Los estudios de filosofía garantizan… ¿qué?

Los estudios de filosofía garantizan… ¿qué?

Isabel del Val

Cometeríamos un error de enormes consecuencias si no entendiéramos bien quién y qué hay detrás de esta afirmación, que transcribimos literalmente:

«Podemos decir que toda España fue franquista, ¿no? Algunos con más ganas y otros con menos, pero si aguantó todo ese tiempo ahí…»

El que así ha hablado es el conocido como C.Tangana, algo así como rapero o cosa parecida, famosísimo, con muchísimo éxito, tal como se entiende el éxito en esos reducidos y egocéntricos ambientes. Es uno de los muchos entrevistados en el documental de 4 capítulos titulado Lola, sobre la vida de Lola Flores, que ahora tiene Movistar en emisión, dirigido por Israel del Santo. Esa frase, para el que quiera comprobarlo, se le oye al sujeto en el minuto 39 del tercer capítulo. La dice sentado en un pequeño sofá, como todos los entrevistados, pero este individuo, a diferencia de todos los demás, mientras habla hojea unas revistas que hay en la mesa cercana, es decir, mira hacia ellas, y su gesto facial es lo más próximo que puede acercarse un humano a lo nulo: se ve muy claramente que el tipo quiere afectar algo de la familia de la languidez, la pereza («oh, qué pereza hablar de esto una vez más», y así), el cansancio ante lo obvio o algo por el estilo. Siempre ha querido señalarse, publicitarse y destacar, y ahora lo consigue una vez más, que ya es difícil en ese documental de mil folklóricas y las hijas y la misma Lola: lo consigue, porque hay muchos estilos personales y mucha variedad, pero él queda señalado como el petimetre más perfectamente maleducado; además, por supuesto, de desinformado.

Pero qué se puede esperar de un rapero que ha expropiado el éxito a base de pelearse a la salida de los conciertos, o de huir de una entrevista en directo en TVE tras una actuación… y que, encima, ha pasado por la Facultad de Filosofía de la UCM.

Sí, en efecto, ¿de que creíamos estar hablando? El muchacho nació en 1991, de modo que su paso por la Facultad tuvo que ser como pronto hacia 2009 o 2010. Es decir, se tragó las clases de ese presumido que afirmaba sin recato alguno que cabalgar a la jineta era una obligación que los hombres imponían a las mujeres porque así ellas no podrían manejar el caballo y tendrían que ser ellos quienes se sentaran tras ellas y mandaran (sí, tal cual, ante una pasmada audiencia -con tíos como este es difícil hablar de alumnos: eran público- de muchachas que se iban enardeciendo, claro, ante la injusticia). Es que ni siquiera había visto Sentido y Sensibilidad, por coger un objeto de consumo cultural reciente, en el que Emma Thompson cabalga, pues sí, a la jineta junto a Hugh Grant (y en cuantos cientos de ocasiones más habría podido tener ese profesor ya cuarentón posibilidad de informarse). Cosas así era normal oírlas en esos tiempos justo pre-Podemos en nada menos que la tenida por mejor facultad de filosofía de habla española. Y muchas otras cosas, por supuesto peores por más serias. ¿O a lo mejor no es suficientemente malo que un profesor remueva la rabia adolescente todavía bullente a las edades de ese público, y lo haga con mentiras? Las exageraciones y los desdoblamientos de género y la presunción aberrante de culpabilidad han salido simplemente de cosas así de «frívolas», de tonterías de ese calibre: sencillamente, porque no hay material «serio» del que puedan haber salido. Y vaya si sabían y saben eso los de aquel grupo de profesores de hace veinte y quince años de esa facultad, y vaya si se vio venir la demagogia torera en la que luego se enfangó el cercano 15-M, y su apropiación por esos del grupo (con sus amigos de Políticas, claro).

Ojo, que lo del sujeto este autoestuporoso denominado C.Tangana informa de muchas más cosas de las que parece a primera vista. No se puede hacer relación de todas ellas, por supuesto, pero baste que contemplemos un caso como el de este tipo para no olvidar, por lo menos, que unos estudios no garantizan una formación humana, e incluso que, a menudo, si los estudios están convenientemente «inspeccionalizados» pueden proporcionar una cierta formación, desde luego, pero no la que cualquiera entendería que es deseable. ¡Si ha estudiado filosofía! ¡Eso garantiza, por lo menos, cierta cultura acerca de ciertas cosas! Con cierta frecuencia se puede oír este tipo de (no se sabe si) lamentos o anhelos o simple súplica desesperada. 

