15 May El hospital Virgen de la Arrixaca y la enfermedad de Chagas
Micaela Esgueva
Tengo que confesar que he dudado mucho antes de dar este a publicación, porque sucede que yo ya llevaba unas cuantas semanas estudiando el asunto, e interesada en contarlo paso a paso; y, de pronto, como si alguien hubiera dado a un interruptor, hace cosa de un mes los medios se lanzaron a publicar artículos sobre ello, y al final podrá parecer que soy, como dicen los alumnos de Primaria, una copiota. Pues no; yo estaba antes. Llevo más de dos meses con el tema. ¿Qué tema? Un avance médico que hará historia. El corte de la transmisión del mal de Chagas.
El lector conocerá que el llamado mal de Chagas, al que otros llaman enfermedad de Chagas (y la mayoría de los que lo padecen llaman simplemente chagas) es una parasitosis asquerosa, en general poco sintomática, que no te afecta demasiado a la vida de momento, pero que a la larga te produce enfermedades cardiacas e intestinales.
Hace ya años tuvieron en el hospital murciano Virgen de la Arrixaca el buen tino de crear una unidad de enfermedades tropicales. Como saben todos los cercanos a la medicina, la entrada de nuevas poblaciones, y en altos números, desde principios de siglo, puso a los médicos a repasar los manuales de la carrera. Tenían que enfrentarse a enfermedades que sólo habían visto ahí, en los libros, pero que nunca habían tratado. Un caso primero, que sirvió de alarma para señalar lo que se venía encima fue el de la tuberculosis. A esta siguieron otras, y una de las menos esperadas, pero pronto de las más numerosas, fue precisamente esta enfermedad de Chagas, que no es una cosa rara ni infrecuente, sino que hasta se considera endémica, por ejemplo en Bolivia, que es un país del que no hemos recibido precisamente poca inmigración.
Esos manuales mencionaban el Chagas y poco más. Se aplicaba terapia antiparasitaria genérica, y a menudo funcionaba bien, y más o menos se iba manejando la situación. Pero no se estaba pudiendo con una circunstancia: la transmisión madre-hijo durante el embarazo. En realidad, había una especie de resignación pragmática: esto va a suceder, no hay modo de evitarlo. Los esfuerzos, cuando se conocía el caso de una embarazada afectada de Chagas, se centraban en preparar la terapia del neonato, que también acababa en muchos casos siendo útil y eficaz, pero que a veces incluía semanas o meses de UCI neonatal y medidas terapéuticas de las que siempre se quieren evitar en recién nacidos, por sus efectos colaterales.
Pero ha sucedido en el Virgen de la Arrixaca lo que nunca sucede por suerte ni por inspiración: estaban todos trabajando en el asunto desde hacía años. De modo que la realidad no asaltó a quien estaba despistado y la recibió como una lotería, sino a quienes estaban en ese estado de disposición intelectual al que se llega cuando estás verdaderamente empapado de datos, procedimientos y conocimientos. Y una sistemática profesional contundente, con registro y documentación hasta de la más mínima variable cercana. Habían estado operando en contra de la solución dos factores complicados: primero, el carácter endémico de la enfermedad en ciertas poblaciones, que producía una incidencia extensísima; segundo, la habitual ausencia de síntomas a corto plazo, que propiciaba que las personas ignoraran que padecían la enfermedad o que, si conocían que la padecían, no le dieran importancia.
En Murcia había en 2010 más de 50.000 personas de origen boliviano. Se procedió al cribado y a la detección ya desde la atención primaria, y a continuación al tratamiento contra el Chagas en mujeres antes de que estuvieran embarazadas. Una vez que se conocía la parasitosis, se trataba de atacarla hasta hacerla desaparecer, y así se hizo. Sin esperar a un diagnóstico en situación de embarazo. De modo que desde el año 2018 no se ha detectado ya ningún caso de transmisión de Chagas de madre a feto.
La OMS ha modificado sus protocolos contra la enfermedad de Chagas, adaptándolos a los desarrollados en el hospital murciano. Que no se diga en el futuro que esto no sucedió.