01 Mar El Grupo El Paso, el Equipo Crónica: primera mención
Micaela Esgueva
Sucede a menudo, cuando comete una el error de conversar contra tópicos con un interlocutor autosuficiente, ese que no necesita intercambiar ideas ni escuchar, porque ya lo sabe todo, que de momento este interlocutor va sorprendiéndose de cada paso, cada afirmación y cada revelación que le haces (y a menudo incluso muestra que ya conocía muchas de esas cosas), pero al final no admite la suma. Con lo cual se demuestra que nunca hay que hablar con interlocutores autosuficientes (pero entonces no habría política ni tertulias televisivas, claro). Les dices: Rafael Canogar. Y te responden los tíos: claro, Canogar. Sigues: Antonio Saura. Y te dicen: sí, Antonio Saura. Y así uno tras otro: Millares, Juana Francés, Pablo Serrano, Luis Feito, todos. Y de todos te dicen: sí, gran pintor; o sí, qué escultor de primera. Gran artista. Ese, un modelo a seguir. Y al final retoman su tesis inicial: pero en la España de los cincuenta y los sesenta no hubo pintores. Y le dices: el equipo Crónica. Y se ríe: qué geniales, esas meninas, o ese Guernica. Pero ché, son casos aislados, individualidades nada más, porque arte, lo que se dice arte, no hubo acá.
Así que una se tiene hecha la Promesa Incumplible número 7, que es esa: nunca intentar convencer a un autosuficiente de afirmación alguna diferente de la proferida por él con anterioridad. Y, sobre todo, no hacerlo si se trata de algo relacionado con esa especie de cosa que venimos llamando normalidad, a falta de momento de mejor palabra, que reivindicamos para nuestra sociedad y su historia, pese a gobernantes, concejales, guerras, generales, dictaduras, porrazos y mierda de todas las clases que tantos continuamente han estado intentando echar sobre ella. Es incumplible, claro, porque a los cinco minutos de expresada una vez más alzando a los cielos el puño y gritándolo al sol poniente, te presentan a un nuevo individuo se diría que afable y conversable, pero da igual que lo sea o no porque tu natural te empuja incontestablemente a conversar, y sólo cuando ya has cometido el error te das cuenta de que has vuelto a cometer el error.
Viene todo esto a propósito de esa, exactamente esa conversación mantenida hace escasos días en circunstancias como las expuestas, que no por repetidas son menos repetibles; y como estoy todo el día dando vueltas a esto de los Herreras y los Nebrijas, me dije: va de cabeza a la web.
El Grupo El Paso, nada menos. Y luego el Equipo Crónica. Y aparte, Manuel Mampaso. Y otros cuantos.
Bah, bah, bah: Esos Cocktail party de Antonio Saura no son más que copias pobres de Pollocks y su action painting. ¿Sí, de verdad? ¿Los has mirado bien, a unos y a otros? ¿Lo has pensado lo suficiente? ¿Iguales en qué: en los colores (no), en las formas que rompe (no) o… en qué? ¡No irás a decir que cualquier pintor del llamado «expresionismo abstracto» copia a Pollock! ¿Le copian sólo… porque no es figurativo? Bueno, pero las Unidades-Yunta de Pablo Serrano son como… Y esos usos de materiales sintéticos y de hierros crudos de Chirino se parecen a los de…
¿Y si hubiéramos empezado mostrando la historia de un país tan activo artísticamente (supongamos que Moldavia) que sus principales nombres se han dedicado a examinar las novedades del arte mundial y a incorporarlas y reproducirlas y examinarlas y desarrollarlas por su cuenta? Probablemente estaríamos hablando maravillas de una sociedad así de atenta al exterior y a empujarse a sí misma hacia delante.
Pero es que ni siquiera es el caso. Aquel Grupo El Paso por supuesto que estaba atento a lo que se hacía en el mundo; pero es que consiguió que el mundo estuviera atento a lo que hacían ellos. Que, por otro lado, tampoco es que se coordinaran en plan acciones programáticas conjuntas, por así decirlo, sacando a exposición obras de un modo premeditadamente relacionadas. Se conocían, hicieron una especie de manifiesto-discurso, pero, como es natural, fueron luego cada uno a su aire. Y dieron un empujón, en efecto, hacia delante, a la pintura y a la escultura no sólo «españolas», sino «mundiales». Como un poco más tarde el Equipo Crónica, que, a la vez que algún otro artista quizá más francotirador, terminaron de inyectar el pop en los circuitos hasta el momento más empingorotados del arte: y empingorotados, a esas alturas, no eran sólo los que afirmaban que la pintura había acabado con Gutiérrez Solana, sino que ya había un empingorotamiento «abstracto-impresionista» al que le pareció fatal eso de (lo que poco después se llamaría) «deconstruir» el Guernica, o esas rendiciones de Breda, o Felipes IV que son, para decirlo técnicamente, la monda,
o las fascinantes infusiones de colores y trazos pop de las meninas, incluyendo las hinchables de primera generación (que luego nos hayamos hartado de ver reproducciones y copias de lo que hicieron Rafael Solbes y Manolo Valdés no le quita gracia, originalidad, valor, significado, pitorreo y significado al trabajo original).
Los lectores saben de qué años estamos hablando: más o menos desde el 56 o 57 y, desde ellos, todo lo que quedaba de dictadura, e incluso años posteriores al fin de esta.
No querría, pero me veo obligada a preguntarlo otra vez: ¿de qué yermo hablan los que hablan de yermo?