Oumuamua, diferente a todo. Hasta a UGTT.

‘Oumuamua, diferente a todo. Hasta a UGTT.

Paca Maroto

 

¿Acaso lo actual tiene que ser siempre de la podrida política? Pues procuramos que no, pero sucede que si buscamos esa cosa «actual» que copa las mentes y las conversaciones de un momento dado, frente a algo verdaderamente importante de lo que se habla menos, qué va a ser sino un tema de los que los medios de comunicación revuelven una y otra vez con su cuchara, que da la casualidad de que no suelen salir de esa estrecha comarca llamada política de partidos, que es de lo que cualquiera sabe y puede hablar incluso dando la impresión de estar informado. Bueno: hay cosas que están en sus fronteras, a veces un poco por dentro y a veces un poco por fuera, y que dan alguna esperanza de que los temas pueden ampliarse.

¿Está por dentro o por fuera la estúpida discusión que parece estar celebrándose en UGT? No hace ni diez días se encargaron con su eficacia habitual los ugeteros en general encubiertos de las redacciones de hacer público que UGT iba a cambiar de nombre y de siglas. ¿Habían visto la luz? ¿Habían comprendido por fin algo de todo lo que comprende automáticamente el que no está ahí dentro? No.

Resulta que «unión», bueno; «general», pase; pero eso de «trabajadores» ¡de ningún modo! Es evidentemente una cesión miserable al heteropatriarcalismo cisléxico. Trabajadores… ¡Trabajadores…! Así, en masculino machirulo. Intolerable. Tendrá que decirse «trabajadores y trabajadoras». Así se equilibrará.

Aunque, espera, ahora que lo pienso, ahora que recuerdo…

Tampoco es que diga «unión general de trabajadoros». ¿No habíamos propuesto que esa e final sustituyera a la o en los casos en que el neutro acaba en o, para dar a entender un neutro, cómo diría, en fin, contragramático pero reivindicativo, verdadero, cuando hay que mencionar grupos con los dos «géneros»? Ni miembros ni miembras, sino miembres. Ni pilotos ni pilotas, sino pilotes. Ni cirujanos ni cirujanas, sino cirujanes. Por más que sangren los ojos y los oídos, sí, por más que los dioses de la enseñanza (convengamos que una pareja Atenea-Apolo, ¿os parece bien?) lloren desconsoladamente por tantos años derrochados de clases inútiles.

¡Es verdad! ¿Y cómo es que no nos habíamos dado cuenta? ¡Ya tiene la E! ¿Qué nos ha pasado, dios-diosa-diose mío? ¿Cómo nos hemos podido despistar tanto? ¡UGT ya se nos había adelantado y ahora nos hemos metido a una tarea que no era necesaria! Unión-General-de TrabajadorEs. La divina E. Ni O ni A.

¿Será lo siguiente que veamos una discusión similar para ponerle la E a CCOO? ¿Comisiones Obreres? ¿CCEE? O no, seguramente no, porque ya tiene A: obrerAs. Y si empezamos por ahí, no hay nada que arreglar.

Los pilares del Estado democrático tiemblan.

Bandada de gilipollas; no hay otra forma de decirlo.

Mientras tanto… ‘Oumuamua se daba un garbeo espacial que lo acercaba a unos inquietantes y cortitos 60 millones de kilómetros de la Tierra, menos de la mitad de nuestra distancia al Sol.

En realidad, lo que ha sucedido hace poco ha sido que se ha publicado su existencia y sobre todo la de ciertos datos que antes habían permanecido más o menos desconocidos para el gran público. Hacia finales de 2018 ya comenzaba a alejarse de nosotros, y se supone que hoy estará todavía más allá, aunque… Precisamente eso ha sido lo extraño de este extraño objeto bautizado en hawaiano como ‘Oumuamua: que no se mueve según las simples leyes de la mecánica.

Para empezar, su velocidad de acercamiento ha sido muy superior a la de cualquier cometa o asteroide impulsados por la simple gravedad. Estaba desplazándose hacia nuestras cercanías a unos 94.000 km/h.: un impulso que no puede generarse en ningún cuerpo que provenga del Sistema Solar. No cupo duda, y menos calculando su trayectoria, que se trata de un cuerpo que proviene de fuera del sistema solar. Eso es lo que significa su nombre: aproximadamente, «el que llega primero». Recuérdese que los cometas, que parecen venir «de fuera» en realidad son cuerpos de nuestro sistema tanto como Marte o los asteroides, aunque sus órbitas sean tan diferentes. Pero ‘Oumuamua viene de fuera. Sólo eso hubiera bastado para parar las programaciones de televisión y cambiar todas las primeras planas de la prensa.

Pero además sus dimensiones son extraordinarias: tiene aproximadamente las proporciones de un cohete de los antiguos cohetes humanos: unos 100 metros de largo y una media de unos 10 metros de diámetro: es de forma aproximadamente cilíndrica, con irregularidades en su superficie. Experimenta una extraña rotación durante su desplazamiento, que es lo que nos ha permitido verlo por todo su contorno, rotación que no tenemos noticia de a qué se debe. Porque tampoco expulsa gases ni le sigue o le envuelve una nube de agua cristalizada, como a los cometas.

Es decir, toda una novedad astronómica, que además nos ha venido a visitar, y que por supuesto ha desatado al principio todas las especulaciones habituales acerca de inteligencias extraterrestres y similares. Una ni afirma ni niega, claro, pero considera que no se puede negar la existencia de inteligencias lejanas a la nuestra en la misma medida en que no se puede afirmar que este extraño objeto, ‘Oumuamua, se deba a un artefacto producto de ellas. En el fondo, qué más da. ¿No es suficientemente relevante haber descubierto un nuevo objeto estelar que hasta ahora ni se suponía que existiera, y además acercándose a nosotros y luego alejándose y encima con un movimiento no previsible (y tampoco era previsible que descubriéramos objetos con movimientos no previsibles, que lo mastiquen los de epistemología)?

Apetece ponerse como una de esas petardas cuasihippies de Mars Attacks y salir al campo a suplicar a los cielos: ¡’Oumuamua, vuelve! ¡Cuéntanos tus secretos! ¡O arréglanos los árboles!»

Pero una es muy decente y no lo va a hacer. Aunque qué ganas de entender lo que pasa con este objeto errante, ¿no?