Los amigos woke de mis enemigos islámicos son…

Miguel del Rincón

Si observas y contemplas y luego analizas, y llegas a la conclusión de que la tolerancia con los enemigos de la democracia es el principal problema de las actuales democracias avanzadas, y lo dices, inmediatamente surgirán mil superlistos superconcienciados que te llamaran islamófobo, homófobo (¿u homofobo?), transfobo (¿o tránsfobo?), racista, xenófobo y hasta cardiópata y puede que hasta TERF aunque seas un tío, e incluso MILF, que ya me contarás qué tiene que ver. Sucede que los que te insultan de esa forma, y ya no hay más remedio que aceptarlo, están entre los enemigos de la democracia y, claro, les escuece.

Ha cundido la noción de que, si no sabes demasiado y tiendes a desconocer la realidad de las gentes y las sociedades, pero sueltas propuestas con forma de decretos y oráculos incontestables, siempre del gusto woke, el que discrepa contigo es antidemócrata; en España, directamente, fascista. Eso, siempre que lo que tú profieras sean frases y párrafos woke, muy woke, lo más woke posible; no vaya a ser que venga otro detrás y te deje en mal lugar por decir algo todavía más woke que tú. Cabe ir preguntándose si esto de woke no tendría buena traducción al español, y manejarse mejor así; pero también cabe pensar que no merece la pena meterse en eso, porque el fenómeno es más bien memo y, con un poco de suerte, no va a durar demasiado. Woke, despertó, despertaste, despertamos y despertasteis y despertaron. Llamar, en español, «Despertar» a una corrientita de opinión es invitar a la orgía mística inmediata. No te mientas: tú también notas que hay ahí algo insoportable de cursi o de iluminadito.

Pero vaya con la corrientita. Resulta que ninguna época ni sociedad se ha librado de grupos meapilas y mojigatos, que inmediatamente se han constituido en regimientos reaccionarios que han hecho todo lo que han podido para impedir que se difundiera el uso de la vacuna en primer lugar la de la viruela, claro; y luego, del resto de las vacunas. O de la cirugía: qué era eso de abrir un cuerpo humano, templo de Dios etcétera. O del uso de la luz eléctrica. O del teléfono. O de todo. No ha habido ni una sola cosa que fuera a suponer un avance en el bienestar o la salud o la alegría de las personas que no haya sido contestada por estos grupos de conectados con las intenciones divinas.

Hablando de dioses: para conectados con línea directa, los musulmanes, claro. ¿Por qué les toleramos que hablen como hablan, y que se dirijan a nosotros como se dirigen, cuando (los más viejos lo habéis vivido) son tan iguales en moho, en ranciedumbre y en estupidez a todos aquellos que no hace tanto decían más o menos lo mismo acerca de las mujeres, de sus hijas, de sus hermanas y de tantas cosas, y exigieron ímprobos esfuerzos de millones de personas hartas, para ser apartados y que dejaran al personal gobernarse sin sus idioteces violentas e ignorantes? ¿Por qué los grupos de presión woke coinciden tanto con los grupos de presión criptoislamistas?

Hace poco tuvimos ocasión de conectar con Richard Malka, el abogado de Charlie Hebdo, que acaba de publicar un libro de título combativo: El derecho a cagarse en Dios. Tiene gracia esta reivindicación precisamente traducida al español y en España, en cuya capital, ya hace veinte años más o menos, se hizo la función teatral titulada Me cago en Dios, en uno de los teatros del centro de la ciudad, cuyos cartelones de marquesina proclamaban el exabrupto en letras de dos metros de alto visibles casi desde la luna. Hubo algún grupito de rezadores que montó cuadros plásticos en la acera de enfrente como muy dirigidos por Zeffirelli, rezaron el rosario, y poco más. Oye, para eso está la democracia. Tú dices lo que te parece, yo te contesto lo que me parece. Pero ya entonces (no hace falta ser tan viejo en esta ocasión para recordarlo) las protestas en plan solemne vinieron precisamente en la prensa que-entonces-todavía-no-se-llamaba-woke-pero-lo-hubiera-merecido, contra los indignantes, intolerables, abominables, ofensivos, agresivos… rezadores de rosarios. ¡Qué es eso de protestar porque algo no te agrada! Hace, como digo, veinte años o por ahí, pero mirad que ya entonces estaba en pleno vigor el tonito woke. Pues, señor, Richard Malka, y da la impresión de que a su pesar, se ha constituido en una especie de líder contra la idiotez woke, como mínimo en Francia. Y en una entrevista que publicó en octubre el diario El Mundo no se cortaba un pelo, se diría que harto de tonterías, de achacar a cada cual lo propio de cada cual. Y eso, en realidad, era al final, y siempre es al final, poco más que un ejercicio de tautología cerrada, porque los argumentos a favor de que no se mate a tiros a unos humoristas sólo los entendemos los que estamos a favor de que no se mate a tiros a unos humoristas. Y los que creen que está bien eso de matar a tiros a unos humoristas no entienden los argumentos contrarios.

