15 Sep Si es que eso es lo que hay: tenemos que aguantarlos (1)
Rafael R. Tapia
Sí, a diferencia de lo que muchos de ellos querrían hacer con los que no son como ellos, tal como muestran en infinidad de ocasiones. Por ejemplo, en junio pasado, se produjo otra epifanía.
«Se empieza dudando de los datos del paro y se acaba dudando del resultado electoral», dijo muy serio José Luis Rodríguez Zapatero, como si no se diera cuenta de que estaba simplemente profiriendo una simpleza inconsecuente propia de cotilleo de bajo nivel. Suponemos que se da cuenta. A lo mejor suponemos mal. A lo mejor no se da cuenta. Es posible suponer, dado el nivel de elaboración que ha mostrado en el resto de sus afirmaciones desde hace ya más de quince años, que cree estar soltando una afirmación para la historia. Da la impresión de que él cree de verdad en eso que dice. Y desde luego se tiene la certeza de que no percibe el peligro de estirar hasta ahí abajo el nivel del discurso público. ¿Hace falta que desatornillemos esa frase? En primer lugar, pone una barrera como el telón de acero al que quiera «dudar» de esos datos oficiales del paro. Ay del que «dude»: inmediatamente le van a acusar de «dudar del resultado electoral», o sea, de… ¿golpista? Antidemócrata como mínimo.
Recordemos que fue durante la presidencia de Zapatero cuando se difundió y en muchos ámbitos se impuso por primera vez la idea de que «de un presidente de gobierno no se deben hacer ciertos chistes». Muchos hemos percibido que fue durante su presidencia cuando más simpatizantes del PSOE dejaron de serlo. Siempre se ha afirmado que la izquierda más trotska, así como las pandillas más clericales de la derecha, carecían por completo de sentido del humor. Aunque esto es algo demasiado de brocha gorda, lo cierto es que la realidad suele ofrecer situaciones que lo confirman. Así que cuidado: quizá, si se empieza haciendo chistes sobre el presidente de gobierno, se pueda acabar atacando la democracia. Claro. O cocinando bacalao al pilpil, o haciendo kitesurf, o viendo una película polaca en la filmoteca. Otra cosa es que haya relación entre un extremo y el otro. Cuando Zapatero se pone en modo cátedra, se empieza a echar de menos eso que antiguamente se llamaba rigor lógico. La charla sin responsabilidad del barrio húmedo o de los bares de la facultad llegó a las instituciones con él, que no en vano, pasados los años, está en los cenáculos en los que está. ¿Tendremos que convertirnos a historicistas religiosos, y acabar admitiendo que una antipatía sobrehumana como la de su predecesor Aznar y su soberbia inmanejable y su egolatría de blasfemia griega, dan lugar a un personaje necesariamente de coordenadas mentales tan erosionadas por las charlas de provincianos progretes como las de este ZP de la publicidad, ese que entendía tan bien las necesidades nacionales y estratégicas como para ofender a la mayor potencia de nuestra alianza no levantándose al paso de su bandera en aquel desfile?
¿Cómo es posible que él, y los que hablan como él, muchos de los cuales están hoy mismo en el gobierno de la nación discutida y discutible, soporten la cara en su lugar sin que se les caiga al suelo sólo por el peso de la vergüenza al decir gilipolleces interesadas, infantiles y totalitarias como esa? De modo que con lo que nos tenemos que quedar es con que está mal «dudar de los datos del paro». Perdón, ¿cómo dice? Si manifiesto mis dudas sobre eso, ¿seré sospechoso de antidemócrata? Eso sí: cuando era él, o cuando eran ellos los que dudaban, se podía dudar. ¿Cómo es posible que semejante mecanismo pueril, egocéntrico, caprichoso y pijo haya alcanzado el estatus de idea política?
Todo lo anterior sea dicho aparte de que dudar de los resultados electorales es algo que también se puede hacer, puestos a ello y a defender la libertad de pensamiento y de expresión. Pero es que no nos podemos apartar de la impresión misma que nos producían aquellos personajes rancios, creíamos que «de hace tiempo» (pero eso era un error porque son también de hoy mismo) que difundían desde sus púlpitos cosas como «se empieza eliminando la censura del cine y se acaba en la anarquía social», o «se empieza dejando que las parejas jóvenes se cojan de la mano y se acaba con todas las chicas embarazadas», o «se empieza eligiendo al presidente de gobierno y se acaba eligiendo al obispo de la diócesis», por traer sólo tres de la infinidad de usos e intenciones que sin respetar lo más mínimo del rigor intelectual y la decencia política se hacían de esa modalidad de figura retórica torcida.
Y mira que somos poco dados a mencionar amistades e influencias cuando lo que queremos es ceñirnos a señalar una afirmación inadmisible en boca de un político que a pesar de que se la ha dicho en varios idiomas que ya nadie quiere que siga siéndolo, él se empeña en seguir siéndolo, como casi todos los que han sido presidentes. Pero es que en este caso se hace casi imposible no ampliar el campo visual hacia los alrededores del conferenciante y percibir que hasta podría considerarse disculpable que diga esa animalada que ha dicho, si es que habitualmente se ve y habla con esos personajes con quienes parece que habitualmente se ve y habla. Sabemos, porque no se ocultan, que muchos de ellos piensan exactamente así. Prohibido expresar crítica alguna hacia (lo que sea gubernamental; por ejemplo:) los datos del paro, porque se empieza así y se acaba dudando de (nuestra presidencia, o por ejemplo, aquí) los resultados electorales.
Apetece ponerse a su nivel post-adolescente y contestarle en plan asamblea universitaria: oye, tío, que yo dudo de lo que me da la gana, y eso a ti no te da pie a suponer que voy a dudar de otras cosas (ni a dejar de dudar) que pueden ser, mencionadas pasito a pasito, insinuaciones de intenciones delictivas mías. O sea, que somos españoles, y eso de detectar insidias y ocultas intenciones en plan pellizco de monja lo tenemos dominado casi desde la cuna, así que menos jueguecitos. ¿No te das cuenta de que sólo funcionan con los que previamente ya tienes a tu lado?
Pero, en efecto, hay que aguantarse. Los que hablan así y patean el rigor lógico y hasta los valores fundamentales de la democracia, mientras proclaman que hacen lo contrario, tienen derecho a hablar así y todo eso. No les vamos a decir: se empieza insinuando que hay que prohibir eso de poner en duda los datos del paro y se acaba apoyando a dictaduras. Quizá es que el mismo J.L.R.Z. empezó dudando de los datos del paro.