15 Sep Hasta que veamos la luz al final
Hasta que veamos la luz al final
Isabel del Val
Bien hallados, amigos lectores, a la vuelta de esta aventura veraniega. Como veis, le hemos dado vueltas y más vueltas a la sesera, y al final ha pasado lo que tenía que pasar: que vence el más fuerte, o el más pesado, o el más grande. Mira que nos habíamos jurado miles de veces no volver al asunto educativo, tras haber consumido en él (o más bien para él) tres décadas de nuestra vida, y por supuesto infructuosas. Años y años de buscar simplemente la descripción de lo visto y recibir a cambio insultos y amenazas. Cursos y cursos de intentarlo de nuevo y comprender al fin que no era ese el camino.
¿El camino de qué? Pues de la razón y del sentido común, de la conversación normalita y razonable sobre la enseñanza y sus cotidianos tropiezos y aciertos, sobre sus necesidades y sus puntos fuertes, sus errores y sus síntomas de futuros problemas. No fue posible entonces. A la bibliografía me remito, y a editoriales como Grupo Unisón, Alegoría y otras. ¡Ya hace veinte y veintidós años! Y ahora sí que salen algunos por aquí y por allá diciendo lo mismo que decían algunos hace estas dos décadas, pero como si lo hubieran inventado ellos en 2021, o no hubiera sucedido hasta ahora, o nadie lo hubiera percibido antes que ellos. Pero eso hay que dejarlo a un lado. Seguramente las cosas son siempre así. Eso de ser «precursores» o como se le quiera llamar nunca ha dado buenas rentas.
Pero, a todo esto, ¿por qué no bajo al suelo y me dejo de reflexiones más o menos nubosas? ¿Qué es esto del túnel?
La enseñanza. El mundo de la enseñanza. Vamos a dedicarnos a contemplar la cosa «educativa» y a reflexionar sobre ello y a contarlo aquí. Sí, la misma idea de túnel deja claro que no queremos ocultar nada ni simular equidistancias: en nuestra opinión, el mundo de la enseñanza en general, y de la enseñanza pública en particular, se encuentra atravesando un túnel oscuro del que no se ve la salida. En ese túnel hay, ciertamente, alguna lámpara, alguna señal de orientación y algún tramo útil. Pero es un túnel que no debería ser.
Es cierto que, tal como están las cosas en el mundo de la «reflexión» sobre la enseñanza, hay escuelas de pedagogos que proponen que es mejor la enseñanza que es precisamente ese túnel sin dirección, sin sentido y sin esperanza. Hay otras escuelas que pretenden que hombre, túnel, no, pero que no tiene por qué ser una construcción racional de la administración de la función educativa, sino esa cosa tan estupenda que es una vida de emociones y afectos. Y así sucesivamente.
No sabemos de momento, lector, cuánto habéis entrado o conocido de las tripas del mundo de la pedagogía. Sí sabemos que los que no han tenido la oportunidad de conocer demasiado (nada más que como padres de alumnos, por ejemplo) suelen poner cara de estupefacción en cuanto se les menciona lo más leve y atenuado de los ingredientes que se manejan en las cocinas didácticas. No es que les suene a chino, es que creen inmediatamente que tú, que les estás introduciendo a eso, estás mal de la cabeza, que ves visiones. Sucede que la realidad de las trastiendas de la enseñanza es muy, pero que muy extensa y muy oscura, y apenas hay aquí o allí una lucecita que es válida sólo para un ínfimo espacio a su alrededor, y que además tiene encima todas las amenazas del mundo y la van a apagar en cuanto puedan.
Vamos a contar a veces historias para no dormir, pero todas del mundo real de la enseñanza. No nos vamos a limitar a eso, claro: en cuanto localicemos luces las traeremos a toda pastilla a esta sección y nos regodearemos en ellas. A lo mejor hasta nos atrevemos a traer propuestas, en general ajenas, que nos parezcan productivas o acertadas. Pero, por supuesto, no vamos a evitar que nuestro punto de vista se muestre.
Hoy domina el mundo de la enseñanza una opinión que, en síntesis (ya la extenderemos en sucesivas quincenas), propone que el colegio y el instituto NO están para transmitir los conocimientos humanísticos y científicos o las reflexiones o las técnicas que han construido el mundo hasta aquí y pueden seguir, si se desarrollan, construyéndolo en sucesivas generaciones. El lector tendrá que ser amable y tolerarnos que en ocasiones narremos episodios que algunos ya conoceréis, pero que muchos desconocen por completo, y que es necesario tener en cuenta para comprender por qué nos metimos en el túnel y por qué no vemos por dónde salir. Serán breves narraciones, y a continuación seguiremos avanzando.
Pero tampoco vamos a trazar una línea recta. A veces seremos desordenadas, intercalaremos episodios de la Decadencia y Caída del Imperio Pedagógico entre dos reflexiones teóricas, y por supuesto no podremos evitar que en ocasiones se nos escape alguna palabrota. Pero ya somos todos mayores, creo.
Comenzaremos recordando que uno de los principales verdugos comenzó allá por 1988 y 1990 introduciendo su presencia en la tóxica LOGSE al grito de «las asignaturas más difíciles son las matemáticas y el inglés, así que hay que suavizarlas». Poco después se sabía que a él le había ido mal en su colegio con esas asignaturas. Eso marcará el modelo de muchas de las acciones pedagógicas sobre la ensayística y la legislación pedagógica: la simple experiencia personal como alumno del pasado. Parece mentira, pero es así. Como a mí me fue mal la geografía, que se elimine la geografía. No parodio un ápice. Resulta que diez años después de la venenosa LOGSE, ante algunas críticas, el mismo verdugo dijo: «Es lógico aminorar el inglés y las matemáticas, porque son las asignaturas más difíciles». Son cosas que se deben dejar enterradas, ¿verdad?, y no recordar tanto. Son estupideces de degenerados, lastrados por problemas dobles: estar jodido de la cabeza y tener poder para hacer leyes de su jodienda. Menudo papelón. Pero es que… Pero es que en 2021, ese mismo verdugo, ante una nueva movida legislativa, se ha vuelto a manifestar, se diría que como los jóvenes de Éfeso, y ¿sabéis lo que ha dicho? «Las matemáticas y el inglés son las asignaturas más difíciles y por eso hay que aligerarlas».
Será imposible que no le recordemos en sucesivas quincenas. Él se lo ha buscado.