01 May Más allá de la estupidez partidista (o patriotera)
Más allá de la estupidez partidista (o patriotera)
Miguel del Rincón
Cierto periodista IMPORTANTÍSIMO, trasterrado en el pecaminoso Madrid, de habla algo más que pausada, mirada en declive, sonrisa como de jaqueca y conciencia hegeliana pero del Besós, asistía hace poco a una de sus telemesas salvavidas, y en esta tocaba informar de los estúpidos esos de concejales, capellanes, directores generales, sotoconsejeros y otras especies que se estaban colando en las vacunas COVID en sus respectivas autonomías o en sus diócesis, o ayuntamientos o lo que fuera en cada caso.
Como es habitual, cada asistente entendía muy bien la preocupación e incluso la iniciativa vacunera de los de su bando político, y por supuesto se deshacía en insultos, apoyados en los más sólidos, universales y eternos valores, a los que habían hecho lo mismo pero eran del bando contrario. En ocasiones, tratándose de esa España rara en la que viven los políticos y muchos periodistas, el bando contrario ni siquiera era el otro partido, sino otra comunidad autónoma, aunque las cosas se matizaban cuando se respondía a la pregunta «¿y ese de qué partido es?» Pero como hemos visto todos ya desde hace un año, los seguidores de ese tal Ximo Puig valenciano o ese otro algo así como Fernando López murciano (de partidos opuestos, rivales, enemigos, ese Puig y este López) no dudarán en alinearse con él si se trata de culpar del COVID a madrileños, por ejemplo, el primero más claramente comprensible según los manuales psiquiátricos, el segundo algo más complicado, sumándose a la algo beoda cacería antiayuso/antimadrid aunque esa Ayuso sea del mismo partido. El clásico lío de idiotas cortos de entendederas, esos que ocupan la mayoría de los cargos públicos altos y altísimos como consecuencia de la selección inversa que se practica en esa cantera.
En fin, la mayoría de los tertulianos no llegaba a boomers. Nuestro IMPORTANTÍSIMO trasterrado sí lo es, por más señas. La mayoría, por tanto, no llegaba más que a esos pocos tópicos tertulísticos digamos juveniles: son como los Simpson, parecen Kardashians, no, más bien Kanye West, quita, quita, no llegan ni a C.Tangana.
Y entonces el IMPORTANTÍSIMO cogió aire, se estiró todavía más los puños de la camisa más allá de la americana cubriéndose hasta los nudillos, los demás lo advirtieron y se fueron callando, bajando el volumen de sus gritos primero uno, luego dos, luego tres, hasta el sexto o séptimo que no lo había percibido y siguió gritando todavía unos segundos más hasta que las miradas de los otros, unas alarmadas, otras solidarias, otras más divertidas y crueles, le hicieron comprender, y todos miraron, todos atendieron, todos adoraron: no sólo era así de importante, sino que además era lento, solemne, saturado de titubeos y dubitaciones, y con música de…, sí, ¿sería posible?, parecía acento de…, sí, lo era. Chitón. Nuestra legislatura depende de ello.
Y habló, y veréis lo que dijo:
– Se llama picaresca. Para que luego digan que España no sigue viviendo en el franquismo.
Que sí, que dijo eso. Por increíble que parezca. La picaresca, después de todo lo que llevamos vivido desde el 77 para aquí, resulta que es propia del franquismo. También se puede abordar desde el otro lado: con todo lo vivido desde 1500 (sí, el año, no el SEAT) hasta 1939, cuando al parecer no hubo, tendremos que tragarnos que lo de la existencia de «pícaros», primero, es propio del franquismo y, segundo, como hoy hay «pícaros», es verdad eso que aducen algunos ante los parlamentos internacionales y ante algunas teles belgas (digamos) de que España no se ha separado de Franco.
A lo mejor hay que aguantarse con la existencia de imbéciles de ese calibre. Hay que aguantarse con casi todo, por supuesto. ¿Qué vas a hacer? No les vas a condenar a las minas de betún. Pero es que ya está pasando con estos como con los antivacunas, los terraplanistas y los anticiencia (cuidado, ahí hay algunos que dicen cosas que todos aprueban porque sus propuestas suenan bien a los oídos educados de los 70 para acá: muchos prociencia apoyan tesis por completo anticiencia que no lo parecen por su presentación publicitaria): que qué hacemos dándoles espacio en los medios de comunicación. Memos de ese calibre tendrán derechos: a existir y a ser tan memos, por ejemplo. ¡Pero darles altavoces…!
En fin, el IMPORTANTÍSIMO, que negaría que es terraplanista y antivacunas, pero que hace lo mismo que estos, sigue jugando su papel de sensato, de moderado del Ter, olvidadizo de sus palaus y de sus jordis y de sus arturs, todo camuflado tras sus eternas dubitaciones, pero dislocado de astigmatismo político como parece que sólo en España se puede estar: ¿es o no una puta (con t, no con erre) rutina seguir con la gilipollez esa de pícaros, franco, españa?