01 May Reservas de la biosfera de la UNESCO en España
Micaela Esgueva
Los que tenemos cierta edad sabemos descontar, a veces, de las fanfarrias oficialistas lo que estas tienen a menudo de pura propaganda. En particular, cuando los fanfarrones son instituciones internacionales del estilo de la UNESCO, pues directamente no nos creemos nada, como se decía antes. Muchos de estos organismos, y este en particular quizá por encima de todos, fueron creados para colocación y consuelo de facciones descontentas cuando se iba construyendo la ONU y parecía (y sigue pareciendo, y no forzosamente para mal, claro) que la mayor parte de las ideas y de las oficinas respondían o tenían por debajo un esquema de las cosas más bien liberal, por así decirlo, o en todo caso democrático y occidental, y no mucho un organismo de esos de confrontación porque sí y sordidez histórica como aquellos a los que eran dados los más partidarios de proporcionar las acciones hacia ideas, funcionamientos y tinieblas pro-URSS. La UNESCO, hay que decirlo, se llevó y casi se sigue llevando la palma en este aspecto. Sin ir más lejos, no había más que mirar las reuniones de la plana mayor del llamado «Club de amigos de la UNESCO» en Madrid para darse cuenta a golpe de vista de que ahí había gato encerrado (si eras miope o novata) o sencillamente mucho morro y arrogancia para sostener en público que aquello era ars gratia artis y tal, y no una pandilla más dedicada a ese «entrismo» tan querido de los sórdidos historicistas de hace treinta y sesenta años y de hoy mismo, a menudo bajo la simplona excusa de trabajar para evitar el colonialismo cultural y cosas así.
De modo que con un poco de práctica y conocimientos, les veías venir antes de que se hubieran puesto en marcha. En círculos interesados pero no afines, se hacían apuestas sobre los conocidos que pertenecían a esa especie de masonería, y las opiniones y propuestas «de acción» que iban a traer a propósito de cualquier suceso más o menos político o politizable, por supuesto no relacionado casi nunca con cosas de «la educación, la ciencia y la cultura» esas a las que decía dedicarse la UNESCO. La verdad es que es una pena lo que ha hecho el siglo XX con tantas buenas intenciones nada más que a base de torcerlas para fines partidistas; no es que haya sido un invento de la época (baste mirar lo que han hecho los clérigos con la religión a lo largo de los siglos), pero parece que se podría pedir algo más al siglo de la educación universal que al pobre mundo del siglo XIII. La UNESCO fue relegada inmediatamente, pues, salvo en el caso de las seseras más ingenuas, a la lista de los organismos inútiles, manipulados y manipuladores, contaminados y prescindibles. Podría una ponerse a pensar qué nuevos avances y qué adelantos sociales pudiera ser que tuviéramos hoy entre manos en el caso de que la UNESCO hubiera cumplido su misión declarada. Hoy sabemos (algunos no lo saben y gritan; luego cabalgamos) que el estado global de la infancia en el planeta es mucho mejor, incomparablemente mejor, que el de hace veinte años. Todas las miradas y las cámaras de televisión cierran el campo visual y el cuadro de sus objetivos sobre esos tremendos casos de países en guerra y sus infancias castigadas, y a los más recién llegados y a algunos otros eso les basta para concluir que está todo «peor»: pues no lo está, gracias muy principalmente a UNICEF, que ha hecho con sus fines declarados exactamente lo contrario que la UNESCO: no mentir, luchar, cumplir. Hablaremos de ello en otro momento y de otro modo, pero los que cuantifican estas cosas no tienen dudas y además coinciden hasta los de entidades rivales: las poblaciones infantiles del mundo que pasan hambre crónica han reducido su número a una décima parte en sólo veinte años. Qué habría pasado si la UNESCO…
En fin, entre estas tribulaciones y esas manías partidistas, alguien estuvo listo, o vio peligrar su sueldazo, su pasaporte diplomático y esas cosas que tienen los muy conspiradores, y se le ocurrió una tarea para tener algún curro concreto, más o menos claro, tangible y, oh gran palabra, objetivo, y adjudicó a esta UNESCO el examen y el juicio, y la consecuente atribución de medallas y escarapelas a unos u otros países en concursos que hace poco hubieran sido considerados tan poco UNESCOS como el de las reservas mundiales de la biosfera. No haremos mención detallada a la veintena o quizá treintena de concursos o premios que da la UNESCO, algunos de nombres y títulos por lo menos extravagantes. Nos quedamos hoy, en este Herreras y Nebrijas, con el hecho de que desde hace ya algunos años, y hoy mismo en 2022, el país del mundo con más reservas de la biosfera así calificadas por la UNESCO es precisamente España.
Y aunque esto no supone un beneficio, para entendernos, al bolsillo ni del Estado ni de los ayuntamientos ni de las regiones donde están esas reservas, creo que es significativo que sea así, y quizá se debe celebrar, como solemos decir, en la misma medida en que lamentaríamos lo contrario (en España, ya se sabe…). Obliga a entender, por lo menos, que algunos saben gestionar bien los espacios naturales y sus alrededores, y que no todo es mera negligencia ambiental ni desparrame concejil; y más cuando la condecoración procede de organismo tan entrenado en cantar rancheras.