15 Ene El principio de confianza 6
El principio de confianza-6
Rafael Rodríguez Tapia
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De modo que el primer signo visible de un acto de confianza, la petición de que esta se otorgue, o su recíproca petición de que se reciba, tienen una inmediata modificación posible, que es su versión autoritaria, en unas ocasiones legítima y en otras ilegítima.
El segundo signo de un acto de confianza es la puesta en actividad del objeto de confianza, simultánea con la caída en la pasividad del sujeto de confianza. Es decir, una parte emprende acciones relacionadas con el contenido de esa confianza, y la otra parte deja de emprenderlas o renuncia a emprenderlas. Es fundamental retener el detalle «acciones relacionadas con el contenido de esa confianza», que es algo mucho más problemático de lo que parece a primera vista. El conocido fenómeno del «abuso de confianza» está, precisamente, relacionado con este concepto: se trata de un objeto de confianza que ha conseguido la pasividad de un sujeto para poder campar a sus anchas no sólo en lo relativo a los fines de esa supuesta confianza, sino para extender su acción a otras zonas no acordadas previamente, de las que sacará provecho.
El tercer signo de un acto de confianza es la expectativa del sujeto: esa pasividad suya no es muerta, sino pendiente de un fin que espera llegar a ver satisfecho. Esta expectativa se puede expresar de diferentes modos según el contenido de la confianza otorgada, pero al final todos coinciden en una petición de resultados; y además se muestra en un momento en particular, en el cual el sujeto pide que se muestren esos resultados. Cuando esta petición no llega a hacerse visible, o no llega a hacerse de ningún modo, estamos con toda seguridad ante una confianza irracional, aunque esta también puede incluir esa petición en ocasiones (y esta «pérdida de paciencia» suele tener como consecuencia la retirada de la confianza, al estilo, por poner un caso, del despecho amoroso o religioso).
Un cuarto signo de confianza que puede darse o no es la rendición de resultados de modo expreso o no: si no se da, no por ello el acto de confianza anterior ha dejado de serlo hasta ese momento; aunque probablemente se trate, entonces, de una confianza defraudada o desviada.
Por elementales que parezcan estos signos, o por simple que parezca su descripción, no hay que pensar que cualquier acto de relación es pensable como acto de confianza. Es claro que un viajero que pasa ante una granja a cuya puerta el granjero le saluda no está solicitando ni otorgando confianza alguna, así como tampoco el granjero, salvo que se quiera entender como confianza sólo la esperanza del uno y del otro de que su brevísimo interlocutor no va a resultar ser un sorprendente asesino, por ejemplo. Confundir esa esperanza con la confianza que nos interesa es un suceso muy frecuente y desde luego muy perjudicial, porque lleva precisamente a otorgar confianza inmerecidamente, o desviadamente, a aquel hacia el cual sólo nos une una fantasía, o una fabulación, o una compulsiva necesidad de relación, del cual queremos esperar lo mejor, pero en el cual no podemos confiar ni irracional ni racionalmente. Esperanza y confianza no son en absoluto lo mismo, y ni siquiera son nociones cercanas, al pertenecer la primera al mundo de los sucesos meramente psíquicos, y la segunda al de los sucesos de relación observables.
Es necesario expresar ordenadamente estos signos de confianza, o de que presenciamos una relación de confianza, para proceder a continuación a examinar esa relación. Si una relación se propone como relación de confianza, y sólo si se propone así, podremos examinarla como tal, naturalmente, y eso dependerá de que podamos localizar esos signos. Y ello es independiente de que estos signos se den reconocibles y sin alteraciones, o en sus modalidades oblicuas o defectuosas: la petición en forma de orden, la actividad en forma de abuso, la expectativa en su forma indefinida, y la rendición de resultados en su forma de cambiazo. En todos los casos la relación se quiso de confianza, o quizá lo fue al principio y dejó de serlo más adelante, o simplemente simuló ser de confianza: eso será lo que habrá que examinar más adelante, y si de verdad hubo confianza o no, o solamente se jugó con su nombre.