Die Arche

Die Arche

Isabel del Val

 

Así como quien no quiere la cosa, hay una red en Alemania de locales que se dedican a dar una comida gratis a los escolares, proporcionarles un  rato de juegos y distracción bien protegidos, y sobre todo a ayudarles a hacer los deberes y proporcionar «refuerzos». Se llaman a sí mismos Die Arche, El Arca. Casi con esto está todo dicho.

Nunca nos ha gustado del sistema de enseñanza alemán su excesiva rocosidad o su exagerada inflexibilidad al dar por decidido el destino de un muchacho a una edad tan temprana como los 11 años, aproximadamente cuando aquí se acaba la Primaria. Pero casi todo lo demás nos ha gustado siempre. Sin embargo, ni Merkel ni nadie ha sido capaz de resistir el ataque del moho pedagógico, que allí también ha conseguido convertir la enseñanza en lo contrario de lo que el sentido común, la mayoría de los profesionales y prácticamente toda la población creen que debe ser y quieren que sea. En el paisaje actual sólo dos lugares ofrecían algo de esperanza a este respecto: Francia y Alemania, claro. Ya hablaremos otro día de cosas francesas; hoy nos ha llamado la atención Die Arche, por lo que tiene de bueno y por lo que tiene simultáneamente de síntoma de lo malo.

Hace ya veinte años (probablemente algo más) empezó a hablarse de la necesidad, que entonces se veía en lontananza, de ir estableciendo una especie de red como la de los monasterios medievales para alojar, proteger y hacer sobrevivir la cultura durante los oscuros tiempos que se veían venir. Lo han comentado otros compañeros en esta web, y poco a poco, además, se va consolidando como un asunto más o menos aceptado en ciertos sectores. Ya no le parece eso una extravagancia más que a los propagadores de moho. En fin, la idea todavía no es una iniciativa tangible en casi ningún lado. Pero esta Die Arche ya parece que lo es.

En realidad, hay que navegar con pabellón de camuflaje. En una entrevista que se hace a uno de sus responsables (Euronews, 20 de septiembre pasado), queda claro como el agua que dan comida y juegos para poder decir que dan… soporte emocional; y que luego «pasamos a dar refuerzos de contenidos» principalmente a través de la actividad de «ayudar a los alumnos a hacer los deberes del colegio». Naturalmente, ni siquiera en su versión más privada y extraoficial (y «extraescolar»: la imagen, las instalaciones y la presentación publicitaria de Die Arche son las de una academia de clases particulares con colorines y sala de juegos) puede tolerarse en la actualidad que alguien irrumpa en las suaves vidas escolares de los alumnos europeos torciéndoles la felicidad hasta el punto de, por ejemplo, enseñarles geografía universal, o matemáticas, o no digamos ya literatura o historia. Eso, como mucho, en plan ya te resuelvo yo esos injustos deberes para casa.

A propósito, la tenue esperanza que se había abierto en Madrid a este respecto, gracias a los llamados Planes de Mejora, se desvanece. Un heroico equipo de tres (sí, 3) técnicos, todos expertos de décadas de aula y ahora sacados para este fin, se dedicaban desde hace unos diez años a confeccionar hasta el último detalle, proporcionar y asesorar personalmente para su ejecución, esos «planes de mejora» escolar, según los requiriera cada colegio que quisiera apuntarse. Más que otra cosa eran, simplemente, los programas de enseñanza que todos esperamos que lo sean, adaptados a las carencias y lagunas de los alumnos (y en muchos casos de los muy mal preparados maestros). Y con seguimiento de esos mismos tres agentes, asesoría 24 horas al día, y visitas de puesta al día cuando fuera necesario… con el resultado de una subida, en todos los casos, de la puntuación en las pruebas externas, tanto PISA como cualquiera que se quisiera hacer, especialmente en las materias relacionadas con matemáticas y lengua. Algo parecido, y muy a la carta, a lo de esta red Die Arche, pero hecho desde la misma consejería de educación autonómica… hasta que algún listo de las alturas ha decidido cargárselo, por tratarse de una actividad no muy controlada (en realidad, nada controlada) por los servicios de inspección: fuera de sus cuadrículas, sus burocracias interminables e incomprensibles, su control y su tiranía. Así que han pasado los 50 colegios (sí, ¡cincuenta!) que llevaban entre los tres a uno solo de esos tres expertos (que no podrá con tanto, por supuesto), y han dedicado a los otros dos a tareas más o menos inanes como traducir las normas del Ministerio para los nuevos programas (normas escritas en camelo, por supuesto) y cosas así.

Programas de Mejora; Die Arche; la Red de Monasterios. Y las mil y una academias de tarde; y esos espantosos primeros cursos universitarios que desesperan a los profesores (en el año 2000 ya se hablaba de hacer «cursos cero», previos al primero, para enseñar las cosillas más elementales a los pobres alumnos que llegaban desaprendidos intelectualmente tras ser triturados por la LOGSE, y luego por las hijas de esta).

Ocho millones de alumnos españoles viven hoy en riesgo de pobreza intelectual; y eso es algo que merece inmediata respuesta por parte de la sociedad. ¿No es un lema suficiente?

Pero el que conoce, aunque sea sólo un poco desde la barandilla, las sulfataras del mundo educativo español, sabe que tiene que cuidarse mucho mucho de meterse a un lío así (y no digamos ya meter su dinero), a una cosa como una red de… «centros de refuerzo» (por ejemplo): caerán sobre él bandadas y bandadas de inspectores de todos los asuntos, desde los habituales de sanidad y trabajo y frutos secos hasta, como castigo extremo e infernal, los de educación.

Así que vamos avanzando. Ya vemos que se van abriendo esos centros de enseñar de verdad, alternativos a la red oficial, donde enseñar está terminando de adquirir carácter… pues casi de delito, o como mínimo de falta sancionable (a una de esos tres agentes autonómicos, concretamente la que inventó desde cero los planes de mejora, la denunciaron hace años porque un desaprensivo jefe de estudios la pilló enseñando a leer a sus alumnos de cinco y seis años, y eso le costó toda una jornada con un inspector pegado a su espalda). Desgraciadamente, va a seguir siendo obligatorio pasar a nuestros hijos por los colegios obligatorios para que reciban una tunda de los programas obligatorios; pero luego, como cosa extraescolar, podrán venir dos horas vespertinas de Die Arche o como se llame en España (aquí tendrá que ser El Pajarito, o probablemente La Felicidad o algo así), que será donde de verdad aprendan. Lo de fundamentar la necesidad de aprender no lo vamos a hacer hoy; quizá otro día. O quizá no.

Se llame como se llame, eso de Die Arche o una red alternativa de centros a los que se vaya para adquirir conocimientos en horas libres, va a acabar consolidándose como se intensifique la presión de los emotivistas en la enseñanza obligatoria. Si ya ha empezado Alemania…