15 May Todas las guasas que apetezca, pero en su sitio, por favor
Todas las guasas que apetezca, pero en su sitio, por favor
Paca Maroto
El 14 de abril pasado, el diario El Mundo publicaba en su sección de ciencia un bonito trabajo acerca de las anomalías que se están detectando en los aceleradores de partículas, y que indican que estamos, quizás, a las puertas de una nueva noción general, o un nuevo esquema como mínimo del modelo cuántico, y algunos se atreven a ampliarlo al conjunto del llamado modelo standard del universo que manejamos desde hace más o menos cien años. El artículo es más largo de lo habitual, y evita en muchas ocasiones las simplificaciones, que a base de serlo acaban siendo mentirosas, en las que incurren la mayoría de las presentaciones periodísticas de este tipo de contenidos. Muy bien por El Mundo. Algunos gráficos, como el ya clásico «sistema periódico» de los quarks están perfectamente explicados.
Pero el artículo aparece encabezado, ya desde su llamada en primera, por una foto que el lector seguro que conoce o por lo menos le suena haber visto por ahí: Einstein ante una pizarra, tiza en mano sobre el encerado, y con la cabeza vuelta hacia el público, del que la cámara parece ser la vanguardia. Famosísima foto. En esta ocasión alguien en la cadena desde el archivo de esa foto a los intermediarios de su compra o vaya usted a saber hasta dónde, ha sentido que era divertido superponer, haciendo uso de tantísimas herramientas gráficas, aplicaciones o, programas como cualquiera tiene hoy en día en su PC, ciertas palabras sobre ese encerado, como si estuvieran recién escritas por el mismo Einstein. En español, con textura de tiza y con un color similar al que tienen otras escrituras sobre esa pizarra, estas sí originales: cualquier niño avispado en el uso de un Paint y no digamos de un Photoshop puede conseguirlo en diez minutos.
El gracioso ha escrito sobre la pizarra: «A DÓNDE VAMOS DE DÓNDE VENIMOS ¿QUEDARÁN ENTRADAS?», y algo más abajo: «en busca del ESpacio tiempo PERDIDO». El efecto se consigue, y para el observador normal parece como si el mismo Einstein hubiera escrito eso, Alguien con el ojo un poco más adiestrado detecta, claro, que ahí hay Photoshop o similar, independientemente del contenido.
Bueeeeeeeno. Que aquí no adoramos a nadie como para decir de él que es intocable por la broma o por la guasa. Que no reverenciamos a nadie de ese modo babosete que tantos usan y que acaba obligando a retirar hasta el saludo a ese que hace juegos de palabras con el apellido del reverendo, o le pinta un gorrito o unos bigotes. Todo eso vale.
Lo que vale menos, y esto una vez más es tan actual como relevante, es que esa foto está inserta, y además al comienzo, de una información seria en una sección seria de ciencia de un periódico serio: que los lectores que ya tienen miles de travesías a sus espaldas no van a sufrir mal alguno por ello; pero los que van a leer ese artículo sin mucha o sin ninguna información previa sobre el tema, y ahora se van interesando y por eso lo leen (y resulta que para eso se escriben estos artículos: evidentemente, no para Álvaro de Rújula, ni para un veintisietista autoinmolado), estos que empiezan ahora a conocer un poco más qué hizo Einstein, qué hizo Planck, qué es eso de la gravedad, que es eso de los quarks, estos, precisamente, que lo más probable es que por su desinterés anterior no se hayan detenido ante fotos ni de otros ni de Einstein como esta que está en toda la marquesina, son los que van a fijarse ahora en ese personaje del que desde luego sí que han oído que se habla sin parar, y puede que aprendan de esta foto que escribió esta ristra de bobadas en una pizarra mientras daba una conferencia.
Porque el que ha fabricado la broma lo ha hecho buscando verosimilitud, y desde luego la consigue: el tamaño de las letras, la textura de tiza, hasta los acentos bien colocados nos dicen que ha sido alguien con información y con ganas de burla. Cualquier nosoclasta desinformado no habría colocado esos acentos, por ejemplo (el mismo Rújula era en tiempos amigo de bromas casi de este estilo, y llegó a publicar artículos en los que ilustraba la vida de una enana marrón con las viñetas que él mismo dibujaba de una mujer pequeñita de color marrón, en efecto; y muchas otras cosas por el estilo, que tenemos la sensación recordando a sesos de buen cubero que en todo caso las situaba donde situarlas no iba a equivocar a nadie, que es de lo que tratamos).
Así que a ver si consigo resumir la cosa: cuidado con colocar las bromas allí donde la gente acude a informarse, porque los que acuden a informarse son los que, en un contexto serio de sección seria de un periódico serio, van a aceptar todo lo que allí se haya colocado como si fuera serio y verdadero. No creo que el mundo se vaya a desbaratar porque unos cuantos salgan de esta creyendo que Einstein escribió esas cosas; pero es que no hace falta llegar a tanto, esto no es algo que se mida por sus consecuencias gruesas (dirían algunos: esto no es ética de resultados, sino ética de principios), sino que, simplemente, no hay nada que justifique la mentira en estos ámbitos o, si no se quiere llegar a usar esa palabra, la falsedad. Nada le da permiso a nadie para que haga creer a otros algo que no es verdad. Y las repetidas comunicaciones al diario no sólo no han tenido consecuencias, sino que no han tenido ni respuesta.
(No incluimos la foto porque suponemos que será un pastón en derechos o royalties o eso. Se puede ver, quizá todavía, en la web de El Mundo, sección Ciencia.)