01 Ene Cherchez la femme y esas estupideces: ¿pero para qué? ¿Para prohibirla?
Cherchez la femme y esas estupideces: ¿pero para qué? ¿Para prohibirla?
Ya sabéis que nos gusta disfrutar de las cosas visibles, y discutir sobre ellas, como llevamos haciendo sobre el cine musical y sobre otros asuntos. Pero, igual que en la vida, de vez en cuando se te cruza un tío asqueroso por la acera que te ensucia el paseo. Y ahora las autoproclamadas autoridades afganas han dado la orden a su televisión de no emitir películas en las que salgan mujeres.
Ya hace muchos más años de los que la mayoría podría recordar, alguien muy próximo estuvo trabajando en empresas de construcción y de autopistas, primero en Arabia y luego en Irak; nos hemos ido a un tiempo anterior a todo eso que ha hecho que tantos por fin conocieran que estos países existían: hablamos, creo, de los primeros años 80. Y aparte de algunos otros detalles abominables, esta persona contaba, al principio entre risas, que llegaron a ver en la tele, en una de las escasas y cortas noches de descanso que tuvieron, Casablanca, con la particularidad de que era más bien una especie de versión o resumen o algo raro, porque habían cortado todos los planos en los que salía Ingrid Bergman. Ahora que lo pienso, nunca nos dijo si los otros planos en los que salen mujeres también los habían cortado: esa esposa joven creo que húngara o checa y que medio se vende por los salvoconductos, o la abuela que se empeña en aprender a decir las horas en inglés, y alguna otra que sale por ahí. Pero ¿quién iba a pensar en ellas cuando te dicen que quitan a Ingrid Bergman de Casablanca? Algo así como si quitaran los planos de Bogart; o los de Lauren Bacall en Tener y no tener. Nuestro narrador, tan próximo y hoy tan lejano, tan cinéfilo, medio reía al contarlo, medio advertía: ojo, que son gente muy loca. Y por supuesto no se las daba de listillo ni adelantó cosa alguna de lo que vino después; que aunque fueron sólo unos diez años más tarde, la sensación en el recuerdo es que se pusieron siglos de distancia, de lo diferente que es el mundo posterior a la invasión de Kuwait por parte del fantoche irakí, y todas las secuelas que han sido el material de construcción de nuestras sociedades de hoy.
Materiales de construcción: por ejemplo, esa rara tolerancia hacia las burradas de diversos tipos, y ahora nos interesan especialmente las relacionadas con las mujeres, que perpetran especialmente grupos e individuos de la llamada «cultura islámica» (como si hubiera una), aunque según lo que caiga esa tarde con la lluvia también toleraremos y alabaremos lo que hacen los individuos de la llamada «cultura gitana», y desde luego algunas cosas raras que hacen con las mujeres (si, tan objetual como suena) en las llamadas «culturas nativas» de América del Norte, aunque un poco también en algunas del Sur, y paro porque si no no acabo.
A ver si conseguimos ceñirnos al asunto del Veedor, porque es visible que cuesta mucho, tratando este asunto, quedarse en el propio corral. Ya dice algún compañero de web de hace una o dos quincenas que esto empezaba a desmadrarse y unos trataban los temas de otros. Pues bueno, pero vamos a ver si conseguimos ceñirnos.
¿Quitamos a las mujeres de las películas, y seguimos echando las películas pero habiendo quitado los planos de mujeres? ¿O para no hacernos líos ni siquiera echamos películas en las que salgan mujeres (alguna habrá, suponemos, cosas bélicas de la modalidad dura, pero ahora no caemos)? O sea: nos limitamos a poner en la tele documentales de ciencias duras (¡no! ¡que pueden salir científicas explicando cosas!) o incluso de blandas (¡cuidado! ¡que hay machos y hembras hasta en la sabana!): no, tampoco. Vaya.