No, de ningún modo. Entre los de Filosofía solemos acabar siendo permisivos con los que han estudiado Filosofía, por mucho que toda la vida nos hayamos reído de los ingenieros de caminos y los médicos, que ya sabemos que pronto celebrarán el centenario de la primera vez que en sus clases se les dijo aquello de «ustedes, con estos estudios, sirven para hacer cualquier cosa que se propongan». Ojo, que en Filosofía pasa algo parecido, con el problema añadido, quizá, de que se desprecia con sonrisa (esa llamada «sonrisa complutense», la defensa atemorizada reconvertida en ataque, propia de los inútiles, que se diría se enseña en sus aulas) la tarea manual o mecánica (uf, que aristocratizante pre-Carlos III, ¿no?). ¡Como si ese tal C.Tangana fuera el primer ignorante agresivo que sale de esa facultad! Una facultad en la que un muy numeroso grupo de alumnas, allá por esos mismos años, alrededor del 2008, discutía con vehemencia la posibilidad de que fuera verdad que en los cuarenta y los cincuenta en ese mismo edificio «estudiaran mujeres», porque sabían con toda seguridad que «las mujeres tenían prohibido estudiar»…, nunca dijeron hasta cuándo: porque de la Transición ya estaba perfectamente consolidado que había que echar pestes, porque no fue más que «prolongación del franquismo» y toda esa, de nuevo, mentira.

¿De qué personas estamos hablando?

De las nacidas alrededor de 1990. Puras víctimas de la LOGSE. Gentes que han llegado a la universidad sin el más mínimo material digno de ser llamado «cultura general», salvo en los casos, que siempre recordamos para que no nos confundan con lo que no somos, de algún profesor heroico y desde luego de padres heroicos que, tanto el uno como los otros, han sabido compensar lo que veían ante sus ojos que se cernía sobre sus alumnos o sus hijos, y de hecho se llegaba a arrojar. Claro que hay jóvenes válidos entre ellos: pero, contra todo lo que quisimos y trabajamos, los que al final secuestraron la gestión docente y la convirtieron en púlpito consiguieron que los que hoy son válidos lo son por esas heroicidades extra-sistema. No son válidos porque las leyes de enseñanza lo hayan conseguido, sino por todo lo contrario. 

Habréis observado cuánto asentimiento hay ante las letras de esos raperos que se presentan casi como Robin Hood o Quijotes (esto, si no fuera despreciablemente español), cuando resulta que estas letras son prácticamente sin excepción lo más depurado del machismo, y a menudo con violencias físicas añadidas, y reducen el campo mental a dos intereses -los días buenos; los normales, a uno- contra los que luego, seguramente para ampliar su universo de compradores en Spotify y similares, dicen proclamarse: el C.Tangana este, con los ojos caídos a media asta, oh, de tanta sabiduría, dice que no «cree» en la democracia representativa; sí, habrá pasado por donde quiera, pero fijaos si le han tocado o no esos profesores de los que hablamos, que a día de hoy se encuentra tan pancho aplicando el verbo «creer» a una cosa como la democracia: así que filosofía, ¿no, machote? ¿Y quién te dio la asignatura de Filosofía Política, que igual tendríamos que hablar con él? Ah, que puede que fuera aquel de los manuales…; o no, sería ese mismo de montar a la jineta…; o puede que aquella que acabó de concejal de… Vaya tropa.

Y nos ilusionó que los viejos aparadores de los setenta se jubilaran; esos que suspendían por desacuerdos políticos, que se chivaban a los sociales… Ahora, producto de sus sustitutos, lo que tenemos son tíos que tienen perfectamente claro que si Franco duró fue porque «toda España era franquista». Pocas veces se ha visto tan claro que lo que Platón advirtió era cierto: la tercera generación es la que se carga la democracia. Sus individuos válidos van a ser oscurecidos por esos otros que viven en el acomodo, en la ignorancia, en la soberbia, y en el desconocimiento de lo que es una dictadura. Y eso es y ha sido un problema de las instituciones educativas.