Y luego están los woke.

Que ni lunes ni martes, sino el día intermedio. Oye, es que tienes que comprender que estos de la revista se habían pasado con unos chistes y unas burlas que a ti no te gustaría que hicieran de…, de…, espera que piense; de…, ya lo tengo: de san Antonio de Padua. Así funcionaron tantos todólogos los días siguientes a lo de Charlie Hebdo, y la misma noche del Bataclan. «Es que hay que comprender que los asesinos, los pobres,…» Así se funcionó durante años en grupos de la izquierda no vasca acerca de los asesinatos de ETA: es que hay que comprender que la situación de los vascos…, te decían, incluso aunque el vasco lo fueras tú y no los que te decían eso. Y aunque esa «situación» no existiera más que en sus ensoñaciones, y tú te deshidrataras intentando que vieran la realidad.

Aquello era, en España, el nacimiento de esa élite de extrema izquierda que por cierto denuncia de Francia también Richard Malka; que es élite porque son los pocos que dictan a grupos, en general juveniles y numerosos y en trance de acceder a la vida pública, lo que hay que pensar, como los editoriales clásicos del diario El País. Y además son un grupo de unos pocos que están blindados porque son divinos. Y aunque hoy digan A, y condenen al que diga B, si ellos mañana dicen B, negarán que en momento alguno hayan dicho A: su conexión con «el lado correcto de la historia», o con otros dioses de ese estilo (hay que tenerlos cuadrados para afirmar de uno mismo que está en ese lado) garantiza que su opinión es siempre la correcta. Y si recuerdas que dijeron A, estarás convirtiéndote en un personaje de las purgas soviéticas de los años 30 (o sea, de 1984). Aquello fue el nacimiento de esa élite porque las personas de izquierda eran entonces numerosas, mucho más de lo que hoy se puede suponer (porque hablamos de opinión, no de mero voto automático de izquierdas); y en un número tan alto de personas había una mayoría razonable, lúcida, capaz de ver y de oír, y la mayoría no se tragaba eso de que el atentado de la plaza de la República Dominicana de Madrid o del Hipercor de Barcelona tenía que ver con que… el País Vasco fuera la región española con más altos índices de bienestar, empleo, ingresos y prestaciones sociales (aparte de que no se iba de allí ni un céntimo para colaborar al bienestar , al empleo y todo lo demás de otros españoles). Ni siquiera se tragaba aquellos cuentecitos del malvivir de los pobres vascos, que había obligado a estos a matar escolares camino del colegio en Madrid o en Zaragoza: porque no eran «los vascos», sino unos pocos cientos, para empezar. Y porque no había nada en ellos que fuera signo de ejercer una acción que ni remotamente pudiera ser considerada de izquierdas. Y esa mayoría de izquierdas fue dejando a un lado a esa minoría de extrema izquierda, que consiguió, por mecanismos complejos y retorcidos, constituirse en dictadora de toda sección de la izquierda que hoy se ha aupado a ser casi la única que en ese lado del espectro político se puede encontrar. Eso es la élite, porque además no se mueve una hoja de un árbol por ahí si no lo han decidido esos happy few.

Eso de los happy few sí que ha cambiado de bando: es que se miran a sí mismos y se mueren del gusto de haberse conocido. Y tampoco se privan de sus lujitos, pero eso qué más nos da. Ellos han insultado siempre a los que disfrutaban de golosinas, pero ahora que las disfrutan ellos no vamos a hacer igual.

Esa élite de extrema izquierda que denuncia Malka de Francia la conocemos en España, ¡vaya si la conocemos!, si hasta la tenemos en el gobierno, y en los más altos puestos de las plataformas audiovisuales y otras industrias; oye, y todos estos, ¿por qué están siempre tan cerca, por qué asienten tantas veces desde el fondo, por qué colaboran tanto con la última gilipollez woke que se le haya ocurrido al último recién llegado? ¿Qué tiene que ver la extrema izquierda con la plasta woke?

Ah, ¿y por qué se oponen con tanta violencia a que se diga en voz alta el perjuicio que la cultura islámica actual produce a la causa de la mujer, o a la de la libertad de expresión, de pensamiento y de circulación de las ideas, a la igualdad de educación y legal entre sexos, a la libertad de circulación?

Un momento, nos está faltando todo el rato un detalle: ¿quién es el sujeto? ¿Qué es eso de extrema izquierda?