiva.
Se trata, sin eufemismos, de aquello que tradicionalmente se ha designado con la palabra «traición». La pérdida de confianza se da invariablemente por acciones del objeto de la confianza, y nunca por acciones del sujeto, como ya vimos a propósito de los otros valores, que parecen depender más o enteramente de la voluntad del sujeto. Salvo que medien circunstancias excepcionales y casi con toda seguridad patológicas, una confianza solicitada, otorgada y satisfactoria sigue siéndolo salvo que el que la ha recibido la destruya. Y la destruye probablemente de múltiples modos, pero sea como sea el camino intermedio, incurre, al final, en esa «traición a la confianza», que súbitamente sintetiza en sí de un modo casi universal las variantes posibles, reduciéndolas a un suceso final: la desigualdad entre el contenido real de un acto de confianza y el contenido anticipado.
En eso consiste la lealtad: en la coincidencia del contenido anticipado de una confianza y el contenido real.
En eso consiste la traición: en la no coincidencia del contenido anticipado de una confianza y el contenido real.