Abajofirmantes de lo que sea, una vez más

Abajofirmantes de lo que sea, una vez más

Miguel del Rincón

No se entiende muy bien qué hay en la sesera de esos personajes, la mayoría famosos y desde luego mayorcitos, que dicen en cuanto pueden que se apuntan a apoyar a cualquiera que proteste contra más o menos lo que sea. Digo qué hay en la sesera suponiendo con mucha buena voluntad que existe una sesera ahí, porque lo que parece de verdad es que no hay tal, sino una simple respuesta medular, sin pasar por encéfalo alguno, o quizá otros dirían un reflejo periférico; da igual: en todo caso, poca convicción y más bien un resorte irreflexivo.

Sucede con regularidad: sólo en muy rara ocasión el agraviado, o detenido, o encarcelado, o penalizado de algún modo merece esos apoyos que le dan. Los que lo merecen a menudo no los obtienen, porque de puro inocentes suelen frecuentar las vías convencionales y se refugian en el trabajo de sus abogados y siguen recurriendo y reivindicando su inocencia. Los que tienen otras cosas además de inocencia, los que al final resulta que se descubre que siempre habían cometido delitos de verdad, son los que más ruido arman y más compasión buscan, contradiciendo sus propias actitudes de otros momentos, que en general tienden a lo feroz y matasietes.

Matasietes, concretamente. En los últimos tres o cuatro años se han sucedido las protestas por las condenas en tribunales a personajes con cierta presencia pública, aunque en general parcial y especializada, entre los que destacan cantantes de rap, recitadores de escenario, youtubers, tiktokeros, instagramers y cierto sector de los influencers de diversos apellidos. ¿Habéis contado qué cantidad de veces otros famosos, incluso famosísimos, personajes de primera y primerísima línea del mundo cultural y afines, se suman inmediatamente a las condenas a la condena, a la solidaridad con el detenido o penalizado, y luego resulta que ese penalizado no lo era por la causa por la que se afirmaba en los manifiestos de protesta que lo era?

Hemos tenido hace pocas semanas el caso de una especie de rapero de clase media-alta catalana que tenía abiertas previamente varias causas penales por nada relacionado  con libertades fundamentales, o más bien sí, pero libertades fundamentales de sus víctimas: una agresión a un cámara de televisión, amenazas a un testigo en un juicio (pocas cosas más macarras que esta), y algunas otras. Resulta que en sus letras ha incluido cosas como el deseo de que pongan una bomba en el coche de un conocidísimo expresidente del Congreso, ex-lehendakari y ex-ministro; y se felicita y sigue proponiendo tiros en la cabeza a este o a aquel, y acciones por el estilo. Luego, además, llama tonto al rey, o al anterior rey, o dice que son ladrones o cosas así, y como esto sí que está más claro (aunque no para todos, porque uno todavía es Jefe de Estado, y eso está protegido en todas las legislaciones) que está protegido por la noción de libertad de expresión, meten todo bajo ese sombrero y parece que pedir la muerte para otros ciudadanos está igualmente protegido. Con un historial judicial como el suyo, cuando por fin recibe un aviso para ingresar en la cárcel, y eso sólo por algunas causas, porque las otras van a ir viéndose en lo sucesivo, a los rutinarios de la reivindicación sólo se les ocurre que una cosa que ellos entienden como libertad de expresión le avala, e inmediatamente firman esas cosas pidiendo su libertad y denunciando la situación de la libertad de expresión en España y todo lo previsible y habitual. Parece broma que alguien como Pedro Almodóvar firme algo que afirma que en España la libertad de expresión es defectuosa. Por no hablar de muchos de sus compañeros abajofirmantes.

¿Alguno de esos firmantes conocía de verdad la situación y la condición del rapero detenido? ¿Conocía su trayectoria como ciudadano aficionado a amenazar y a agredir a todo aquel que le presentara lo que él interpretaba como molestias a su libre conducta? Si es así, es mezquino firmar ese manifiesto. Y si no es así, es idiota firmarlo. ¿Firmas algo a favor de la impunidad penal de alguien al que no has investigado, y del que hay indicios de que no es precisamente un inocente pero torpe anciano al que se le ha ido el coche contra otros aparcados que ahora no puede pagar con su pensión?

No nos cansaremos de decir, en este foro y sus mil sitios, y en todos los otros foros, que la libertad de expresión nunca está terminada de hacer, es decir, de definir. Y es claro como el agua que lo que ayer parecía insulto puede no parecerlo en absoluto en la actualidad; aunque también viceversa, que es algo mucho más complicado o por lo menos delicado. Decir en público de alguien, hace treinta o cuarenta años, que es homosexual, te habría costado una querella; pero hoy en absoluto, dado el cambio de calificación social que han experimentado las opciones sexuales; como mucho un «miente», si es que no es verdad, pero con ello no se injuria hoy a nadie. Pero acusar a alguien de machista, que hace treinta o cuarenta años hasta pudiera haber llegado a ser una humorada, es en la actualidad una cosa grave y con posibles consecuencias penales de gran calibre. Y que naturalmente que es un problema permanente, como hay algunos otros, que son los que hacen que la democracia sea ese «régimen político más cansado que cualquier otro», porque hay que estar encima siempre, retocando, adaptando, mejorando. La libertad de expresión es probablemente el más exigente de los trabajos en una democracia. Y cuanto más dinámica y viva sea esta, más problema todavía, porque las cosas evolucionan y viven a más velocidad, y los valores a ellas asociados, y su aprobación o su reprobación.

Pero quizá precisamente por tratarse de un asunto que nos concierne a todos y que está tan a menudo en el debate público, también se ha convertido en refugio de patanes.

Hay que estar encima de esa libertad de expresión, entre otras cosas para que no pueda dar abrigo al delito de amenazas, por ejemplo, y para que, por el otro extremo, se garantice la expresión de cualquier pensamiento sin castigo alguno, y especialmente para que los ciudadanos estén defendidos contra el abuso de poder. Quizá también para que estén protegidos esos que, aun muy desde el poder (aunque ellos presuman de luchar contra los poderosos), firman manifiestos inconscientemente que resultan ser a favor de delincuentes probados.

Otra cosa es que la pereza, la inercia y la rutina de sus mentes les impidan comportarse más inteligentemente.