Mejor el móvil que Planck; y no te digo ya si es Pantoja (de la Cruz, no la otra)

Mejor el móvil que Planck; y no te digo ya si es Pantoja (de la Cruz, no la otra)

Isabel del Val

 

No podemos aceptar que cualquier contenido relacionado con las tecnologías de la comunicación o la información desplace a los contenidos científicos o humanísticos básicos en nuestros programas de enseñanza.

Y somos muy conscientes de que la misma utilización de la expresión «programas de enseñanza» ya nos sitúa a ojos de algunos asnos en un universo poco menos que del Trivium (incluso en muchas ocasiones en el pasado nos lo dijeron con toda claridad y esa misma palabra cuando defendíamos, por ejemplo, la enseñanza de la Física -?-). Pero ahora no nos vamos a parar en esas tonterías. Utilizaremos el idioma que nos dé la gana, y esto no sobra al discutir sobre educación, materia sobre la cual casi todo se ha convertido en una mera discusión sobre terminología y connotaciones políticas. Y mientras tanto, los alumnos sin aprender nada relevante.

Se dice frecuentemente que al entrar estos nuevos contenidos en los programas, forzosamente tienen que salir otros, porque todo no cabe. Es claro que esa tontería se puede combatir por muchos frentes. De momento sólo mencionaremos que la elección de los contenidos que tienen que «irse» para hacer espacio a los nuevos no está del todo iluminada, ni es claro que en efecto tenga que «irse» alguno. Y, además, ¿quién lo decide? ¿Ese mismo individuo que como a él le fue mal en su colegio con las matemáticas y el inglés decidió cuarenta años después que las matemáticas y el inglés tenían que reducirse en los programas «porque eran las asignaturas más difíciles» (sic)? A propósito, los seguidores del club ideológico al que pertenece este sujeto con tanto mando son los primeros en gritar, en las aulas, en los claustros, en las calles y en los telediarios que qué bochorno que los alumnos españoles sean tan malos en idiomas extranjeros, que eso se debe a que no se han hecho las reformas que la enseñanza necesita (y la que propone su líder consiste en eso, en reducir el inglés).

Lo que hay a medio camino del fondo de este asunto de «contenidos que entran-contenidos que salen» es una vez más una actitud adánica e idiota que tiene como certeza que hasta ahora (y algunos dicen más o menos en serio eso del Trivium: desde el Trivium) se viene enseñando lo mismo desde hace siglos, y eso deja fuera de la necesaria enseñanza de los de Primaria y Secundaria… ¿qué? ¿Cómo se maneja un ordenador o un móvil, como surfear por internet, qué? Como si no fuera eso precisamente lo que atasca a los mismos maestros y a muchos profesores, cuando casi el 100% de sus alumnos lo saben hacer desde casa y desde que tienen cuatro o cinco años. Así que o alguien mira mal, o alguien tiene mucho morro y pone excusas frágiles. Pero, por supuesto, lo principal de tal estupidez es la ignorancia que muestra de lo que ha venido siendo la historia de la enseñanza en general. Y para no agobiar (y no dar más excusas para que nos llamen eruditas derechistas), me limitaré a poner la frontera del tiempo en la Ley Moyano. ¿Desde la Ley Moyano hasta aquí se viene haciendo la misma enseñanza, so brutos?

Se parece a unas discusiones muy divertidas que tuvieron lugar hace más años de los que es conveniente recordar acerca de las reválidas, que aunque ahora la pirámide de población sea la que es, seguro que la mayoría de los lectores saben de qué va la cosa. «Las reválidas hay que quitarlas porque son un examen franquista» (por supuesto) decían los amigos de quitar las reválidas. El caso es que ya estaban quitadas, pero había propuestas más o menos débiles de la débil y fofa sección del PP de interesados (ejem, qué ambigüedad de término: pues sí, de los unos y de los otros) en la enseñanza de recuperar algún tipo de examen global que demostrara que el Bachillerato se había acabado en condiciones más o menos dignas. Todo lo que se quiera a favor y en contra (algún día diremos probablemente nuestra opinión, pero no ahora). Lo peculiar de aquellas discusiones es que se metieron, por supuesto, los diarios «generalistas» nacionales, con sus extremadamente poco informados redactores especialistas en educación, simple y llanamente La Voz de Su Amo como era evidente para todos menos para los lectores más jovencitos (o también viejecitos de esos de todavía con la gorra con la estrella roja o el brazalete de seda de la cofradía meapilas X), y se organizó una trifulca que parecía de periodo constituyente. La verdad es que lo era un poco, por lo que respecta a la educación.

Y las discusiones se acabaron de pronto.

¿Cómo? ¿Por qué?

Porque alguien sacó el argumento definitivo: el que dio alas a algunos para volar sobre las tropas enemigas y aniquilarlas, y el que hizo a estas tropas enemigas que se callaran mirando al suelo y susurrándose: quita, quita, mejor nos callamos.

¿Qué argumento?

Que las reválidas eran unos exámenes franquistas.

Aaaaaaah. Ya estaba clara la cosa. Ya se sabía automáticamente qué postura había que tomar. Por supuesto, nunca nada que tenga que ver con el franquismo.

Pero pocos oyeron, y muchos menos leyeron, y a ningún político de los que manejaban ese argumento le interesó que, en realidad, esas reválidas fueron un invento del llamado y muy conocido como Bachillerato Callejo. Sí, el de la República.

Pero se había secretado tanta prosa en contra de esas reválidas que ahora a ver quién era el guapo capaz de hablar a favor de ese proyecto en realidad republicano e igualitarista.

¿Nunca cambió nada en la enseñanza hasta que estos zotes propusieron allá por los noventa (ya desde algunos años antes en plan experimental y parcial: los «Programas Renovados», y esas cosas) sus reformitas o sus demolicioncitas?

¡Así que menuda excusa la de los contenidos de las que en esa zahúrda llaman «las TIC» para sacar cosas de esas que me hicieron sufrir a mí cuando fui alumna! ¿Química? ¿Pero qué falta te va a hacer en la vida, que te vas a dedicar a administrativo? ¿Ortografía? ¿Pero qué falta te va a hacer, si te vas a dedicar a peluquero? ¿Historia del Arte, Filosofía, Literatura? ¿Y de qué le sirve eso a un ciudadano democrático, libre y progresista que se va a dedicar a albañil o a ingeniero eléctrico o a conductor de autobuses o a la programación de los centros culturales del ayuntamiento?