¡Y aquí seguimos pitorreándonos de los memos que en los platós de Prado del Rey esperaban con un chal para ponérselo sobre los hombros a Rocío Jurado o a la que les diera por pillar ese día, porque enseñaban piel de más o clavícula de más…! Y algún día alguien nos tendrá que dar una explicación que se nos debe: ¿cuál era el criterio para considerar lasciva una presencia, sexualizante una visión? Porque no coincidían todos. ¿Dependía de la capacidad empalmatoria de esa presencia? ¿Quizá del ensotanado empalmante? ¿O había un librito como aquel de Religión de 6º de Bachillerato en el que aparecían los céntimos o las pesetas que eran robo y no lo eran, y los centímetros de piel que eran sexualizantes y los que no?
Como cinéfilos, pero mucho antes que eso como simples ciudadanos bachilleres, tenemos que reconocer que nunca hemos terminado de entender la mojigatería puritana sexófoba. Comprendemos perfectamente la dosificación según edades y la graduación de la exposición, así que no vayas por ahí, serio musulmán, seria puritana. Por cierto, ya que lo hemos dicho, que sepas que a muchos nos pillas entrenados, que no estáis inventando nada que aquí no hayamos visto antes: eso de que como yo debo ser célibe que lo sean todos los demás es muy conocido por aquí, antes como hegemónico, hoy en muy clara retirada: que vuestros imitadores cristianos ya nos tuvieron agarrados durante décadas, y por ser más precisos algo así como un par de siglos (léanse Los pazos de Ulloa, o La regenta, por ejemplo) y os conocemos de memoria. Sabemos lo que tenéis en la sesera y lo que os mueve, e incluso cuando ni vosotros mismos sabéis por qué lo decís, ni nosotros comprendamos el fondo sexófobo de vuestros hígados. Pero es que nos da igual si vosotros mismos os comprendéis o no. Lo que hacéis es una mierda. Prohibís a las mujeres, tapáis a las mujeres, acalláis a las mujeres, castigáis a las mujeres… Y ni vosotros mismos sabéis por qué. A no ser que sea aquel criterio Prado del Rey…
Pero aquí hay quien os tolera y os comprende, y anima a los demás a comprenderos y toleraros, y quien ha llegado a decir que tapar a la mujer es el mayor acto de «respeto hacia la mujer» porque así se evita que caiga sobre ella la mirada «lasciva». ¿»Mirada lasciva»? ¿Eso qué es? ¿No será lo mismo que eso que ahora manejan por aquí con la palabra «sexualizar»? «Es que si se las permite salir en bikini al escenario será una invitación a sexualizarlas»; «la fiesta de camiseta mojada es pura sexualización de la mujer»; «se prohíben los concursos de baile bachatero porque sólo llevan a ver una mujer sexualizada».
Seguimos sin comprender: los grupos que aquí, no siendo islámicos, dicen esas cosas, suelen admitir por otro lado, de muy buen grado, los calendarios de bomberos medio en pelota, los anuncios de Pepsi con repartidor tabletero, y las teleseries de Toy Boys con paquete ostentoso. ¿El problema no es, entonces, exactamente, eso de «sexualizar», así, dicho en general? ¿Es quizá un «sexualizar» malo si a mí no me mola, o bueno si me mola (cuántos curillas metidos a censores de «sexualización» femenina se lo pasarían pipa porque lo que les iba en realidad no eran las mujeres, sino los hombres, o incluso los niños… y de eso nadie decía nada, y ellos tan panchos poniéndose ciegos interpretando el papel de preocupado tapador de sexos que a él no le importaban)?
Cine, tíos: es cine. Mujeres. Hombres. No os metáis donde no os llaman. No es fácil adivinar quién os creéis que sois, del mismo modo que no es fácil suponer quiénes se creen que son esos que aquí mismo ordenan mirar así y prohíben mirar asá a una mujer. El caso es que la alegría, la felicidad, la belleza y el placer ya los administro yo. La cosa tacaña y mezquina de la tía abuela agarrada que da a sus sobrinonietos de quince años un euro como aguinaldo, perra desgraciada. A ver si va a resultar que algunos no son tan grandes como se suele proclamar.