Democracia, Irreverencia, Inteligencia artificial. 11

DEMOCRACIA, IRREVERENCIA, INTELIGENCIA ARTIFICIAL. 11.

Rafael Rodríguez Tapia

El mensaje corto, y más si es escrito, se lleva mal con la ironía. Cualquiera puede contar por decenas los fracasos de sus comunicaciones por Whatsapp con amigos en los que incluía una broma o una ironía que nadie entendió o que incluso se entendió al revés, originando situaciones incómodas y malentendidos a menudo maléficos. La irreverencia necesita contar, para su adecuada expresión, con los elementos lingüísticos de la entonación, el gesto, los tiempos de expresión y el timbre de voz. Sin ello, se puede conseguir como mucho una greguería o un chiste para libro antiguo de chistes, pero poco más. Y lo que sucede en la actualidad, quizá a su vez con algo de ironía en el fenómeno, es que cuando todo apuntaba a una pérdida quizá catastrófica de las capacidades escritoras de los jóvenes, maltratados por los programas de enseñanza de un modo sólo superado por el trato dado a la infancia en las fábricas textiles de Manchester de 1800, la escritura se ha disparado a niveles nunca conocidos en la Historia: y son algunas de esas redes sociales las que lo han traído, porque hay algunas redes que se basan en la fotografía o el vídeo, pero la red por excelencia, la que acoge quizá por intuición o no se sabe muy bien por qué lo fundamental de la presencia en esas redes, es Tweeter y su modo fundamental de comunicación, que es precisamente un mensaje escrito.

A partir de ahí, una investigación simplemente somera arrojará inmediatamente un resultado: el humor, en Tweeter, o es de caídas, golpes, choques, eructos o exabruptos, o no lo entiende nadie o, mejor dicho, lo entienden sólo los previamente avisados. Un pitorreo verbal sobre un político sólo es contestado, es decir, continuado y prolongado, por quienes manifiestan claramente en esas contestaciones que acerca de ese político no opinan precisamente bien, o sea que el pitorreo les parece de perlas, e incluso añaden otros. Los amigos de ese político contestarán en casi la totalidad de las ocasiones con burlas de contraataque o, más frecuentemente, con insultos y groserías. Los demás, el conjunto de esa población tuitera, que por casualidad o por invitación de un tercero hayan caído por ahí, aprovecharán para soltar otro de los habituales vómitos de bestialidades y de inmundicia: en realidad nada nuevo, porque siempre ha habido afición a las simplezas, a la demagogia y a hablar sin conocimiento, pero en la actualidad eso se puede hacer, y en público, y con repercusión y oyentes por miles… pero con anonimato. Por supuesto, todos sabemos lo que propicia esta posibilidad del pseudónimo permanente.

Sin embargo, la irreverencia es fundamental para la vida intelectual, y en consecuencia para la actividad crítica que la democracia necesita. Nunca nadie ha conseguido progreso alguno siendo reverente hacia el poder y quienes lo ostentan y, como es visible, sólo el que se ha atrevido a saltarse los excesos de respeto y se ha opuesto a la sumisión arrobada ha conseguido que se avanzara algo en lo político. No hará falta que se insista en algo tan elemental. Pero quizá sí en subrayar un hilo que une la crítica con la irreverencia, sobre lo cual no se habla demasiado.

Hay que decirlo incluso de un modo que resulta todavía más exótico: no hay actividad intelectual sin ironía; es imposible: y si lo parece en algún caso, pronto se percibirá que eso que parece actividad intelectual es mera mimetización de conductas ajenas de apariencia intelectual.

A continuación, es visible que no hay vida política, pública, colectiva, sin organización intelectual de la misma. Y se percibe también con claridad en qué altísimo número de ocasiones los proyectos públicos fracasan en cualquiera de sus escalas por la introducción de emocionalidad en la política.

Al mismo tiempo, no se puede dejar de observar que, como hemos mencionado, las redes sociales no son precisamente un semillero ni mucho menos un sembrado de ironía o de irreverencia, sino más bien al contrario. En cuanto aparece un atisbo de ironía en un tuit la bandada se lanza como escuadra aérea en ataque bélico a pulverizarlo con deformaciones, malas interpretaciones y por supuesto bestialidades y demagogia.

De modo que tenemos que preguntarnos: si la vida política necesita de la racionalización y de la vida intelectual, y esta no es posible sin ironía, y si las redes sociales ni alojan ni toleran con la mínima fluidez el uso de la ironía y la irreverencia, ¿qué función atribuimos a las redes sociales en política, más allá de vehículo de propaganda, más allá de «otro soporte» publicitario para los líderes y los partidos?

¿Por qué tanta insistencia en la soberana importancia «para esta nueva era» de esas redes sociales, del papel de estas en la conformación de una nueva sociedad, si después de veinte años de uso masivo e intensivo no han ofrecido camino alguno para el progreso político ni han servido más que para convocar a facinerosos a quemar las sedes de partidos rivales a cierta hora?