Volar en pareja

Volar en pareja

Paca Maroto

 

¡Oh, sí, qué éxtasis! Algunos estaréis leyendo esto antes de las elecciones de Madrid, y otros después, y estaremos todos muy comentaristas o muy haters o muy asombrados de cómo es posible que el pueblo se equivoque tanto o que acierte tanto. Pero os voy a decir una cosa en confianza: el que no viera que iba a pasar lo que está pasando es que estaba ciego. Y además, carallo, que no hay previsión más fácil de hacer que la de las cosas pasadas. Así que mira que son pesados, ahora resulta que ya lo sabía yo, ya lo dije yo, las condiciones no permitían pensar otra cosa, estaba claro que el ascenso de, la práctica eliminación de, y, por último, me da a mí en la nariz que ayer fue un día menos que hoy.

Para terminar de aburrirnos, tenemos otras amenas cuestiones: que si el gobierno catalán esto o aquello, que si el partidito tal va a sufrir o ya está sufriendo un golpe interno, que si la alcaldía de Nosedónde por fin no tuvo su moción de censura… ¿Cómo es posible sobrevivir a tanto tedio y a tanto imbécil? Sería interesante encontrar actualidades que no por serlo fueran tan mohosas, y ese será nuestro propósito en lo sucesivo.

Lo que sí que va a traer consecuencias importantes es el estudio que se está haciendo acerca del vuelo conjunto de aviones. ¿Os imagináis que se consiguiera de golpe reducir las emisiones atmosféricas nocivas de los vuelos comerciales en un 10% y ello sin reducir el número de vuelos?

En realidad, este estudio se lleva haciendo años, paso a paso, parte a parte, y se trata además de algo que ha alimentado la imaginación de los aeronáuticos desde hace mucho.

Conoceréis que cualquier avión comercial genera a su paso eso que genéricamente se denomina «turbulencias». A veces incluso es fácil hasta verlas, cuando el avión se desplaza por un volumen de aire ocupado por humo o por niebla o lluvia de cierta cualidad. Esas turbulencias no se quedan en ser esos «remolinos», que son los que podemos ver en esas ocasiones, sino que se componen metro a metro en una especie de ramaje complejo que ocupa todo un espacio de cientos de metros por detrás de la aeronave, abriéndose como un cono hacia los lados y hacia arriba y hacia abajo, y en sucesivos vectores de diferentes direcciones y sentidos.

Bueno, pues se tenía teorizado o más bien conjeturado, y luego han hecho ya los primeros experimentos digamos a tamaño real: si se coloca un avión de pasajeros en cierto punto de esas turbulencias de otro avión que va por delante, ese que va detrás utiliza las presiones verticales de sustentación (o sea el empuje hacia arriba) de esa parte de los remolinos para «sostenerse» en el aire, disminuyendo así su consumo de combustible en ese 10% deseado. Y eso es una barbaridad.

El lector ya sabe que el avión «se sostiene» porque por encima de las alas se produce un vacío relativo, que tira de las alas hacia arriba como si fuera el vacío de una ventosa, y porque debajo de las alas se produce a la vez un aumento de la presión hacia arriba. Entre ambos, el avión se sustenta. Pero si se aumenta la presión hacia arriba de debajo de las alas, el avión se sustenta mejor, y puede consumir menos combustible para crear la velocidad necesaria para crear esa presión «enseñando» la parte baja de las alas hacia delante (por eso se despega contra el viento: al subir el morro, el avión «enseña» la parte baja de las alas hacia el viento y, casi casi igual que una cometa, eso ayuda a que el avión ascienda). Por supuesto, la velocidad con la que el avión ataca el aire es fundamental: por debajo de cierta velocidad, el aparato pierde sustentación (un avión parado se cae). Y de ahí el ahorro que se propone con estos experimentos: al ser necesaria menos velocidad para sustentarse, se quema menos combustible.

Se trata de emparejar los aviones por modelos «compatibles», previamente muy estudiados: el modelo A produce tal árbol de turbulencias en las que encaja muy bien el modelo B de avión: este se cuela ahí, recibe una sustentación adicional mucho mayor, y puede bajar su consumo al no necesitar tanto empuje de los motores.

Y esto, cuando estamos como estamos de residuos gaseosos indeseados en la atmósfera, viene como anillo al dedo. Además, no se ve forma de mejorar la gestión de pasajeros en los aeropuertos, que es por lo cual no han terminado de salir adelante las propuestas de construir aviones en los que quepan mil o dos mil pasajeros: sí, acogerían el mismo número de personas que cuatro o cinco de los otros aviones, pero ¿cómo manejas esas cantidades en un finger del aeropuerto, en una facturación de equipaje, qué cantidad de auxiliares hacen falta para dar de comer a tantos? Es decir: parece que de momento se ha llegado al máximo de pasajeros por avión, de modo que va a seguir habiendo un número de naves como el actual. Así que conseguir que, por volar en parejas, uno de cada dos aviones reduzca un 10% su consumo, si se hacen unas elementales cuentas resulta ser una medida espectacular.