Disciplina en la enseñanza, 1

La interesada y frecuente confusión.

Isabel del Val

Vaya lío este de la disciplina. Pero no tan lío cuando te encuentras en el frente de batalla: disciplina es lo que hace falta en cada alumno para que cuando la profesora de biología pide silencio, por favor, vamos a empezar la clase, los alumnos no sigan ignorándola y compitiendo en el juego del salto entre pupitres; o cuando se han anunciado los temas de examen ya hace cuatro semanas, y se han pasado y repasado en clase y por emails sucesivos con la profe y hasta con preguntas por Whatsapp, y llega el día del examen y tres o cuatro sujetos, no forzosamente compinchados, se atreven a decir que ese examen no estaba anunciado y que van ya mismo a quejarse a dirección y al padre de uno de ellos, que es del consejo escolar u organismo parecido. Disciplina es lo que tienen que tener unos jóvenes, y lo tienen que tener ya perfectamente consolidado, cuando, al visitar el Museo del Prado, el profesor les pide que no incordien en la cola de entrada a los ciudadanos de alrededor con sus saltos y sus gritos: y por supuesto siguen incordiando.

No es disciplina que un alumno tenga que ponerse de cara a un rincón sobre una sola pierna durante toda una hora para penar por su burla de admirador vergonzante de su compañera del pupitre de al lado; eso es castigo físico, y además no arregla el problema ni informa de nada al castigado. No es disciplina subir a ese mastuerzo de doce años de pie sobre la mesa del profesor y de cara a sus compañeros a recitar durante veinte minutos la frase «Soy un tonto de remate» como reacción al completo desinterés que ha mostrado por la asignatura al no haber sabido responder ni una sola de las preguntas que se le acaban de hacer; eso es humillación, y con ella, por supuesto, el mastuerzo no va a comprender que más le vale pasarse al bando de los que estudian.

Vamos a intentar ir aclarándonos en sucesivas quincenas, aunque seguramente no todas seguidas, sobre una noción tan escurridiza como es esta de la disciplina escolar. Muchos dicen de golpe y para empezar que lo tienen claro, sin necesidad de reflexión alguna ni de pararse a pensar lo más mínimo. Suelen ser los que más meten la pata cuando de verdad hay que recurrir a eso que cualquiera en sus medianos cabales siente que es necesario aplicar, y que está, y de ahí tantos problemas, relacionado con el siempre mal comprendido (por unos y por otros) principio de autoridad.

Pero hay que tener cuidado. La disciplina no sólo no está exclusivamente relacionada con la noción de autoridad, sino que probablemente es mayor la proporción en la que se alimenta y proviene de otras fuentes y otros mundos. A lo mejor hay que recurrir a Aristóteles, para empezar a orientarse; pero han sido tantos los que han recurrido a él para justificar cualquier patraña pedagógica que se les ha ocurrido que da como pereza (no vaya a ser que la tomen a una por otra patrañera pedagógica más). Es decir: en la idea de disciplina escolar hay un componente relacionado con la idea de autoridad, sí, pero hay muchas más cosas.

No es un asunto de autoridad el que una soleada tarde de junio, con la piscina a 30 metros de su ventana, un joven de 17 años aparte su mirada de los chapoteos y la lleve y la concentre sobre ese par de libros y esos apuntes que tiene abiertos sobre la mesa: mañana cae el examen de Selectividad, y eso es muy serio. Eso sí que es disciplina por parte del muchacho, y ahí no interviene idea alguna de autoridad. Tampoco hay intervención autoritaria alguna en la acción de volver a ir, una y otra vez, al fisioterapeuta del barrio, a seguir con la rehabilitación de esa pierna que se tronchó hace un par de meses y ahora, ya más o menos curada, tiene que volver a ponerse a funcionar bien. Y duele y agota, y además durante ese rato de dolor podría estar el alumno con sus amigos haciendo cosas más interesantes. Pero el muchacho sabe lo que se juega con una fractura mal curada, y va a la sesión de dolor un día y otro. Eso es disciplina.

¿No estamos hablando, siempre que hablamos de la disciplina escolar, de ideas de la familia de la recompensa diferida? No sé si siempre, pero desde luego muy a menudo sí. Me parece que en lo que llevamos contemplado en este vuelo rasante e improvisado, tenemos algunas observaciones que nos pueden ayudar en lo sucesivo a ir asentando algunas ideas. En esquema, pongamos en primer lugar esta última, y luego las vistas anteriormente:

La disciplina escolar contiene forzosamente elementos de:

– recompensa diferida;

– respeto a las normas colectivas;

– asunción de la condición de iguales, sin privilegios para uno;

– reconocimiento de quien tiene mayor conocimiento o responsabilidad.

Esto no se parece mucho a las ideas sobre la disciplina que a menudo manejan unos y los enemigos de esos unos. La principal confusión, y muy maligna, que hay en estos asuntos es el apego se diría que insuperable que unos muestran hacia la identificación de disciplina con autoritarismo, actos de autoridad y arbitrariedad del responsable o líder. Lo cual alimenta directamente la oposición a la disciplina sobre la base de que, contra eso, lo único posible es la rebelión, el descontrol y algo así como una idealizada acracia. Todo lo cual, evidentemente, no tiene nada que ver ni que aportar a lo que vamos viendo, en primer vistazo, que compone eso que es percepción común que necesita la enseñanza para poder ser.

Seguiremos con este asunto en lo sucesivo.