Dyswebxia: Luz Rello Sánchez

Micaela Esgueva

Esta época parece a menudo casi agarrotada por la atención al cuidado, a lo minoritario, a lo diferente. A menudo ese cuidado constituye la mayor dificultad para emprender y sacar adelante un trabajo cualquiera que implique a más de una persona, porque hay que empezar a investigar las variantes personales de todos, y es frecuente que ese estudio nunca se dé por concluido, y no se pueda comenzar la actividad. Pero esta es también la época en la que ha proliferado el cultivo explosivo e indiscriminado de actitudes y políticas que olvidan de un plumazo todo eso, quizá en aras de un beneficio mayor, o así lo publicitan, o simplemente en beneficio de interesados que no confiesan serlo. Por ejemplo, hay parques como la Casa de Campo de Madrid que se ha quedado para uso exclusivo de los jóvenes o los algo mayores siempre que estén en buena forma: está prohibido el automóvil, y sólo se puede visitar en bicicleta (o a pie, en un paseo mínimo de varias horas), y no muchos cardiacos, por ejemplo, pueden hacer ese ejercicio de bicicleta con cuestas y baches, y no digamos los que padecen artritis, problemas de rodilla o de cadera o de lumbares, patologías respiratorias y muchas otras cosas algunas de las cuales, además, es normal que aparezcan con la edad. De modo que las mejores zonas de esa Casa de Campo están reservadas a esos entusiastas jóvenes de actitud en general antiautomóvil, o por lo menos ecofílicos o cosa parecida. Esto no es atención precisamente al discapacitado, o se le llame como se le llame, o al que pueda ser incluido en las categorías algo vagas de «dependiente». Es discriminar a un sector amplísimo de población. Y aunque no fuera amplísimo: no lo es, ni se hace referencia alguna a su número, el de los «dependientes» y necesitados de ayuda cuando esto se debe a alguna enfermedad rara y minoritaria, pero que hemos decidido que hay que ayudar entre todos a soportarla o paliarla entre las atenciones propiamente médicas y la presencia permanente de profesionales del cuidado al lado del paciente. Ejemplos como el de la Casa de Campo madrileña hay a cientos (para el que no la conozca, diremos que no es precisamente como el Retiro: es el doble de extensa que el Bosque de Bolonia parisino, como se sabe, y 5 o 6 veces más grande que el Central Park de Nueva York: para poder recorrerla, o tienes veinte años, o eres un marchador atlético, y siempre menor de cierta edad). Hay actividades, lugares, recorridos, acciones y por supuesto trabajos que, sin forzar las cosas de modo caprichoso, están o han sido injustamente vetados para personas de cierta edad o con cierta condición física o psicológica que no impiden el desempeño de ese trabajo, sino su acceso a él. No se trata de pretender que la conducción de autobuses públicos se adapte a ser realizada por ciegos, pero ¿por qué un cardiópata o un artrítico han tenido que descartar de sus posibilidades de ocio el disfrutar de esa Casa de Campo?

Hay que estar muy atentos a este tipo de problemas, que además resulta que son utilizados por los enemigos de las mejoras reales, los oportunistas caraduras, que se apuntan a cualquier causa de esas que lleva a lloriquear a lo que antaño se llamaba «burguesía» y en consecuencia a donar bienes para su reparación.

Pero fuera de todo esto, más allá de los márgenes de estas disfunciones, en el territorio donde se hacen las cosas con dedicación, estudio y esfuerzo, se encuentra Luz Rello Sánchez.

Sin haber llegado siquiera a la cuarentena, resulta que se ha volcado en el estudio y el remedio de un problema que estaba a la vista de todos pero que quizá había que tener el entrenamiento que ella tiene (es decir, su esfuerzo) para percibir y, sobre todo, para ser capaz de proyectar el remedio: cuando a un lado se tiene una atención escolar tan extensa (para algunos, excesiva hasta el sobrediagnóstico) hacia la dislexia, sucede que en la era del desarrollo de la comunicación con máquinas, y principalmente con ordenadores a través de teclados, se ha dejado a los disléxicos lidiar con su problema de relación con estos teclados y por cierto con las pantallas de estos ordenadores, como si la dislexia fuera sólo un asunto de letra impresa en papel.

 

Luz Rello Sánchez: Premio Princesa de Asturias, conferencias, libros. Y abriendo su propio camino.

 

Luz Rello se ha dedicado, entre otras cosas, a analizar los problemas de los disléxicos, en primer lugar, y los problemas de los disléxicos con el lenguaje, los teclados y las pantallas de los ordenadores a continuación. Había que caer en ello, y sólo se podía caer estando en el trabajo. Rello estudió lingüística en la Universidad Complutense de Madrid, y acabó especializándose en algo que es muy de agradecer, porque nunca lo había hecho nadie desde su perspectiva: la dislexia, habitualmente tratada como cosa sólo de psicólogos. Las aportaciones de una lingüista al problema han sido, como era de esperar, novedosas, y la han llevado a recibir múltiples premios.

Ha creado el término Dyswebxia para referirse a eso que combate. Es pionera mundial de la noción y del trabajo en este campo, que se articula en dos sentidos: la modificación de sitios de internet para hacerlos accesibles al disléxico, y la creación de técnicas y operaciones en ordenador para la mejora de los que padecen la condición. Tiene, además, innumerables publicaciones internacionales.

Y no sale mencionada en los medios de información general.

Pero se dedica a ello, sin seguir los pasos de nadie.