Democracia, Irreverencia, Inteligencia artificial. 14

DEMOCRACIA, IRREVERENCIA, INTELIGENCIA ARTIFICIAL. 14.

Rafael Rodríguez Tapia

 

Microtargeting

¿Puede ser esta práctica la semilla de una incontestable destrucción de lo que hasta hoy entendemos por democracia?

Todos tenemos la experiencia de haber realizado una compra por internet y, a partir de ese momento, al leer en pantalla un diario de información general, estar permanentemente incordiados por banners y pantallas interpuestas y danzarinas de objetos a la venta que se nos anuncian y son de la misma familia o categoría de lo que hemos comprado. Todavía más: muchos tienen la experiencia de, simplemente, haber hablado de algo con alguien, cara a cara, estando los teléfonos móviles más o menos cercanos sobre una mesa o en el bolsillo, y al consultar alguna aplicación del móvil poco después aparecer en pantalla algún anuncio de consumo o propuesta de compra relacionados con esa materia de la que se acaba de hablar; pocas experiencias hay que desencadenen más legítimamente las conspiranoias, por supuesto. Consultados algunos técnicos de alto nivel del mundo del Big Data y cercanos, nunca se ha podido sacar nada en claro, porque al parecer esas técnicas pertenecen a la zona gris o secreta o juramentada de sus profesiones, y no dicen si es posible o no, de modo que las conjeturas conspiracionistas aumentan todavía más.

Pero son cosas que suceden, y prácticamente todo el mundo tiene esa experiencia.

Puede discutirse, pero no será en este lugar y ahora, la legitimidad de esas técnicas, o el rango diferente de los derechos de anunciante y consumidor, la protección de la intimidad de este e incluso si eso de «intimidad» ha pasado a ser un término de la familia de «Reyes Magos», dado que en cuanto alguien enciende un interruptor de luz en la cocina de su casa hay algún disco duro en algún lugar, probablemente remoto y subterráneo, o a lo mejor no tanto, en el que queda consignado que ese interruptor se encendió a esa hora. La idea de «intimidad» en el siglo XXI merece, por supuesto, ser discutida, porque probablemente tiene tanto en común con la del siglo XX como la idea de cirugía del siglo XXI con la idea de cirugía del siglo XVII.

Pero a nosotros, aquí, nos importa que casi todo eso se ha trasladado a la política, que hoy forzosamente incluye que se ha puesto en práctica en las técnicas de marketing político. Y así como en mil lugares de la red se conoce que tú eres sensible a la publicidad de zapatos, porque tus compras de zapatos por la red han sido numerosas, también se sabe que sueles viajar una vez al mes a los Picos de Europa, de modo que el equipo del siguiente candidato a alcalde de tu lejana megápolis te va a bombardear con la idea de que votando a este candidato se conseguirá en el futuro que los viajes de naturaleza y ampollas corran a cargo de los presupuestos municipales siempre que sean uno al mes, así que vota Fulano, que es el único que ofrece una cosa tan directamente beneficiosa para tus intereses. No importa que esos «Picos de Europa» a los que vas no sean tales, sino un parador de turismo cercano en el que te alojas durante los dos o tres días al mes que haces la visita al hermano de tu abuelo, ya casi centenario, que vive en Cervera de Pisuerga, y que lo haces porque el hombre lo necesita y le alegra, y además te comprometiste a hacerlo a pesar de que eso de la naturaleza y el senderismo, que no practicas de todos modos, son probablemente lo más opuesto a la actividad que verdaderamente te complace.

Debería ser posible que la anterior observación no se olvidara, porque es el punto de apoyo de la subsistencia de «lo contrario» a la tiranía de ese mítico Big Data o de la Inteligencia Artificial (las mayúsculas son irónicas por mayestáticas), porque son un ángulo muerto para las cámaras que se les ha olvidado cubrir. A lo mejor pagas en los restaurantes de la zona en metálico, y en las gasolineras, y apagas el teléfono al ir a casa de tu tío abuelo, y no enciendes ordenador alguno, por resumir. Aunque los expertos en Big Data siguen afirmando que aun así eres localizable y descifrable, y que cuanto más te creas que te estás defendiendo y que estás preservando zonas no invadidas de tu vida, más probable es que no tengas ninguna: pero esto lo dicen los que viven de eso y, de hecho, los que viven de amedrentar a las gentes con ese poder que ellos, como sacerdotes, tienen sobre ti y sobre cualquiera. En conjunto, lo único que está claro es que algo hay, pero que nadie sabe a ciencia cierta cuánto y hasta dónde llega ese control, pero sí se sabe que localizan, aíslan y denominan tus intereses personales dentro de un cierto espectro.

Y en eso se basa el microtargeting. Que muchos dicen que prácticamente no va a haber mayor inversión en política que la que se va a producir (o probablemente ya se está produciendo) en modificar de ese modo lo que hasta ahora y desde hace décadas se ha convertido en todo un universo de dimensiones inabarcables, que es la publicidad política, con todas sus ramas. En la actualidad queda todo amenazado de muerte, o casi, ante la acción propagandística política absolutamente individualizada.

¿Sólo amenaza de muerte al universo de la publicidad?

El microtargeting, por definición, no ofrece proyectos de convivencia. No propone modelos de sociedad ni de financiación de las soluciones colectivas a los problemas colectivos. Alguna máquina, algún software, alguna Inteligencia Artificial sabe de ti que te preocupan especialmente las gafas de sol, de modo que te vas a encontrar en tu móvil, en tu ordenador, en tu tablet o en cualquier cauce de acceso de las redes a tu persona, propuestas y soluciones para tus gafas de sol siempre que votes al candidato X. No importa que te preocupe verdaderamente la organización y la financiación de la sanidad pública, que estés a favor o en contra de esta, o de cualquier materia que a todos afecte, porque alguien decidió hace tiempo que, al final, el votante se mueve por sus intereses personales individuales (es cierto que esto está teorizado hasta la saciedad y no solamente en El Capital, que hace el intento de «colectivizar» esos intereses individuales, pero al final refiere todo a estos); y eso, entendido del modo más ramplón y mezquino, es lo que a la postre ha llegado a ser la brújula de la nueva propaganda política que se dice avanzada y de progreso. Como no supone coste especial alguno, al tratarse de operaciones realizadas por máquinas y software ya amortizados, se lanza la táctica y nunca como ahora han podido descansar los equipos de publicidad política. Pero… ¿es política, de verdad, esa publicidad?

Quizá se pueda decir de ella que tiene tanto de política como la publicidad de zapaterías que interrumpe la lectura del periódico en pantalla a ese incauto que ha comprado más de dos veces zapatos en alguna plataforma de ventas de internet.

Microtargeting publicitario en política y política son términos quizá muy cercanos a ser antitéticos. Puede que también el microtargeting sea contrario a la democracia.