01 Jun ¡Un nuevo género!: el cine político-slasher
¡Un nuevo género!: el cine político-slasher
The Hunt. La cacería. Ojo, que hay un montón de obras y series de televisión con este mismo título, algunas de ahora mismo. Esta es la película dirigida por Craig Zobel y protagonizada por Betty Gilpin y Hilary Swank, estrenada en 2020. Se puede ver, como mínimo, en Movistar.
Político-slasher o quizá gore-político. Pero muy político, ojo. Nada de dos tonterías de frasecitas progres y con eso creerse que ya se está haciendo la revolución, no: todo el argumento, de principio a fin, tiene su material en la política de ahora mismo y, lo que es mejor, desconcierta a todos porque describe a todos y no se pone del lado de nadie. Es imposible no destriparla si se quiere celebrar algo de ella, pero intentaremos hacerlo lo menos posible.
Toda la película está hecha para que un perezoso vea en ella solamente una especie de sucesión de parodias de películas hoy famosísimas (otras no), empezando por Los juegos del hambre, siguiendo por El bosque de Shyamalan y siguiendo por casi cualquiera que al lector se le ocurra. Pero, cuidado, no es un refrito pobretón y humorístico. Muy al contrario, se trata de una película muy seria, muy calculada y hasta muy grave, además de muy entretenida.
Si no estuviéramos ya en la era post-Psicosis, diríamos que se carga unas cuantas convenciones. Espectador, elige un protagonista del grupo inicial y sea cual sea sufrirás igualmente. Espectador, elige un bando, el de los paletos negacionistas antievolucionistas antivacunas trumpistas, o el de los ultrarricos de la izquierda supersofisticada norteamericana, que sufrirás igualmente los insultos y las humillaciones de ver retratado lo peor de todo lo posible del ser humano. Y ya vamos destripando cosas: la famosa élite de la que se quejan los trumpistas, que no por ser quejas de estos zopencos es menos cierto que existe y se comporta como tal élite ignorante de casi todas las realidades del ser humano, decide vengarse de cierta afrenta de los primeros y empezar a eliminarlos. Eliminarlos físicamente, por grupos, trasladados inconscientes a esa «Manor House» de las conspiranoias ultraderechistas, que en plan sarcasmo los ultrarricos ahora han decidido que mira, sí, hombre, tanto que lleváis hablando de que tenemos una finca para eliminaros sin que fuera verdad, pues ahora os la vamos a construir de verdad. Los inconscientes se despiertan en un prado al que no saben cómo han llegado, y ahí empieza la cacería.
Se considera que el slasher es ese género que, aparte de mucho chapoteo de sangre y muchas sierras y guadañas y mucho grito, acaba siempre, al final, en manos de uno de los arquetipos que sin saberlo (por eso es posible que llegue a ser arquetipo, porque se ha ido haciendo sin intención de que lo fuera) se ha construido en la era moderna: lo que se llama «La Chica Final». Siempre, al final de la película, el enfrentamiento es de los malos (que suelen serlo en grado superlativo) con una Chica que ha sido de entre todas las víctimas la más lista, la que antes ha visto qué pasaba, la más hábil y la que ahora parece convertirse en pararrayos de todas las maldades. En The Hunt también sucede, pero además con elementos añadidos, principalmente políticos. Y además, como se suele decir en plan algo chulo, «han dado con la chica equivocada».
Hay mucho humor negro, como no podía ser de otra forma en una película de decapitaciones y tripas por el aire. Y hay mucho humor sulfúrico, como no podría ser de otro modo en una película en la que el grupo de los modernos, de los «liberales», los buenos, los que están del lado del progreso y del respeto y de la ecología y de todo aquello a cuyo lado hay que estar, se interrumpen la conversación unos a otros porque uno de ellos aparece en su casa con un batín que en realidad es un kimono: «¡Eso es apropiación!», le acusan otros. Cómo van a tolerarse entre ellos, inventores de estas nuevas inquisiciones, esos pecados. Un blanco de izquierdas no puede vestir un kimono, por supuesto. Es un rápido pasaje en la película, pero comprime casi todo lo que vemos de ellos. En la elección de víctimas aparece un negro: ¡No! Suficiente han sufrido ya los negros en la historia. Y así sucesivamente (parece que los guionistas leen nuestros trabajos en preparación). Se corrigen el lenguaje unos a otros (en eso consiste en un 90% esa que pretenden hacer pasar por ideología, en los grupos liberales norteamericanos y de izquierda europeos), son crueles con los subordinados porque si son subordinados será por algo, que una cosa es una cosa, y la clase es otra cosa…, pero todas y cada una de sus conductas pueden ser vistas sin problema alguno como una vulneración de sus propios principios pronunciados. Para empezar, el uso de armas para acabar con los partidarios del uso de armas.
¿Y los zopencos -paletos, redneck, los llaman varias veces- hacen algo más que posar como zopencos? Pues luchan por sobrevivir, no entienden nada, ni metidos en la cacería ni antes ni después, sueltan sus exabruptos también zopencos, van muriendo… y van retrasando la persecución de la chica que los ultrarricos quieren que sea la última, aquella a la que culpan de todo pero que resulta que es… la chica equivocada.
Resulta muy interesante conocer reacciones que ha habido del público en diferentes medios, en general todos norteamericanos. Hay una queja general contra esta película: crees que «vas con un bando» y al poco ves que es malo, y entonces «vas con el otro», pero es tal lío que al final ¡no sabes a quién elegir! Ese es, desde el punto de vista comercial, probablemente el problema de esta película: es una película para mayores, por una vez, de verdad. No hay buenos. La Chica Final, que además es la Chica Equivocada no es de esos paletos en absoluto, ni piensa como ellos, ni es tampoco de esos ultraarrogantes sabelotodo perfectos y encantados de conocerse. Es otra cosa, está en otro lugar de la sociedad, quizá es «la buena»… Pero cuidado con juntarse con buenos así. ¿O es que quizá…? ¿No hay más sociedad que la de los ultracatetos y la de los pijoprogres?
Todo eso está bien como está en la película. Qué aburrimiento si hoy nos presentan una película más de lenguaje correctito y planchadito (¿según quién?) en la que la bondad (¿según quién?) es agraviada, y todos nos indignamos en el lado correcto de la historia. Y no digamos el aburrimiento simétrico de la película de alabanza de aldea (de Arkansas) y los sanotes valores del country bailado en grupo y de las costillas con salsa barbacoa doble chile y la gorrilla de tractorista con honrado sudor campesino y verdades simples pero contundentes. Esta The Hunt se sale de todo eso, y no es en absoluto normal ni frecuente que una película consiga producirse hoy si no está alineada en una de esas dos rutinarias y tediosas visiones del comentarista simplón. Por eso la recomendamos, pero advirtiendo que no es para estómagos delicados: ni material y literal, ni metafóricamente. Ya se sabe: la incomodidad de tener que poner a funcionar la sesera (afortunadamente nuestro lector ya la tiene funcionando) porque las recetillas simplonas más bien no.