Una filosofía no radical

Una filosofía no radical

Rafael Rodríguez Tapia

 

Contemplar el mundo, describirlo, hablar, intentar comprenderlo. Mejorarlo si se puede. No averiarlo más de lo que esté. Detectar esguinces y patógenos. Proponer mejoras.

Uno diría que eso es suficiente tarea. También podría decir que a menudo las retóricas, las dogmáticas y las carencias se interponen, e impiden realizarla. ¿Por qué no es eso lo que se suele entender como «filosofía»? ¿Por qué tan a menudo -lo cierto es que casi siempre– si no se presenta un trabajo filosófico como «radical» no parece que sea tal trabajo? Aquí vamos a proponer la contemplación del mundo tal cual nos lo encontremos, su descripción hasta donde seamos capaces, la conversación sobre él y, cuando sea posible, una explicación. ¿Que de ahí tiene que salir forzosamente una transformación radical de las bases de la sociedad? Que salga. ¿Que no va a traer una revolución ni un castigo al que estos o aquellos señalan como Enemigo A Priori? Que no lo traiga.

No buscamos que la reflexión sobre las cosas del mundo cure las apendicitis ni repare las autopistas ni dé un vuelco a las relaciones de producción convirtiendo a los oprimidos en los nuevos opresores. Pero sí creemos que en el origen de toda comprensión y de toda mejora, y en última instancia en el germen de toda ley, hay una reflexión. Como en el origen de toda clínica médica hay una investigación fundamental de Biología, o en el de cualquier tecnología hay igualmente una experimentación de fundamentos de Física (sí, esos investigadores nunca comprendidos por el periodismo político por su tarea en los fundamentos, tan poco rentable a corto plazo); ¿será la filosofía la «investigación fundamental» de la política?.

Todos los contables gritan inmediatamente: «¡Ingenuos! ¡Pensar que la reflexión y la filosofía sirven para algo! ¡Lo único que influye en la realidad es el poder de la pasta!» No moveremos un dedo para sacarles de su infancia. Que sigan con sus activos y sus pasivos, mientras los demás seguimos pensando cómo legislar mejor sobre la libertad de expresión, o de mercado, o de asociación que tan esenciales son para sus tareas.

En el otro extremo rugen igualmente los ceñudos: «¡Ingenuos! ¡Pensar que sin una herramienta sistemática metodológica de reflexión van a poder llegar a conclusión alguna! ¡La única interpretación válida de la realidad es la expuesta en la obra de (aquí cada uno pone a sus santos, naturalmente)!»

Nosotros a lo nuestro. Ni nos acogemos a una dogmática en particular, ni vamos a rechazar una pieza de reflexión porque provenga de algún territorio hater. El buen humor y hasta la risa no han estado tan ausentes de la filosofía como en la actualidad casi todos creen, cegados por los ceños y los exabruptos del presente: va a ser imposible que no nos riamos en muchas ocasiones, y vamos a incluir esa risa en la reflexión. Esta revista es para los que disfruten de ello.